domingo, 5 de julio de 2015

"Entre Ríos cantada" de Luis Alberto Ruiz

Practicar la lectura es abrir la puerta de los días, es hacer un viaje para así tentar a la vida y a la memoria. Se puede tener o no una pista del destino libro a través de alguna referencia, puede ser un comentario con pinta de anzuelo, o una recomendación explícita, pero aun así hay que hacer el viaje propio para completar la visita. En estos días tomé el libro que desde hace un tiempo relativamente corto ocupa un lugar en mi biblioteca.
El libro tuvo dos dueños anteriores, el primero fue Rubén Derlis, amigo poeta. Pero no fue él quien me lo obsequió, lo hizo su amiga Silvia Rodríguez Paz, licenciada en letras de Paraná, autora de “Leyendas, palabras y letras entrerrianas” (2010). Él se lo había regalado a ella, y ella, en gesto notable y sabiendo de mis intereses, consultó a mi amigo por su decisión de ofrendar el libro: “Entre Ríos cantada”.
Soy de la idea que el lector: su ansiedad es realmente tentada cuando está frente a una antología que contiene una selección de textos literarios de varios autores. Que sea de un solo autor es un paisaje más tranquilo. Una comunidad de almas promete la seguridad del hallazgo.
El antólogo, el hacedor de “Entre Ríos cantada” es Luis Alberto Ruiz. Fue poeta, narrador, ensayista y periodista. Nació en Concepción del Uruguay en 1923 y murió en Buenos Aires en 1987. Anduvo en Buenos Aires haciendo la vida. Trabajó como lector y fue autor de Claridad, la histórica editorial de Antonio Zamora nacida en el corazón del barrio de Boedo. Fue colaborador del diario “La Opinión”. Publicó los siguientes libros: “La pasión que nos salva” (poemas) (1947); “La mujer lejana” (poemas) (1950); “El linaje de los años” (antología poética 1940-1963) (1963) en la que incorpora tres libros: “La canción de las islas”, “La guitarra y el horizonte” y “El pequeño libro de los coloquios”; “La Argentina en la picota” (ensayo) (1966); “Cantos epilogales” (poemas) (1981); “Magia y sacralidad de la poesía” (ensayo) (1985); “El pequeño mundo del poeta” (ensayo) (1984); “Digresión sobre Valéry” (ensayo) (1986); “El primitivismo en la estética surrealista” (ensayo) (1986).
En el libro de Rodríguez Paz se da noticia de un libro inédito de Ruiz: “Historia de la literatura entrerriana”. También se da noticia de la obra en el libro del poeta Juan Manuel Alfaro: “El canto entero de Marcelino Román”, y el poeta Enrique Suárez de Paraná me dio un dato: el original está en la biblioteca provincial y puede ser fotocopiado.
Ruiz comienza de esta manera las “Palabras preliminares” de “Entre Ríos cantada”: “Toda antología supone un riesgo, así como toda poesía es una aventura. Estos dos azares son correlativos de un tercero, el lector, quien, en última instancia, discrimina la mayor o menor validez ‘antológica’ de una selección y perfecciona –agregando o quitando- la nomenclatura dada. Esta antología entrerriana sólo hace uso y alarde de un único mérito: el de ser la primera; y se ha esforzado en cumplir antiguas y nobles aspiraciones, entre otras, las de Guillermo Saraví, Amaro Villanueva y Carlos Alberto Álvarez, que nos antecedieron en el propósito. (…)”.
Luis Alberto Ruiz por Norma Frigerio.
El libro está dedicado a don Antonio Zamora, el editor. Anota Luis Alberto Ruiz en las “Palabras preliminares”, año 1955: “(…) Después de cinco años de ardua labor, muchos sinsabores, pero permanente fe, debemos agradecer el espíritu siempre amplio y la acogida siempre entusiasta de Don Antonio Zamora, que hizo posible esta edición”.
En el “Prefacio” a su libro, Ruiz señala la presencia de Gervasio Méndez, Olegario Víctor Andrade y Evaristo Carriego, los mayores poetas de la provincia en el siglo XIX, a la hora de rastrear los primeros pasos de la poesía entrerriana. Es interesante la descripción que hace de provincia y poesía: “(…) Entre Ríos, en aquella época, era todavía la denominación de una tierra arisca, una patria pequeña que encerraban dos ríos gigantes, y que no se decidía a ingresar sin batalla en la apenas consolidada República. Si existía un perfecto sentimiento provincial en lo que respecta a autonomía política, no podía asegurarse lo mismo de una cohesión entre hombre-poesía-paisaje, lo cual es perfectamente explicable: no había tampoco una tradición poética que avivara una continuidad, o que la exigiera, como en comunidades más antiguas, ni había un solo poeta que señalara un rumbo a las venideras generaciones y les creara –por ese eterno amor al mito de los precursores- un amor al paisaje natal y a sus hombres por medio de la magia poética. (…)”.
A principios del siglo XX se abre la puerta de la poesía entrerriana. La presencia de Rubén Darío en Buenos Aires sacudió la estantería y “el paisaje” se hizo de la mano de los modernistas. En Buenos Aires destacó en primer lugar Enrique Banchs. En Entre Ríos los destacados por Ruiz son: Andrés Chabrillón, Emilio Berisso, Guillermo Saraví, Daniel Elías, Jacinto Zaragoza, y en sus cercanías: Manuel Portela, Luis María Grané, Delio Panizza, Gustavo Caraballo y Ernesto Bourband. Dice Ruiz: “(…) Todos, casi sin excepción, tarde o temprano, pusieron como elemento preponderante de su obra la emoción de la tierra nativa, cantaron a Entre Ríos. (…)”.
Andrés Chabrillón por Norma Frigerio.
Finalmente Ruiz habla de la esencia lírica de la escuela entrerriana: “(…) La sugestión del paisaje está filtrada en las más dispares obras de los poetas que hemos incluido en esta colección. Nuestra singular orografía se ha metido en la médula de nuestros líricos, y la personalidad de nuestro escenario natural avasalla la personalidad del hombre y lo predispone impulsivamente a la contemplación, a la adoración y al canto. (…)”. El autor destaca como poetas isleños a Reinaldo Ros y José María Díaz, de ribereños a Chabrillón y Carlos Alberto Álvarez, de isla y ribera a Ortiz y Mastronardi, de poetas rurales a Marcelino Román, y determinadas obras de Amaro Villanueva, Fermín Chávez, Fernández Unsain, Daniel Elías, Enrique Urquiza Martínez.
En el cierre Ruiz hace una afirmación que me deja pensando: “(…) Por eso la poesía entrerriana se diferencia tan hondamente de la poesía de Buenos Aires o de la vecina Santa Fe, las dos únicas provincias ‘sin paisaje’ del país”. Pienso en muchas de las letras de Homero Manzi, y me pregunto, ¿será tan así?
“Entre Ríos cantada” presenta a cada poeta con una pequeña cita biográfica, y un dibujo donde se resuelve la cara del nombrado. La iconografía está en manos de Miguel C. Defelipe y Norma Frigerio. Hay un solo aporte de Alfredo Terzaga: la apariencia del poeta Alfredo Martínez Howard. Y un detalle, solo un poeta de los 39 citados no tiene dibujo: Diego Fernández Espiro (1872-1912). En la antología aparece Ruiz, el antólogo. En su biografía se lee la siguiente explicación: “(…) Excluido voluntariamente de esta Antología, los editores han estimado que debe figurar en ella (…)”.
Juan Laurentino Ortiz por Norma Frigerio.
A modo de mapa corto de lo hallado, convido el soneto “Paisano muerto” (Este es el campo, 1942) de José María Fernández Unsain: “Ya está cansado para siempre. El cielo / le abre cancha a la muerte que lo pecha, / lo voltea y le parte como flecha / el corazón campero y el desvelo. // Se muere entre paráisos y sin fecha, / quieta la voz cantora por el suelo. / Tal vez haya calandrias y haya vuelo / y esté cercana y linda la cosecha. // El campo es fuerte como siempre y todo / tiene el mismo color y el mismo modo / y la vida desata su canción. // Alzan voz el galope, la guitarra, / y el vientito divulga a la chicharra, / pero él se muere justo a la oración”.
De Carlos Alberto Álvarez (1916-1986) elijo “Romance de la cebadora”: “¿Por qué me ocultas los ojos / cebadora de percal? / En el mate que acarreas / viene el verde de verdad, / el verde que está en tus ojos / y dicen que anda en el mar. // Con el va y viene del mate / -linda de verte acarrear- / se van moviendo las flores / baratas de tu percal. / Y porque contamos cuentos / de color primaveral / bajas las cebaduritas / que tienes para mirar? // Acuarelita del campo / pintadita y sin pintar: / mientras otros amarguean / entre refrán y refrán, / yo me quedo con el verde / de tus ojos sin cebar”.
En cada poeta de esta primera antología de la poesía entrerriana encontré señales que indican el compromiso sincero de la persona con el oficio: un quehacer que necesariamente necesita el tiempo de una vida para fundar las palabras y la música que el paisaje y sus criaturas exige, si de tentar con su imagen la eternidad se trata. “Entre Ríos cantada” es de 1955, pienso ahora en las voces de los poetas que se sumaron en todos estos años. Desconozco si existen otras antologías, si sé que hay nombres para agregar, por ejemplo los de Tuky Carboni, Juan Manuel Alfaro, Ricardo Maldonado.

Practicar la lectura es abrir la puerta de los días, y una comunidad de almas promete, y cumple.

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