domingo, 26 de enero de 2014

Néstor Medrano en movimiento



Tuve la suerte de charlar algunas veces con José Saramago, el notable escritor portugués: un pensador, un creador. Él invitaba al hombre a vivir a conciencia abierta: para mejor desentrañar el paisaje todo, para entender las historias, para descubrir la mayor cantidad de sensaciones e ideas. Andar por los días atento a los sucesos externos e internos que tallan la vida, habla de un espíritu despierto que apuesta a su crecimiento. Esa misma totalidad del paisaje formado por el adentro y el afuera se manifiesta en el oficio de los hombres. Néstor Medrano (1955) es artista plástico, su alma está modelada en dibujos y pinturas, y acondicionada con una postura honesta y sencilla. En estas señales pienso mientras miro su obra. La charla fue sustanciosa.

Las palabras enfocaron hacia el principio de su historia: “Desde joven tuve la suerte de ir dando con buena gente: Hipólito Vieytes, un excelente grabador, lo conocí en los 70, vivía enfrente de la casa de mi abuela, en Paraná. Me enmarcó unos trabajos y los mandó a Buenos Aires, pero nunca más supe de ellos. Después enmarcó otros y los mandó al Salón Provincial. Gané el primer premio en dibujo. Tenía 18 años. Esos fueron mis primeros movimientos públicos. Por el 82 me encuentro con Derlis Maddonni en una exposición en La Paz. Me dice: ¿Te acordás cuando ganamos el premio? Yo no sabía. Me cayó la ficha: el negro Vieytes había mandado tres de mis trabajos al certamen de la revista Crisis, año 76. Con Derlis habíamos ganado a nivel nacional el segundo premio compartido, me enteré por él. En esos años yo militaba y andaba de acá para allá, seis meses en Diamante, un tiempo en Paraná. Mi primera exposición fue en la galería Pra de Paraná en 1976”.
 Medrano afirma que ahora es más cuidadoso con las obras, pero que en los primeros años perdió muchos cuadros: él no los pedía y los galeristas no los devolvían.

Lo consulto sobre si guarda alguna imagen, o algún motivo o maestro, que lo llevara a la plástica: “Tengo varios recuerdos: tratando de tallar madera, pintando madera, dibujando con birome, lo más accesible y cómodo en esos años, pero no tengo la figura de alguien llevándome al arte, de chico nunca fui a una galería. Vengo de una familia donde había que ser médico, abogado o contador. Un recuerdo de los seis años: estaba tallando madera con una navaja de afeitar, un recuerdo del papá de mi mamá, la quebré y la devolví al lugar de donde la había sacado. Agrega: “Después lo que uno va haciendo es aprender a poner en valor la capacidad de trabajo de otra gente. Y a la distancia podés decir: ah, por esto pasó aquello. Es como que la cosa se va aclarando, no sé si buscando la justificación (se ríe), pero se va construyendo un diario de lo que te va pasando”.

Afirma Medrano: “Cuando vas tomando conciencia de los resultados, y uno siente que el trabajo logra el éxito interno, empezás a ser más conciente, y esto te genera una mayor inseguridad, más dudas. Y yo creo que eso provoca que uno siga investigando. La duda te mantiene despierto, inquieto y preocupado”. Coincido con el artista, la duda puede ser un muy buen motor para quien trabaja un oficio en el terreno del arte. La duda puede ser de gran ayuda para que el trabajador no corra el riesgo de creer que es Gardel y los guitarristas, y para que mañana no corra el riesgo de sentir que está en el fondo del tacho de basura. El trabajo se nota, y nada mejor que el equilibrio, ni muy arriba, ni muy abajo mientras se vive la historia.

Néstor da pista del relato de sus pensamientos, del proceso de descubrirse: “En la cuestión visual uno va aprendiendo, con el tiempo, que se llega a algo como una consecuencia. Yo trabajé distintas imágenes, al principio era hiperrealista, con mucha elaboración. Yo tenía que cubrir la totalidad del espacio, y terminaba siendo una tortura, porque en la cabeza funcionaban un montón de cosas más, otros disparadores. Pero entiendo que eso fue una colimba necesaria. Me sirvió para darme cuenta de que si es el único momento en que estoy conmigo mismo, cómo puedo terminar haciendo un esfuerzo para estar bien. Se aprende después, no a los 20, que era cuando hacía eso. Con el tiempo ponés en valor otras cosas. En el proceso está bueno que uno aprenda a darse cuenta cuándo el laburo está terminado. Para mí es especial, me cuesta mucho volver al pasado. Me gusta pensar en lo próximo, en lo que uno va imaginando”.

Hay una idea emblema para Medrano: la experimentación, la búsqueda: “Arranqué en el hiperrealismo, intenté la figura humana pero no en el tono figurativo, eran más bien ensayos. Después investigué con la pluma y el plumín. Y en todos estos territorios tuve reconocimiento, la sensación era que había conseguido lo que quería, y que entonces tenía que investigar otra cosa. Esto ayudó a que tal vez nunca me sintiera cómodo y entrara a copiarme a mí mismo. Los cambios fueron totales, también hice escultura, experimenté con grabado, con cerámica. En el arte es una gran macana suponer que vas a aprender a dibujar solo dibujando. La posibilidad de experimentar distintos materiales le da mayor riqueza al resultado. A dibujar se aprende a cada momento, hasta cuando ves fútbol; a pintar, siguiendo el recorrido del oficio. Todo fue parte del proceso que empezó con la birome. Hoy te podría decir que estoy utilizando esas herramientas en función de la imagen, procuro que ella tenga un relato, una intención, y fundamentalmente que tenga movimiento. Tuve una etapa de figurativo donde fui una especie de mirador: mirabas todas las figuras quietitas, era una imagen estancada, muy metida en un cuadrito”. Las obras de los últimos años están plenas de movimiento, tal vez Medrano entró en una nueva experimentación: la búsqueda de dotar a su obra del mismo movimiento que él lleva en su alma, la que cada vez lo coloca frente a una nueva puerta.
 Se declara partidario del trabajo y la experimentación. Recuerda la frase de Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. Afirma que los años de trabajo se notan en cada cuadro, y que: “Jamás me involucraría con el arte conceptual, ni con lo que se ponga de moda”. Aclara con respecto al concepto: “Cuando hay una idea se nota, y queda a la vista cuando estás guitarreando una instalación”. Es un convencido de que el resultado de la imagen tiene que ver con su construcción, ahí reside lo interesante, y que esto nada tiene que ver con realizar la reproducción exacta de un objeto.

No cree en las recetas para los alumnos: “Hay una cuestión que es medio generacional, hoy te preguntan ¿cuál es la data? Yo no te la puedo dar porque ni yo la sé, la tenés que encontrar vos mismo, depende de vos”. Cuenta: “Siempre fui un respetuoso de la imagen que ya tenía el alumno”. Medrano se presenta como un maestro capaz de transitar la verdad del otro, de opinar, pero no contagiar. No es partidario de bajar una información que determine que los alumnos pinten con la verdad única del maestro.

Pregunto por su formación: “Es autodidacta. En el 83/84 obtuve una beca del Fondo Nacional de las Artes, y estuve seis meses con Keneth Kemble (1923-1998) en Buenos Aires. Tenía la opción de ir con Luis Felipe Noé (1933), Carlos Gorriarena (1925-2007) o Kemble. Me interesaba la figura, si iba con Gorriarena era posible que aprendiera a usar el color en relación a la imagen, con Noe pensé que podía pasar algo parecido, cuando vi el informalismo de Kemble, decidí. Fue una experiencia muy interesante. La enseñanza fundamentalmente eran ejercicios para aprender a ver, el secreto en el arte o en la vida misma”.

Consulto por sus pintores: “Toulouse Lautrec, Picasso, Goya, Tapiés, Miguel Ángel, Rodin, Carlos Alonso, Derlis Maddonni, Cachete González, Gorriarena, son algunos, me interesan los pintores por sus vidas, por sus obras, por el resultado de su trabajo. Todos ellos llegaron a ser lo que son porque lograron tener, además de la pasión, una imagen propia, y esto se logra con transpiración, con mucho laburo. Hay que ser honesto con uno mismo. Y hay una diferencia entre ser un gran pintor, grabador o dibujante, y ser un creador”.

Medrano nació en Paraná, pregunto por qué vivir en Gualeguay: “Salí de Paraná porque era demasiada gente caminando apurada. Vine a Gualeguay buscando espacio y oxígeno. Además tengo recuerdos de Cachete González, de Maddonni, del negrito Montela, de Antonio Castro. Con ellos compartí un vino, una comida. Los tengo presente como amigos”.

En su currículum aparece el dato: Medrano es también un hacedor de murales: “Me interesa el mural porque es arte público; me gusta por el significado social, porque es patrimonio cultural de una ciudad, de un país. Comencé usando la técnica del esgrafiado, que es un sistema de capas de cemento y colores. La mayoría de esos trabajos tienen que ver con memoriales que hice a compañeros desaparecidos: Pichón Sánchez, Mabel Fontana, Juan Carlos Sosa Gómez. Es como un laburo de albañilería. Me gusta porque es participativo, se hace de una vez y hay que terminar antes de que seque el material. La gente se acercaba y hacía la comida, ayudaban los del barrio, se acercaban los amigos, los familiares del compañero recordado”.

En la actualidad Néstor Medrano está trabajando en la realización de un mural (58 metros de largo y 2.40 de alto) ubicado en una de las paredes (sobre 1er. Entrerriano) de la unidad penal Nº 7. El motivo del mismo es retratar a catorce figuras destacadas de la cultura y nacidas en la ciudad de Gualeguay: Juan Bautista Ambrosetti, Cesáreo Bernaldo de Quirós, Juan Laurentino Ortiz, Amaro Villanueva, Carlos Mastronardi, Isidro Maiztegui, Leoncio Gianello, Emma Barrandéguy, Juan José Manauta, Alfredo Veiravé, Roberto González, Antonio Castro, Adolfo Cosso y Derlis Maddonni. Medrano habla del trabajo con felicidad: “Acá el sol es muy bravo para los colores en pintura, un mural te puede aguantar, máximo, seis años. Esta es una pared grande sobre un acceso a la ciudad, y la idea era reflejar a todos estos creadores que ha dado Gualeguay, y que han trascendido al país. La primera intención fue trabajar con azulejos porque hay gran variedad de colores, pero el costo iba a ser muy alto. La técnica es el mosaisquismo y optamos por hacerlo con cerámicos. Estoy en el proyecto junto a Julio Saldaña. Los materiales los paga el Ministerio de Cultura y Comunicación de la provincia, y recibimos el apoyo de la Municipalidad de la ciudad. Estamos contentos, ya es un disparador para la gente, que pregunta quién es uno, quién el otro. La iniciativa partió de la unidad penal, y desde adentro nos están ayudando mucho: nos cortan los cerámicos en listones. La obra es cultura y pasa a ser patrimonio del estado. Es arte en la calle, es público, en definitiva, es una defensa del arte. Trabajamos de 6 a 9.30 hs., que es el momento en que se tolera el sol. Pensamos que va a estar listo para el aniversario de la ciudad, a mediados de marzo”.

Néstor Medrano o la experiencia de charlar con un hombre que vive y pinta a conciencia abierta.

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