Volví
a encontrarme con la artista plástica gualeya Marta Líbano en el Club Social.
La vi a unos metros de mi lugar. Ella en el escenario, convocada junto a otros
plásticos por el Chango Ibarra, durante la presentación del disco “Orillas”. El
Chango y Fabricio Castañeda, dos hacedores, además de uno ser el que aporta la
música y el otro las letras, hicieron de “Orillas” un encuentro de disciplinas,
una reunión de amigos, y de personas que andan en distintas sintonías dentro de
la búsqueda artística. “Orillas” convocó músicos, cantantes, fotógrafos, y
artistas plásticos. El diseño, muy cuidado, del disco, se acompaña de un
librito donde se reproducen las obras que cada plástico invitado realizó sobre
el tema para el que fue convocado. Cada vez que sus autores presentan el disco,
están presentes los cuadros. Y cada vez que la fiesta sucede, se nombra a cada
plástico y su obra, y se agradece su colaboración. Me digo, pienso: qué bien
por la unión de oficios, y qué bien que se haya invitado a Marta Líbano.
Líbano en Orillas de Ibarra/Castañeda. |
Marta
Líbano es de acompañar la muestra de otros artistas, de detenerse frente a la
obra y expresar su admiración, de resaltar todo aquello que le gusta, que
encuentra en el quehacer del otro. Es muy cuidadosa al momento de hablar sobre
su trabajo, no tiene problemas de ego, por eso, por su manera de andar:
simplemente una buena persona, que además pinta, la hace feliz encontrarse con
las bondades de otro artista. Entonces me digo que así como ella acompaña, los
demás deben acompañarla. En pocos días más inaugurará una muestra de sus
últimos trabajos en el hoy amigable espacio del Club Social Gualeguay. El
cotidiano de Marta Líbano la ubica en su rol de personaje de la ciudad/río,
personaje por esto de habitar la memoria de los gualeyos. De gira anda siempre
la dama, cuidando sus amados perros, tomando apuntes para un nuevo cuadro,
trabajando, porque ante todo es el trabajo constante -Marta es una verdadera
trabajadora de la cultura- aquello que define su pintura, su memoria.
En
“Orillas”, Ibarra y Castañeda la invitaron a sumarse al tema “Peón islero”, y
Marta aceptó. Tomó acrílico y espátula, su herramienta preferida. Recuerdo que
en la entrevista que le hice hace un tiempo, me habló de su predilección por la
espátula. Revisé, y entonces me reencontré con la totalidad de su testimonio
referido a su quehacer plástico: “Abandoné el óleo, trabajo con acrílico;
empiezo con una mancha grande, y después puedo saber o no el desarrollo; puedo
saber que quiero algo con el río, pero después el cuadro va apareciendo. Uso
también junto al acrílico, la carbonilla. Soy de meter las manos en el cuadro,
me dicen: ponete guantes, no puedo, no lo siento, también uso lapiceras viejas
para hacer rayitas. Me ensucio entera. Después de ver los cuadros de Quinquela
empecé con la espátula, así que uso pincel y espátula; leí que con espátula no
hay una técnica definida; con ella me siento en libertad, más que con el
pincel. Con espátula no pienso, es como que surge todo solo; y mis pinceles son
duros, me gusta arrastrar la pintura, por ahí como si fueran espátulas”.
En
“Peón islero” queda probada la afirmación de Marta. Me digo, es muy posible que
ella no piense mucho en ese momento, muchas veces ayuda en el momento del
hacer, el no tener todo claro, nada más que transitar, dejarse llevar por el
río que a veces se lleva adentro; y es desde ese río, la espátula su bote, que
Marta pinta su río, el de toda la vida, la presencia primera en su obra; y en
ese no pensar, en ese dejarse llevar, su pintura combina registros: porque en
la pintura hay formas explícitas nacidas del trazo certero, pero en el mismo
cuadro hay espacio para cierta abstracción, uno sabe que mira el verde de la
costa, pero no hay detalle, es una sugerencia, un a mitad de camino entre lo
figurativo y lo abstracto, hay un juego cercano a la técnica impresionista;
hay, me digo, una especie de feliz neblina en el centro de la obra, un algo
fantasmal, felices fantasmas de plantas y árboles acompañando la realidad del
peón en su bote; hay empaste acrílico también feliz entre las sombras: un
cuadro sombrío, como el destino del peón: el cielo, su claridad, aparece en la
lejanía. Esa niebla de sintonía fantasmal, fantástica, está presente en muchos
cuadros de Marta; a mi gusto, los más logrados, porque más que enseñar,
sugieren un más allá desde donde el espectador huye y regresa a la naturaleza
humana y sus alrededores. Ese más allá también lo encuentro en los ojos de los
pibes/gurises que también son habitantes notorios en la obra de Marta; en esos
cuadros, la artista vuelca, ante todo, su mirada sobre lo social, sobre todo
aquello que maltrata a los que menos tienen; en esos pibes, la mirada es, a mi
modesto parecer, otro logro de la pintura de Líbano. Una puerta a la fantasía a
través del eterno paisaje del Gualeguay; y una mirada sobre el costado doloroso
de la realidad que nos toca en suerte: creo que, de esto se trata la pintura de
Marta Líbano. Y este quehacer lo realiza desde una postura totalmente sincera,
sin pretensión.
Tarjetas originales para la muestra. |
Marta
Líbano se sienta a la mesa de la cocina. Ofrece café en la mañana de lunes en
que pregunto por su próxima, faltan apenas unos días, exposición a realizarse
en el Club Social Gualeguay. Su muestra anterior fue en 2014: “Hay alguna obra
anterior, pero la muestra es fruto del trabajo de los últimos años. Siempre
pienso en un tema, claro que también salen otros cuadros, pero hay un tema
elegido, que si bien es algo que también puede variar, hay una intención detrás
del trabajo a realizar. Tres años de trabajo, que no es que me los pasé
pintando, porque un cuadro no empieza con la primera pincelada; pienso en qué
voy a hacer, en cómo me gustaría hacerlo, y resuelvo detalles con el
pensamiento; mientras tanto: camino o hago las cosas de la casa. Entonces
pienso en un tema y las imágenes de los cuadros van surgiendo. Y vuelvo siempre
a mis preferencias: el paisaje, el río, la gente. Esta muestra se titula: Mi
Lugar en el Mundo. Es sobre todo lo que yo vivo, vivencio”.
Mi
Lugar en el Mundo, y entonces pregunto por la ciudad/río de Gualeguay: “Tengo
dos Gualeguay. Una es la de cuando era chica, cuando deseaba que mi mamá me
dejara andar en pata entre las zanjas. Mi casa natal (señala un cuadro que hay
en el living), en la calle Urquiza, cerquita de donde hoy está la farmacia; ahí
mi papá tenía el caballo, el carro, el almacén; la calle era de tierra, había
paraísos, creo que ya no queda ninguno. Si te acercás al cuadro, me vas a ver
sentada en la puerta. Tengo nostalgia de las casas viejas, con zaguán. Y está
la otra Gualeguay, la que se puede caminar, la que tiene la costanera, la de
hoy. Además me gusta la gente de Gualeguay. Me conozco con todo el mundo, no
solo con la gente que me puedo encontrar en un paseo o en un espectáculo, por
supuesto: nos conocemos todos, sin ser amigos, nos saludamos con calidez; y
también soy conocida por todos los lugares donde ando con los perros: hablo con
todo el mundo”.
Marta
Líbano y su pensamiento sobre la exposición, sus ganas, su manera de mirar al
otro: “Me gustaría que vaya todo el mundo: el que sabe del tema y me puede dar
una apreciación con conocimiento, y aquel con el que hablo en el Parque, gente
a la que veo todos los días, que veo más que a los amigos. No me interesa lo
selecto. Hace 60 años que pinto, y con cada muestra me pongo bastante loca,
acelerada; hago otras cosas, pero estoy pensando en la muestra; de todas
maneras, lo disfruto mucho: es como mostrarse uno, muestro los cuadros y me
muestro, y no solo eso, siento que también me doy; por eso los detalles de las
tarjetas de invitación: son detalles de una ceremonia que disfruto, y entonces
siento que le doy algo mío a las personas. Fui a otros lugares con una muestra
(Paraná, Zárate, Larroque), pero no me interesa tanto el afuera; me gusta más
presentar en Gualeguay con mi gente. A esta altura de la vida busco sentirme
bien y hacer sentir bien a las personas”.
Recordaba
que hacía meses Marta me había hablado de su próxima exposición, y en medio de
aquella conversación, ella me enseño el trabajo que estaba realizando para el
evento. Fuimos al taller y vi la mayoría de los cuadros, componentes obligados,
lógicos, de la muestra, pero además me enseñó un complemento, un toque de
distinción que se agregaba para la memoria de la futura presentación. En la
mañana gualeya pregunté por esta cuestión: “Las tarjetas son un gusto que me
doy. Hay gente que me dice: yo no tengo dinero para comprarte un cuadro, pero
me encantaría tener algo tuyo. Pensé entonces en dibujar sobre cartón,
chiquitos: 14 x 7 cm., paisajes: hay una pintura de fondo, y sobre el color, un
dibujo en carbonilla. Luego un fijador para que se conserve. Quien quiera, lo
puede guardar y hasta enmarcar. Hice 105, no sé si alcanzarán o sobrarán;
empecé a hacerlos en el verano. La mayoría son paisajes del río. Es como una
devolución para los que vayan a la ceremonia”.
Taller de Marta Líbano |
Me
digo que en la pintura, en la vida de Marta Líbano, hay un toque naif; es como
si ella, a través del mismo, buscara ayudarse, y ayudarnos, a hacer más amable
el paisaje de este mundo que nos toca. Algo así como si ese universo pintado,
con aroma cierto de sueño de niño, invitara, indicara: que sí, que a pesar de
ser una sociedad enrevesada y poco solidaria, todavía tenemos la posibilidad de
salvarnos, de ser en el otro. Marta Líbano piensa en el otro y comparte sus
ideas. Salvarnos, sí, en un paraíso, pero de todos.
La
exposición podrá ser visitada entre el 24 y el 30 de junio en el Club Social de
Gualeguay. Avisa Marta: “La muestra consiste en 22 cuadros: algunos usando
técnica mixta, pintura y dibujo, otros realizados totalmente en acrílico;
algunos hechos con pincel, otros con espátula. Hace años que dejé el óleo, ante
todo me hacía mal a los bronquios. El acrílico seca rápido y es complicado el
arreglo, así que trato siempre de trabajar con la mayor precisión posible: eso
me obliga a estar atenta, y esto viene bien, engancha con la persona que soy:
me gusta ver las cosas terminadas”.
Como
dice el amigo Chango Ibarra: No se distraigan, y visiten la muestra.
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