domingo, 27 de noviembre de 2016

Historia entre escultores

Durante el primer encuentro de escultores realizado, en octubre, en esta ciudad de Gualeguay, tuve la oportunidad de hablar con el escultor Mario Morasan de Concepción del Uruguay. Hace ya un tiempo que estábamos conectados a través de las redes sociales, pero llegó la oportunidad del apretón de manos.
Mario Morasan
Algunos datos para saber quién es Mario Morasan: escultor y ceramista nacido en 1954. Expone desde 1985 (18 muestras individuales, 50 grupales). Últimos encuentros de escultores en los que participó: 10º Encuentro Nacional de Tallistas, Colón, febrero de 2016; 1º Simposio de Escultores Nogoyá, julio de 2016. Ha sido seleccionado para participar en Salas Nacionales de Buenos Aires, Santa Fe y Río Negro. Obtuvo el 1º Premio del Salón Anual de Artistas Plásticos de Entre Ríos (dos veces: 1995 y 1998); en 1998: 1º Premio y Gran Premio en la “IIº Bienal Internacional de la Costa” (Argentina-Uruguay); en 2009: 1º Premio en el “III Concurso Nacional del Tallista”, en Colón; en 2015 recibió el Premio Itapé de Artes Plásticas. Dictó cursos sobre escultura y escultura en espacios públicos en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Concepción del Uruguay, en la Escuela de Artes Visuales Dr. Raúl Trucco de Victoria, y escultura en el Programa Educacional para Niños con Talentos Académicos en la Universidad de la Frontera de Temuco, Chile. Fue docente de escultura en el Profesorado de Artes Plásticas Cesáreo Bernaldo de Quirós de Concordia y en el Instituto Superior de Arte de Gualeguaychú. En 2013 publicó el libro “La Histórica, Patrimonio, monumentos y escultura pública de Concepción del Uruguay 1783-2011”.
En nuestra charla apareció un nombre: Carlos Hipólito Cúneo, escultor nacido en Gualeguay. Mario me recordó una historia en la que tuvo mucho que ver, y agradeció a Ana Beling, Vicente Jorge Cúneo, Juanita Cúneo y Otto Pedicone.
Carlos Cúneo trabajando en su taller de Eldorado
Morasan es autor de un texto titulado: “‘La madre’ olvidada” (2015), que comienza de esta manera: “Durante muchos años, una escultura de hormigón, que representa a una madre con su niño en brazos, estuvo abandonada en un terreno del Hospital Justo José de Urquiza de Concepción del Uruguay”. A través de una crónica del diario local “La Calle” de 1987 se informó que gracias al trabajo de la Asociación Cooperadora “Dr. Roque Marcó” y la Dirección del Hospital se decidió recuperar la obra para el patrimonio del establecimiento. La escultura había sido donada por la señora Stella Valle de Bonín, y había que hacer una restauración de la obra.  Para el trabajo se eligió al escultor local Alberto Hugo Guinea.
Cuenta Morasan: “En aquel momento yo era ayudante de Guinea en su taller de calle Millán, y recuerdo el estado en que llegó la escultura, estaba muy sucia, le faltaban pedazos y el cuello estaba quebrado.
La escultura fue restaurada y se la emplazó frente a la maternidad del viejo hospital.
Se la inauguró el 18 de octubre de 1987, en un acto en el que fueron oradores el contador Saúl A. Rubinsky y el director del Hospital Dr. Ítalo Max Desideri. La bendición del monumento estuvo a cargo del capellán del hospital, el pbro. Vicente Castelaro.
Hasta aquí la historia conocida. Pero poco se ha hablado sobre el autor de la escultura, de cuándo la realizó y de cómo llegó al viejo hospital esta obra”.
A la mejor manera de un relato de misterio, continúa la palabra de Morasan: “No he encontrado registros o documentación escrita sobre la obra, pero al llegar al taller de Guinea para su restauración, la historia que se relató sobre ella, era que: Su autor fue el escultor gualeyo Carlos Hipólito Cúneo, que a mediados de los años 60 tenía su taller en nuestra ciudad en un inmueble que le alquilaba a la sra. Stella Valle de Bonín.
En ese taller realizó su trabajo de escultor y de docente.
Luego de un tiempo el escultor se fue de nuestra ciudad y en ese taller quedó la escultura de la madre, a la espera de que su autor la retirara. Pasó el tiempo y nadie la fue a retirar.
Así que ante la imposibilidad de quedarse con ella -posiblemente por su tamaño y peso- la propietaria del inmueble la donó a la municipalidad.
Fue así como terminó depositada en un terreno dentro del hospital, olvidada hasta 1987, cuando el director del hospital propone restaurarla y emplazarla”.
La madre
Pero el tiempo pasa y, a veces, las imágenes se hacen eterno retorno: “Pasan los años… el ‘Monumento a la Madre’ luce su blancura ante las miradas indiferentes de las cientos de personas que se llegaban a la activa maternidad del hospital.
Su historia cambiaría nuevamente en el año 2005, con el traslado de las instalaciones del hospital a su nuevo edificio; viene el cierre definitivo del viejo hospital y la escultura cae nuevamente en desgracia. Queda olvidada en el viejo hospital, donde aún se la puede ver entre la maleza con su niño en brazos, esperando ser rescatada”.
Mario Morasan investigó sobre la vida de Cúneo: “Entrerriano nacido el 1º de junio de 1926 en Gualeguay, ciudad en donde cursó la escuela primaria y secundaria. Luego se traslada a Buenos Aires para iniciar estudios de arte.
Perteneció al Taller de Artes Plásticas del Oeste, integrando un grupo de jóvenes para quienes el pintor Juan Carlos Castagnino preparó un programa de estudios de cuatro años que llamó ‘Del dibujo a la Pintura Mural’.
Fue discípulo de la escultora húngara Cecilia Markovic y concurrió al taller de Demetrio Urruchúa, Berni, Policastro y otros grandes maestros de la plástica argentina.
Pasó como alumno libre por los talleres de cerámica en la Escuela Nacional de Cerámica.
Llegó a nuestra ciudad a mediados de la década del 60, donde tuvo su taller y daba clases de cerámica en la escuela Surco de Esperanza. En esa época realizó el Monumento a la Madre del viejo hospital.
En 1971 se traslada a la provincia de Misiones, vivió en las ciudades de Iguazú y Posadas. Finalmente se estableció en la ciudad de Eldorado, donde realizó una intensa actividad escultórica. Desde allí viajaba a las ciudades de Montecarlo y Puerto Piray para desarrollar su tarea de artista y docente.
Falleció en Eldorado el 12 de octubre de 2005, y fue su compañera Ana Beling, la encargada de cumplir su último deseo: que sus restos fueran sepultados en el panteón de la familia Cúneo-Dasso en su amada Gualeguay.
Dice Ana Beling: ‘Eran sus recuerdos los que lo ayudaban a soportar las largas ausencias del terruño’. Cuenta de su amor por su ciudad natal, de cómo disfrutaba recordando su provincia y sus amigos de la adolescencia, escritores, poetas, y pintores como ‘Juanele’ Ortiz (1896-1978), Carlos Mastronardi (1901-1976), Roberto ‘Cachete’ González (1928-1998),  Alfredo Quito Veiravé (1928-1991) y Antonio Castro (1931-2002) entre otros.
Carlos Hipólito Cúneo dejó innumerables obras emplazadas en espacios públicos en ciudades misioneras y de nuestra provincia”.
“La Histórica”, el libro de Morasan, su primera edición, estaba lista en 2011. Le habían prometido editarla desde la provincia, pero nunca sucedió. Por eso lo publicó él mismo, en 2013, cuando dispuso del dinero necesario. En ese momento vivía en Buenos Aires. Hace dos años que volvió a Concepción del Uruguay, donde trabaja en la restauración de esculturas que va a incluir en una edición ampliada de la obra (1783-2016), donde esta vez agrega una segunda parte que contiene la información sobre ‘La madre’ de Cúneo y su biografía. Una vez terminado el trabajo de restauración, completará la segunda edición del libro que piensa presentar en el mes de marzo de 2017. El libro contiene información sobre patrimonio y esculturas en espacios públicos, consta de una parte histórica, otra biográfica; hay información sobre legislación referida al tema; se consigna la historia que representa la escultura homenaje, sea un hecho o un personaje, la vida del escultor, y cómo se decide emplazar la obra; además se da noticia de la historia de las calles, los cambios de nombres, y los vaivenes ideológicos en el paisaje de la ciudad.
Estoy terminando de escribir la nota y pienso en “La madre” de Carlos Cúneo, otro gualeyo entregado al quehacer artístico. Pienso en que esta escultura fue, de alguna manera, olvidada, por primera vez, en la casa de la señora de Bonín. Imagino a un Cúneo ajustado de tiempo y dinero en Misiones, y entonces lejos quedó su anterior refugio. Después se hizo la luz y “La madre” tuvo su lugar en el hospital, para luego ser otra vez olvidada. Sin embargo, quiso la historia que fuera acondicionada y emplazada con renovada fuerza. Hasta que nuevamente su marca de destino dijo presente, y volvió a ser olvidada a partir de 2005. Pienso que empezó su última cuota de silencio, yuyo y soledad, en el que todavía vive mientras cuida de su hijo, el mismo año de la muerte de su creador. Se me estaba haciendo triste la historia de esta madre con tanto olvido cuando me dije: tranquilo, escriba, que Mario Morasan ya la guardó en su libro; me dije: otro loco que cuenta su aldea. Locura feliz la de aquellos que se asoman al arte y cuentan sus historias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario