Durante el primer encuentro de escultores realizado, en octubre, en esta
ciudad de Gualeguay, tuve la oportunidad de hablar con el escultor Mario
Morasan de Concepción del Uruguay. Hace ya un tiempo que estábamos conectados a
través de las redes sociales, pero llegó la oportunidad del apretón de manos.
Mario Morasan |
Algunos datos para saber quién es Mario Morasan: escultor y ceramista
nacido en 1954. Expone desde 1985 (18 muestras individuales, 50 grupales).
Últimos encuentros de escultores en los que participó: 10º Encuentro Nacional
de Tallistas, Colón, febrero de 2016; 1º Simposio de Escultores Nogoyá, julio
de 2016. Ha sido seleccionado para participar en Salas Nacionales de Buenos
Aires, Santa Fe y Río Negro. Obtuvo el 1º Premio del Salón Anual de Artistas
Plásticos de Entre Ríos (dos veces: 1995 y 1998); en 1998: 1º Premio y Gran
Premio en la “IIº Bienal Internacional de la Costa” (Argentina-Uruguay); en
2009: 1º Premio en el “III Concurso Nacional del Tallista”, en Colón; en 2015
recibió el Premio Itapé de Artes Plásticas. Dictó cursos sobre escultura y
escultura en espacios públicos en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la
Universidad de Concepción del Uruguay, en la Escuela de Artes Visuales Dr. Raúl
Trucco de Victoria, y escultura en el Programa Educacional para Niños con
Talentos Académicos en la Universidad de la Frontera de Temuco, Chile. Fue
docente de escultura en el Profesorado de Artes Plásticas Cesáreo Bernaldo de
Quirós de Concordia y en el Instituto Superior de Arte de Gualeguaychú. En 2013
publicó el libro “La Histórica, Patrimonio, monumentos y escultura pública de
Concepción del Uruguay 1783-2011”.
En nuestra charla apareció un nombre: Carlos Hipólito Cúneo, escultor
nacido en Gualeguay. Mario me recordó una historia en la que tuvo mucho que ver,
y agradeció a Ana Beling, Vicente Jorge Cúneo, Juanita Cúneo y Otto Pedicone.
Carlos Cúneo trabajando en su taller de Eldorado |
Morasan es autor de un texto titulado: “‘La madre’ olvidada” (2015), que
comienza de esta manera: “Durante muchos años, una escultura de hormigón, que
representa a una madre con su niño en brazos, estuvo abandonada en un terreno
del Hospital Justo José de Urquiza de Concepción del Uruguay”. A través de una crónica
del diario local “La Calle” de 1987 se informó que gracias al trabajo de la Asociación
Cooperadora “Dr. Roque Marcó” y la Dirección del Hospital se decidió recuperar la
obra para el patrimonio del establecimiento. La escultura había sido donada por
la señora Stella Valle de Bonín, y había que hacer una restauración de la obra.
Para el trabajo se eligió al escultor
local Alberto Hugo Guinea.
Cuenta Morasan: “En aquel momento yo era ayudante de Guinea en su taller
de calle Millán, y recuerdo el estado en que llegó la escultura, estaba muy
sucia, le faltaban pedazos y el cuello estaba quebrado.
La escultura fue restaurada y se la emplazó frente a la maternidad del
viejo hospital.
Se la inauguró el 18 de octubre de 1987, en un acto en el que fueron
oradores el contador Saúl A. Rubinsky y el director del Hospital Dr. Ítalo Max
Desideri. La bendición del monumento estuvo a cargo del capellán del hospital,
el pbro. Vicente Castelaro.
Hasta aquí la historia conocida. Pero poco se ha hablado sobre el autor
de la escultura, de cuándo la realizó y de cómo llegó al viejo hospital esta
obra”.
A la mejor manera de un relato de misterio, continúa la palabra de
Morasan: “No he encontrado registros o documentación escrita sobre la obra,
pero al llegar al taller de Guinea para su restauración, la historia que se
relató sobre ella, era que: Su autor fue el escultor gualeyo Carlos Hipólito
Cúneo, que a mediados de los años 60 tenía su taller en nuestra ciudad en un
inmueble que le alquilaba a la sra. Stella Valle de Bonín.
En ese taller realizó su trabajo de escultor y de docente.
Luego de un tiempo el escultor se fue de nuestra ciudad y en ese taller
quedó la escultura de la madre, a la espera de que su autor la retirara. Pasó
el tiempo y nadie la fue a retirar.
Así que ante la imposibilidad de quedarse con ella -posiblemente por su
tamaño y peso- la propietaria del inmueble la donó a la municipalidad.
Fue así como terminó depositada en un terreno dentro del hospital,
olvidada hasta 1987, cuando el director del hospital propone restaurarla y
emplazarla”.
La madre |
Pero el tiempo pasa y, a veces, las imágenes se hacen eterno retorno: “Pasan
los años… el ‘Monumento a la Madre’ luce su blancura ante las miradas indiferentes
de las cientos de personas que se llegaban a la activa maternidad del hospital.
Su historia cambiaría nuevamente en el año 2005, con el traslado de las
instalaciones del hospital a su nuevo edificio; viene el cierre definitivo del
viejo hospital y la escultura cae nuevamente en desgracia. Queda olvidada en el
viejo hospital, donde aún se la puede ver entre la maleza con su niño en
brazos, esperando ser rescatada”.
Mario Morasan investigó sobre la vida de Cúneo: “Entrerriano nacido el
1º de junio de 1926 en Gualeguay, ciudad en donde cursó la escuela primaria y
secundaria. Luego se traslada a Buenos Aires para iniciar estudios de arte.
Perteneció al Taller de Artes Plásticas del Oeste, integrando un grupo
de jóvenes para quienes el pintor Juan Carlos Castagnino preparó un programa de
estudios de cuatro años que llamó ‘Del dibujo a la Pintura Mural’.
Fue discípulo de la escultora húngara Cecilia Markovic y concurrió al
taller de Demetrio Urruchúa, Berni, Policastro y otros grandes maestros de la
plástica argentina.
Pasó como alumno libre por los talleres de cerámica en la Escuela
Nacional de Cerámica.
Llegó a nuestra ciudad a mediados de la década del 60, donde tuvo su
taller y daba clases de cerámica en la escuela Surco de Esperanza. En esa época
realizó el Monumento a la Madre del viejo hospital.
En 1971 se traslada a la provincia de Misiones, vivió en las ciudades de
Iguazú y Posadas. Finalmente se estableció en la ciudad de Eldorado, donde
realizó una intensa actividad escultórica. Desde allí viajaba a las ciudades de
Montecarlo y Puerto Piray para desarrollar su tarea de artista y docente.
Falleció en Eldorado el 12 de octubre de 2005, y fue su compañera Ana
Beling, la encargada de cumplir su último deseo: que sus restos fueran
sepultados en el panteón de la familia Cúneo-Dasso en su amada Gualeguay.
Dice Ana Beling: ‘Eran sus recuerdos los que lo ayudaban a soportar las
largas ausencias del terruño’. Cuenta de su amor por su ciudad natal, de cómo
disfrutaba recordando su provincia y sus amigos de la adolescencia, escritores,
poetas, y pintores como ‘Juanele’ Ortiz (1896-1978), Carlos Mastronardi
(1901-1976), Roberto ‘Cachete’ González (1928-1998), Alfredo Quito Veiravé (1928-1991) y Antonio
Castro (1931-2002) entre otros.
Carlos Hipólito Cúneo dejó innumerables obras emplazadas en espacios
públicos en ciudades misioneras y de nuestra provincia”.
“La Histórica”, el libro de Morasan, su primera edición, estaba lista en
2011. Le habían prometido editarla desde la provincia, pero nunca sucedió. Por
eso lo publicó él mismo, en 2013, cuando dispuso del dinero necesario. En ese
momento vivía en Buenos Aires. Hace dos años que volvió a Concepción del
Uruguay, donde trabaja en la restauración de esculturas que va a incluir en una
edición ampliada de la obra (1783-2016), donde esta vez agrega una segunda
parte que contiene la información sobre ‘La madre’ de Cúneo y su biografía. Una
vez terminado el trabajo de restauración, completará la segunda edición del
libro que piensa presentar en el mes de marzo de 2017. El libro contiene
información sobre patrimonio y esculturas en espacios públicos, consta de una
parte histórica, otra biográfica; hay información sobre legislación referida al
tema; se consigna la historia que representa la escultura homenaje, sea un
hecho o un personaje, la vida del escultor, y cómo se decide emplazar la obra;
además se da noticia de la historia de las calles, los cambios de nombres, y los
vaivenes ideológicos en el paisaje de la ciudad.
Estoy terminando de escribir la nota y pienso en “La madre” de Carlos
Cúneo, otro gualeyo entregado al quehacer artístico. Pienso en que esta
escultura fue, de alguna manera, olvidada, por primera vez, en la casa de la
señora de Bonín. Imagino a un Cúneo ajustado de tiempo y dinero en Misiones, y
entonces lejos quedó su anterior refugio. Después se hizo la luz y “La madre” tuvo
su lugar en el hospital, para luego ser otra vez olvidada. Sin embargo, quiso
la historia que fuera acondicionada y emplazada con renovada fuerza. Hasta que
nuevamente su marca de destino dijo presente, y volvió a ser olvidada a partir
de 2005. Pienso que empezó su última cuota de silencio, yuyo y soledad, en el
que todavía vive mientras cuida de su hijo, el mismo año de la muerte de su
creador. Se me estaba haciendo triste la historia de esta madre con tanto
olvido cuando me dije: tranquilo, escriba, que Mario Morasan ya la guardó en su
libro; me dije: otro loco que cuenta su aldea. Locura feliz la de aquellos que
se asoman al arte y cuentan sus historias.
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