Recuerdo
que ya hace varios años, el poeta Hugo Ditaranto, uno de mis maestros de
escritura, me dijo: “déjate de joder con agradecernos, ya estuvo bien”, y yo le
contesté que no, que nunca está de más dar las gracias. Entrego esta nota el
día jueves, y al día siguiente: 17 de noviembre, en el Museo Quirós de esta
ciudad/río, presento mi último libro: “La marca de Gualeguay 1”. Y pienso en
que: Ustedes, lectores, leerán estas líneas luego de sucedido dicho encuentro
cultural. Las sintonías del tiempo, le podría recordar a Ditaranto, y también
las sintonías de la memoria, porque entre las dedicatorias del libro vuelven a
estar presentes mis maestros, el ya nombrado, y el recordado amigo Gabriel
Montergous. Ditaranto, poeta, Montergous, novelista, otras dos sintonías en la
historia de mi vida.
Entonces
agradezco a mis maestros, desde hace años dos buenos fantasmas, y señalo que
esta nota es, de manera explícita, una larga carta de agradecimiento. Una carta
necesaria, una escritura desde el espíritu.
“La
marca de Gualeguay 1” tiene distintas sintonías de origen (utilizo a conciencia
el término: “sintonía”, creo que la vida es una confluencia de sintonías, de
caminos e intensidades; una sintonía nunca es un absoluto, apenas una
aproximación emotiva que posibilita una acción como parte de un destino). Hizo
falta la radicación de la familia, y aquí: gracias a Julia, nuestra hija, y a
Evangelina, mi compañera, en esta ciudad/río de Gualeguay. Hizo falta el
ofrecimiento del espacio para mis notas periodísticas en el diario “El Debate
Pregón”, un paso, un eslabón importantísimo entre mis herramientas: la mirada y
la escritura, y aquellos que guardaban sus historias. El ofrecimiento de
trabajo tuvo un paisaje delimitado: Gualeguay en primer plano, y luego, si
quería ampliar el paisaje de juego: la provincia de Entre Ríos. Entonces salí a
jugar, y trabajé para el diario dirigido por Silvia M. de Lagrenade.
Hugo Ditaranto |
Agradezco
especialmente la presencia, el apoyo, de mi suegro: Gustavo Gálligo, sugiriendo
encuentros, abriendo puertas.
Tenía
entonces marcada la cancha donde jugar los partidos, pero por qué pude escribir
las notas, y por qué un puñado de ellas terminan dando forma a “La marca de
Gualeguay 1”. Porque entre las varias sintonías de formación de la escritura,
existió, y existe, un espacio/tiempo llamado “Desde Boedo”, el periódico que
dirige desde hace 16 años, mi amigo, el periodista Mario Bellocchio. Hace 16
años que cuento historias - básicamente eso soy: un contador de historias-
desde la contratapa del periódico. Conté mi barrio de Boedo, mis cafés: el
Margot y el Cao, conté mi ciudad de Buenos Aires y su gente. Sin aquellas
historias no habrían existido las notas, las historias recogidas en esta
ciudad/río de Gualeguay. Y digo, y agradezco, otra sintonía de origen para este
último libro. Me refiero a mi colaboración con la revista “El tren zonal. Por
la integración de los pueblos”, que dirige el amigo, poeta y editor Ricardo
Maldonado. “El tren zonal” ya hace años que, número a número, lleva mis notas
entre las distintas estaciones de la provincia de Entre Ríos. Este rodaje sobre
las vías del compromiso de ideas también fue fundamental para el alumbramiento
de mi libro. Remarco el término: “fundamental”, porque en lo dicho: amistad y
compromiso de ideas, se basó la decisión de que ellos, uno llegado desde Boedo,
y el otro desde Nogoyá, fueran parte de la presentación en el Quirós. Ellos hoy
tienen que ver de manera decisiva en mi escritura, en mi historia como
trabajador de la cultura, es lo que soy, así me considero: un trabajador de la
cultura que utiliza sus herramientas para salvar memorias, para resguardar
recuerdos.
Gabriel Montergous |
Ahora
bien, debo agradecimiento a los dueños de las historias: a la buena gente y a
los buenos fantasmas que me dieron la mano necesaria para alumbrar los relatos
que dan forma a este libro. La ciudad/río de Gualeguay es una ciudad en el
límite, en ella confluye la presencia de dos mundos: el de los vivos y el de
los muertos, el mundo de los que trabajan la memoria, y el mundo de los buenos
fantasmas que colaboran en la feliz labor. En este primer movimiento de “La
marca de Gualeguay”, la primera selección de notas aparecidas en el “El Debate
Pregón”, debo agradecimiento a los siguientes ciudadanos: Aron Jajan, Marta
Ronconi, Vicente Cúneo, Daniel Figueroa, Iris Wulfshon, Daniel González
Rebolledo, Alfredo Presentado, Rubén Derlis, Deolindo Romero, Eugenia Quintana,
Nidya Rampoldi, Ubaldo Arnaudín, Tuky Carboni, Néstor Medrano, Leticia Manauta,
Federico Ántola, Gustavo Gandini, Luciano Gamboa, Mary Kayayán, Rafael Lucardi,
Ariel Almeida, Ricardo Maldonado, Chango Ibarra, Juan Martín Caraballo, Marta
Líbano, Fabricio Castañeda, Mauricio Echegaray, Maxi Crespo, Eise Osman,
Fernando Sturzenegger. Y a los buenos fantasmas de: Roberto “Cachete” González,
Sixto Miguel Argot, Emma Barrandéguy, Derlis Maddonni, Carlos José (Pepe)
Quintana, Antonio Castro, Carlos Ántola, Carlos Alberto Montella, Ernesto
Hartkopf, Juan José Manauta, Catón, Juan Kayayán, Mario Tamaño. Debo
agradecimiento a lo aprendido alrededor del churrasquero de la Catedral del
Asado; a las historias alrededor de la Difusora Popular, y al recuerdo de
emblemas ciudadanos: la Confitería “El Águila” y el café “Murugarren”; agradezco
a las historias guardadas en el Museo Ambrosetti.
Mario Bellocchio y Ricardo Maldonado (Foto Fernando Sturzenegger). |
Debo
agradecimiento al Municipio por apoyar este emprendimiento; mi agradecimiento
al interés y apoyo del amigo y artista plástico Néstor Medrano que, como
responsable de Cultura, me llevó a plantear el proyecto al intendente. Fue
valorada la intención de contar algunas vidas y lugares que “hacen” a la
historia de ayer y de hoy en esta ciudad/río de Gualeguay, la Capital de la
Cultura de la Provincia.
Debo
agradecimiento a todas las personas que apoyaron esta edición adquiriendo los
ejemplares, ustedes hicieron posible “La marca de Gualeguay 1”.
La
vida no tiene sentido sin la memoria. Una sociedad no tiene futuro sin la memoria.
“La
marca de Gualeguay 1” es reflejo de este pensamiento: No podemos dejar la
memoria para mañana. La memoria debe ser una bandera a defender todos los días.
Tener conciencia de la finitud de la vida, lejos de ser una sustancia para el
lamento, debe ser aliento para nuestras almas. Cada uno puede, y debe,
practicar la memoria, interesarse, colaborar en su resguardo. No hay historia
grande sin las historias de la gente que hizo y hace el relato de cada aldea.
Habiendo guardado pistas, señales, historias de vida y obra, de vida cumpliendo
con un oficio querido, de la vida junto al intento artístico, siempre será
posible el regreso a la superficie del tiempo. Memoria como sinónimo de
conciencia y enseñanza. Pienso desde hace unos días en una imagen: las historias
guardándose en la poética forma de una piedra, una cápsula de tiempo con
aspecto de canto rodado, y para mejor, de porte achatado, para ampliar
sustancia y vuelo. Por el propio impulso de la memoria, nacida esta fuerza
desde el laborar de sus hacedores en el centro del misterio, el canto rodado
sale lanzado sobre la superficie del río del tiempo. En cada roce, rebote,
caricia, sobre el río, aquel universo de ayer vuelve a inflar velas, vuelve
hasta la vida cercana, para luego seguir su viaje hasta el próximo encuentro/
roce/rebote/caricia.
Presentación en el Quirós (Foto: Fernando Sturzenegger). |
La
selección de las notas fue un arduo trabajo: 36 en casi 230. La intención guía
fue reunir las historias de un grupo de ciudadanos, de ayer y de hoy, hombres y
mujeres dedicados al arte; pero no quería un libro exclusivamente dedicado a
los notables, por eso la presencia de hacedores jóvenes, personas que hoy están
haciendo camino; quería que en él se hablara de ciertos lugares o presencias de
la ciudad/río; quería contar a hombres y mujeres que hicieron su vida de muy
distinta manera. El libro tiene un aire periodístico, pero también guarda un
aroma literario, por sintonía de escritura, y por la manera en que muchos
personajes parecen deslizarse por los capítulos de una novela. De esta bondad
fui el primer sorprendido. También es un libro que se ocupa de libros.
Pensaba
en citar una señal emotiva que probara la felicidad que encuentro en este, mi
oficio, y entonces elegí el momento en que, durante la entrevista, el notable
pensador Eise Osman detuvo la palabra, y fue en busca de un símbolo; realizó un
gesto, le hizo un guiño a los recuerdos; me explicó, y presentó el objeto que
abriría un espacio de silencio entre nosotros; miré maravillado; nos alejamos
de las definiciones; en mis manos tenía el cajoncito de madera con el que a los
7 años, el amigo Eise, el poeta, el pensador, vendía caramelos en la plaza y el
parque de la ciudad de Paraná. El cajoncito: una presencia chiquita y a la vez
tan vasta: el aroma puro y simple del tiempo. Una huella plena de humano recuerdo,
una pista de ternura, una de las tantas señales que ofrece “La marca de
Gualeguay 1”.
Queda
por agradecer la edición del libro, a cargo del poeta Ricardo Maldonado. Lleva
en su cuerpo la marca de su taller, de su concepción sobre el arte de “hacer”
libros. Hay cariño en su quehacer como editor. Es además “Ediciones del Clé”
una editorial representativa de la provincia, sus contenidos son de un enorme
valor testimonial. Este es mi segundo libro por “Ediciones del Clé”, el primero
fue “Una historia para Julia” (2015), y entonces quiero agradecer la presencia,
el objeto libro parido a conciencia, una estética amiga para engarzar de manera
adecuada en la mano y el alma del lector.
En
domingo, cuando estas líneas sean leídas por ustedes, lectores, ya habrá pasado
el “mientras tanto” de escritura de esta nota de agradecimiento, ya habrá
pasado la presentación, la juntada de amigos (tantos buenos amigos y buenos
fantasmas en el Quirós), y todo habrá quedado dispuesto para comenzar a contar
las historias que esperan ser guardadas en la memoria.
“La
marca de Gualeguay 1”, ya tiene vida propia, espero, rebote varias veces sobre
el río del tiempo.
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