domingo, 19 de noviembre de 2017

La marca de Gualeguay 1

Recuerdo que ya hace varios años, el poeta Hugo Ditaranto, uno de mis maestros de escritura, me dijo: “déjate de joder con agradecernos, ya estuvo bien”, y yo le contesté que no, que nunca está de más dar las gracias. Entrego esta nota el día jueves, y al día siguiente: 17 de noviembre, en el Museo Quirós de esta ciudad/río, presento mi último libro: “La marca de Gualeguay 1”. Y pienso en que: Ustedes, lectores, leerán estas líneas luego de sucedido dicho encuentro cultural. Las sintonías del tiempo, le podría recordar a Ditaranto, y también las sintonías de la memoria, porque entre las dedicatorias del libro vuelven a estar presentes mis maestros, el ya nombrado, y el recordado amigo Gabriel Montergous. Ditaranto, poeta, Montergous, novelista, otras dos sintonías en la historia de mi vida.
Entonces agradezco a mis maestros, desde hace años dos buenos fantasmas, y señalo que esta nota es, de manera explícita, una larga carta de agradecimiento. Una carta necesaria, una escritura desde el espíritu.
“La marca de Gualeguay 1” tiene distintas sintonías de origen (utilizo a conciencia el término: “sintonía”, creo que la vida es una confluencia de sintonías, de caminos e intensidades; una sintonía nunca es un absoluto, apenas una aproximación emotiva que posibilita una acción como parte de un destino). Hizo falta la radicación de la familia, y aquí: gracias a Julia, nuestra hija, y a Evangelina, mi compañera, en esta ciudad/río de Gualeguay. Hizo falta el ofrecimiento del espacio para mis notas periodísticas en el diario “El Debate Pregón”, un paso, un eslabón importantísimo entre mis herramientas: la mirada y la escritura, y aquellos que guardaban sus historias. El ofrecimiento de trabajo tuvo un paisaje delimitado: Gualeguay en primer plano, y luego, si quería ampliar el paisaje de juego: la provincia de Entre Ríos. Entonces salí a jugar, y trabajé para el diario dirigido por Silvia M. de Lagrenade.
Hugo Ditaranto
Agradezco especialmente la presencia, el apoyo, de mi suegro: Gustavo Gálligo, sugiriendo encuentros, abriendo puertas.
Tenía entonces marcada la cancha donde jugar los partidos, pero por qué pude escribir las notas, y por qué un puñado de ellas terminan dando forma a “La marca de Gualeguay 1”. Porque entre las varias sintonías de formación de la escritura, existió, y existe, un espacio/tiempo llamado “Desde Boedo”, el periódico que dirige desde hace 16 años, mi amigo, el periodista Mario Bellocchio. Hace 16 años que cuento historias - básicamente eso soy: un contador de historias- desde la contratapa del periódico. Conté mi barrio de Boedo, mis cafés: el Margot y el Cao, conté mi ciudad de Buenos Aires y su gente. Sin aquellas historias no habrían existido las notas, las historias recogidas en esta ciudad/río de Gualeguay. Y digo, y agradezco, otra sintonía de origen para este último libro. Me refiero a mi colaboración con la revista “El tren zonal. Por la integración de los pueblos”, que dirige el amigo, poeta y editor Ricardo Maldonado. “El tren zonal” ya hace años que, número a número, lleva mis notas entre las distintas estaciones de la provincia de Entre Ríos. Este rodaje sobre las vías del compromiso de ideas también fue fundamental para el alumbramiento de mi libro. Remarco el término: “fundamental”, porque en lo dicho: amistad y compromiso de ideas, se basó la decisión de que ellos, uno llegado desde Boedo, y el otro desde Nogoyá, fueran parte de la presentación en el Quirós. Ellos hoy tienen que ver de manera decisiva en mi escritura, en mi historia como trabajador de la cultura, es lo que soy, así me considero: un trabajador de la cultura que utiliza sus herramientas para salvar memorias, para resguardar recuerdos.
Gabriel Montergous
Ahora bien, debo agradecimiento a los dueños de las historias: a la buena gente y a los buenos fantasmas que me dieron la mano necesaria para alumbrar los relatos que dan forma a este libro. La ciudad/río de Gualeguay es una ciudad en el límite, en ella confluye la presencia de dos mundos: el de los vivos y el de los muertos, el mundo de los que trabajan la memoria, y el mundo de los buenos fantasmas que colaboran en la feliz labor. En este primer movimiento de “La marca de Gualeguay”, la primera selección de notas aparecidas en el “El Debate Pregón”, debo agradecimiento a los siguientes ciudadanos: Aron Jajan, Marta Ronconi, Vicente Cúneo, Daniel Figueroa, Iris Wulfshon, Daniel González Rebolledo, Alfredo Presentado, Rubén Derlis, Deolindo Romero, Eugenia Quintana, Nidya Rampoldi, Ubaldo Arnaudín, Tuky Carboni, Néstor Medrano, Leticia Manauta, Federico Ántola, Gustavo Gandini, Luciano Gamboa, Mary Kayayán, Rafael Lucardi, Ariel Almeida, Ricardo Maldonado, Chango Ibarra, Juan Martín Caraballo, Marta Líbano, Fabricio Castañeda, Mauricio Echegaray, Maxi Crespo, Eise Osman, Fernando Sturzenegger. Y a los buenos fantasmas de: Roberto “Cachete” González, Sixto Miguel Argot, Emma Barrandéguy, Derlis Maddonni, Carlos José (Pepe) Quintana, Antonio Castro, Carlos Ántola, Carlos Alberto Montella, Ernesto Hartkopf, Juan José Manauta, Catón, Juan Kayayán, Mario Tamaño. Debo agradecimiento a lo aprendido alrededor del churrasquero de la Catedral del Asado; a las historias alrededor de la Difusora Popular, y al recuerdo de emblemas ciudadanos: la Confitería “El Águila” y el café “Murugarren”; agradezco a las historias guardadas en el Museo Ambrosetti.
Mario Bellocchio y Ricardo Maldonado (Foto Fernando Sturzenegger).
Debo agradecimiento al Municipio por apoyar este emprendimiento; mi agradecimiento al interés y apoyo del amigo y artista plástico Néstor Medrano que, como responsable de Cultura, me llevó a plantear el proyecto al intendente. Fue valorada la intención de contar algunas vidas y lugares que “hacen” a la historia de ayer y de hoy en esta ciudad/río de Gualeguay, la Capital de la Cultura de la Provincia.
Debo agradecimiento a todas las personas que apoyaron esta edición adquiriendo los ejemplares, ustedes hicieron posible “La marca de Gualeguay 1”.
La vida no tiene sentido sin la memoria. Una sociedad no tiene futuro sin la memoria.
“La marca de Gualeguay 1” es reflejo de este pensamiento: No podemos dejar la memoria para mañana. La memoria debe ser una bandera a defender todos los días. Tener conciencia de la finitud de la vida, lejos de ser una sustancia para el lamento, debe ser aliento para nuestras almas. Cada uno puede, y debe, practicar la memoria, interesarse, colaborar en su resguardo. No hay historia grande sin las historias de la gente que hizo y hace el relato de cada aldea. Habiendo guardado pistas, señales, historias de vida y obra, de vida cumpliendo con un oficio querido, de la vida junto al intento artístico, siempre será posible el regreso a la superficie del tiempo. Memoria como sinónimo de conciencia y enseñanza. Pienso desde hace unos días en una imagen: las historias guardándose en la poética forma de una piedra, una cápsula de tiempo con aspecto de canto rodado, y para mejor, de porte achatado, para ampliar sustancia y vuelo. Por el propio impulso de la memoria, nacida esta fuerza desde el laborar de sus hacedores en el centro del misterio, el canto rodado sale lanzado sobre la superficie del río del tiempo. En cada roce, rebote, caricia, sobre el río, aquel universo de ayer vuelve a inflar velas, vuelve hasta la vida cercana, para luego seguir su viaje hasta el próximo encuentro/ roce/rebote/caricia.
Presentación en el Quirós (Foto: Fernando Sturzenegger).
La selección de las notas fue un arduo trabajo: 36 en casi 230. La intención guía fue reunir las historias de un grupo de ciudadanos, de ayer y de hoy, hombres y mujeres dedicados al arte; pero no quería un libro exclusivamente dedicado a los notables, por eso la presencia de hacedores jóvenes, personas que hoy están haciendo camino; quería que en él se hablara de ciertos lugares o presencias de la ciudad/río; quería contar a hombres y mujeres que hicieron su vida de muy distinta manera. El libro tiene un aire periodístico, pero también guarda un aroma literario, por sintonía de escritura, y por la manera en que muchos personajes parecen deslizarse por los capítulos de una novela. De esta bondad fui el primer sorprendido. También es un libro que se ocupa de libros.
Pensaba en citar una señal emotiva que probara la felicidad que encuentro en este, mi oficio, y entonces elegí el momento en que, durante la entrevista, el notable pensador Eise Osman detuvo la palabra, y fue en busca de un símbolo; realizó un gesto, le hizo un guiño a los recuerdos; me explicó, y presentó el objeto que abriría un espacio de silencio entre nosotros; miré maravillado; nos alejamos de las definiciones; en mis manos tenía el cajoncito de madera con el que a los 7 años, el amigo Eise, el poeta, el pensador, vendía caramelos en la plaza y el parque de la ciudad de Paraná. El cajoncito: una presencia chiquita y a la vez tan vasta: el aroma puro y simple del tiempo. Una huella plena de humano recuerdo, una pista de ternura, una de las tantas señales que ofrece “La marca de Gualeguay 1”.
Queda por agradecer la edición del libro, a cargo del poeta Ricardo Maldonado. Lleva en su cuerpo la marca de su taller, de su concepción sobre el arte de “hacer” libros. Hay cariño en su quehacer como editor. Es además “Ediciones del Clé” una editorial representativa de la provincia, sus contenidos son de un enorme valor testimonial. Este es mi segundo libro por “Ediciones del Clé”, el primero fue “Una historia para Julia” (2015), y entonces quiero agradecer la presencia, el objeto libro parido a conciencia, una estética amiga para engarzar de manera adecuada en la mano y el alma del lector.
En domingo, cuando estas líneas sean leídas por ustedes, lectores, ya habrá pasado el “mientras tanto” de escritura de esta nota de agradecimiento, ya habrá pasado la presentación, la juntada de amigos (tantos buenos amigos y buenos fantasmas en el Quirós), y todo habrá quedado dispuesto para comenzar a contar las historias que esperan ser guardadas en la memoria.

“La marca de Gualeguay 1”, ya tiene vida propia, espero, rebote varias veces sobre el río del tiempo.

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