domingo, 31 de agosto de 2014

Derlis Maddonni y Luis Alberto Salvarezza: amigos



La parte mágica de los días puede alentar apariciones sustanciosas. Hubo noche de aparecidos en el Museo Quirós: aparecidos dos libros que se ganan la lectura: “Derlis Maddonni” de Luis Alberto Salvarezza, y “Tres dibujantes entrerrianos” de Marcelo José Vázquez; felices los aparecidos: los autores, el público. Presentación de libros y una muestra plástica de Derlis Maddonni, Roberto “Cachete” González, Julio Alfredo “Freddy” Martínez Howard y Nicolás Passarella. Sonrieron tres buenos fantasmas: Derlis, Cachete y Freddy. Passarella saludó agradecido a la distancia.
Salvarezza desarrolló distintas tonalidades dentro del libro. Utilizó su paleta de escritor, de poeta, y se acompañó además con sensibilidades de su otra paleta, la de artista plástico. El gran paisaje general lo define una presencia: las cartas: verdaderas cápsulas de tiempo. Salvarezza y Maddonni se escribieron por más de 20 años. En el libro encontré a un Derlis cotidiano que expresa pensamientos, que habla de amistad. Salvarezza interviene con las palabras que escribió sobre la obra de Derlis: una mezcla saludable de crítica plástica y poesía. Hay también un Derlis que nombra a otros artistas, y existen en el libro otras miradas sobre Maddonni, como la de su amigo, el plástico y escritor Carlos Alberto Montella. Guardan su lugar poemas y opiniones de Oliverio O., una de las almas de las tantas que habitaban en Derlis. Salvarezza cierra su libro con un puñado de poemas sobre el amigo bocetado. “Derlis Maddonni” es una obra con distintas sintonías, un libro collage donde se reúnen esos momentos notables en que se conjuga la vida, el arte, el pensamiento, y la maravilla de estar en ronda con amigos.
Quise conocer detalles de la cocina conjunta, libro y amistad. Recuerda Salvarezza: “Hubo cierto ordenamiento para mostrar a Derlis, y no mostrarme, aunque indirectamente lo esté haciendo. Pero se hizo sin demasiada planificación: con lo que tenía. Hubo una amistad epistolar muy amena; nos encontramos muy pocas veces, aunque también disfrutamos mucho de esos instantes. Nos aproximaban entusiasmos similares y hubo mucho entendimiento más allá de algunos silencios, que como lo atestiguan las cartas, me reprochaba. Además lo interesante fue que él era un dibujante que quería ser poeta, escritor. Lo era, indudablemente, pero renegaba sobre él, hasta lo hizo un Derlis otro. Y yo un escritor que quería aventurarme por la plástica. Íbamos y veníamos sin entorpecernos y eso tiene sus celestes y su maravilla”.
Salvarezza hace referencia a Oliverio O., el alma que le firmaba los poemas a Derlis. En el libro se consigna el siguiente poema, una declaración jurada (1996/97): “He intentado autorretratarme varias veces, de varias formas, por eso ‘en memoria de mis personalidades muertas’, escribí: Soy una asociación civil / de múltiples personalidades / sin fines de lucro. // Soy muchos que se reúnen en uno / que se activa al negarse siempre / para ser otros / para ser el mismo / para crearse. // Juego a que soy otros / impostor que se disfraza de lo que quiere huir / pero se desnuda ante todos y cualquiera. // Soy un club de admiradores de mí mismo / la vanidad me guía buscándome hombre / durante la luz y la noche / sin séptimo día. // Mis todos y yo / existimos en la confrontación / con la muerte virtual o real. / La muerte existe. // Para no mentir / quiere ser un eslabón / insoslayable de la vida”.
El autor habla de los fuegos y de cierta maravilla como motor de su trabajo alrededor de las cartas recibidas: “Entre el fuego de la memoria y el otro fuego, el que se encarga del olvido, hay una llamarada muy próxima. Circunstancia por la que comencé a ordenar esos papeles (‘la llegada de la amante de la que hablábamos no se anuncia’, Salvarezza se refiere a la muerte, motivo de una de nuestras charlas) y a hacer directamente o propiamente uso de esos dos fuegos: el de la memoria y el que sabe de cenizas o grises, del olvido. Comencé ordenando alrededor de 600 cartas, y con las que se salvaron de uno de los fuegos comencé este trabajo de agruparlas y releerlas. Al hacerlo les descubrí cierta maravilla. E inmediatamente comenzaron a gestarse estos mamotretitos de fácil construcción, son cronológicos salvo el de los escritores, que es temático. Me refiero al de Derlis, al de Carlos Asiaín y otros dos ‘uno con cartas de escritores’ y otro ‘con cartas de artistas plásticos’. Los que irán apareciendo durante estos meses, siempre y cuando los familiares o autores me autoricen; como sucedió con Derlis (la familia) y con Carlos Asiaín, que lo hizo él mismo”.
Salvarezza vuelve sobre Derlis: “Nunca visité su tumba, lo tengo acá, como digo en un poema,  muy cerca del corazón. Y este trabajo quiere, intenta dejar ya no un fuego sino una “brasita” de lo que fue. A él le hubiera gustado un ‘otro infierno’ y treparse al alambrado, como dice en una de sus cartas, y provocar a los contrarios. Aunque en realidad hay mucho de cielo o de luz, si se quiere, en todo esto, más allá de las oscuridades. A él en varias oportunidades que comenté sus dibujos le agradaba que intercalara palabras que él me mandaba. La primera vez se asombró mucho. Y a pedazos de un costado y el otro, reconstruí ese Derlis que se fue para quedarse o que nunca se fue”.
La amistad: “El arte fue lo que nos aproximó y es lo que intento, a través de este collage, como bien decís, mostrar a la vez que homenajear, indirectamente, una amistad. Del arte se ocupará su talento. Esas líneas que siguen cruzándose por cualquier parte, como decía él, líneas que pocos fueron capaces de hacer. Hubo una amistad que giró siempre en torno a las pequeñas cosas de la literatura y el arte; cosas que nos movilizaron y enriquecieron. Permanentemente he hurgado y comentado lo que hacen mis amigos, la mayoría dedicados a una expresión artística. Y lo festejo porque es bueno encontrar en el espacio que se eligió para vivir y crecer, los verdaderos afectos. Me interesa mucho el otro y mucho más si hace lo que a uno le gusta hacer, porque podés llegar al conocimiento y rápidamente a valorar, y lo que se valora, se quiere”.
A continuación tres pasajes de Salvarezza referidos a la obra de Maddonni:
- “Hay predominio de figuras desplomadas o inclinadas (revelando cierta pasividad, resignación o desilusión), torsos o cuerpos con partes escondidas u omitidas. Detalle escasos en las vestimentas de sus personajes, salvo los botones, bolsillos, corbatas…, pues privilegia la expresión, su actitud. Predominan dentro de los disfrazados los arlequines que en su atmósfera mágica no sabemos qué insatisfacciones esconden.
Hay mucho celeste escondido. Y porque la noche dice del amanecer supe de muchísima luz y en la intersección, de la belleza”.
- “Y a través de la línea circular, su retorcimiento, saca sus figuras de lo estático dotándolas de una expresión de energía. Él muestra la secreta y entrañable pluralidad de máscaras que posee el hombre. Su hipocresía. Lo grotesco. Rostros que no generan ternura ni lástima sino reflexión”.
- “Hay algo parecido al boceto pero que termina siendo una obra, dada la expresividad y la habilidad con que maneja, detiene, acelera, ensancha, afina, moviliza y hasta diría musicaliza…, una línea sintética y continua, abierta y transgresora. Fascinante, diría. Que se resiente abajo, por no tocar el suelo, tantas veces lodo, tantas veces celeste”.
En diciembre de 1993 Derlis le dice al autor del libro: “Salvarezza porque mi mundo, un pedacito, quedará a salvo por tu generosidad, te acerco ‘Fuera de mí’: Puesto que de mí / en mí queda poco / y todo lo mío lo he dado sin reservas, apenas moriré. / Moriré muy poco, casi nada. / Todo lo mío quedará / en los papeles de líneas tensas / tiernas o arremolinadas, / en las palabras mal escritas / sin sintaxis, ágatas combinadas. / Todo lo mío quedará por ahí / y el resto, ese poco / morirá conmigo. / Pero mi mundo estará a salvo / fuera de mí”. Es el libro de Salvarezza un acto de generosidad, el autor permanece en la sombra, aportando lo justo y necesario, entregando las páginas para que su amigo se cuente, y para que otros lo cuenten, transcribo el poema “Sugerencia” que Montella escribió en 1992 y que figurará en el catálogo de la muestra de Maddonni en Paraná en 1994: “Sería bueno, / teniendo en cuenta / tanta mediocridad suelta, / conseguir un buen pedazo de silencio. / De real silencio. / Y en él, escuchar a Maddonni dibujando. / Escuchar el rasgar sobre el papel, / un rasgar a veces afiebrado, / a veces sosegado. / Un ir y venir de graves, / sonoros, / contundentes, gráciles, angustiados. / Una cirugía de pluma, / para hacer parir de tanto blanco / la figura dormida, / que se hace forma y alienta / enmarcada en diminutos ríos de tinta, / en sendas de grafito, / o en las tramadas líneas de una sombra. / Un buen pedazo de silencio. Donde laten pierrots y colombinas, / un caballito rampante / o una dolorosa cabeza de Vincent. / Una niña con moño, / el brazo izquierdo de Maddonni, / un hombre torturado / o el Quijote / con los ojos hermosos del loco iluminado. / Sería bueno conseguir un buen pedazo / de silencio. / Puro, / aunque sea breve. / Cerrar los ojos, / preparar la mente / y con todos los sentidos predispuestos / escuchar a Maddonni dibujando”.
Luis Alberto Salvarezza, poeta, ensayista, plástico, investigador, docente, afirma que siempre disfrutó de la literatura y el arte. Aspiraba a escribir, desde hace años, sobre las expresiones plásticas en Entre Ríos. Lo ha hecho a través de notas y del libro “Arte y memoria” (2008), donde reseña las actividades, durante más de 50 años, del Museo Municipal dependiente de la Biblioteca Popular El Porvenir de Concepción del Uruguay. Estuvo 10 años a cargo de la Sala “José Electo Brizuela” del Museo-biblioteca citado, y durante siete años organizó muestras en su Galería-Atelier La Folie. Fue profesor de Educación Plástica durante 16 años, y en la Universidad de Historia del Arte se perfeccionó con cursos en el Instituto Hispánico en París y en la Argentina.
Entre los poemas con que Salvarezza saluda al amigo, elijo el VII: “Derlis dibuja una mujer, / en realidad dibuja su desnudez, / y la línea es una serpentina, / un redondel de goces, / un desparramo de pétalos, / otra expresión del deseo. / Dibuja un arlequín / que se balancea entre González y Pettoruti, / más libre, más ternura, más sueño. / Más comedia y sin embargo tragedia, muerte. / Un beso enharinado, blanco, triste. / Dibuja palomas. Recuerda a Picasso. / Las apoya sobre la cabeza-palomar-jaula. / No sé si las encierra o las suelta. / Las atrapa en vuelo, arrullo, zureo. / Son ilusorio plumaje. Antítesis de guerra. / Señal, signo, símbolo. Alado garabato. / Dibuja un caballo. Digo Troya, Arabia, circo, pampa… / Galope y polvareda. / Manchas de oscuro sudor enredando blancos relinchos. / Un claroscuro de poder o acaso de salvajismo u otra libertad. / Dibuja dos estrellas. Manos de otro cielo. / Caricia, golpe, limosna, también temblor y aleteo. // Derlis dibujando nace y muere. Queda y crece”.

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