domingo, 9 de abril de 2017

Maxi Crespo: Gualeguay abstracto

Supe de la existencia de Maximiliano Crespo a través de unas pocas líneas en el capítulo “Nuevos pintores en Gualeguay a fines del siglo pasado” del libro “Formas y colores de Gualeguay” (Ediciones del Clé, 2004) de Nidya Rampoldi, Patricia Míguez Iñarra y Daniel A. Gabriel: año de nacimiento, estudios, primeras muestras. Hará un año largo, me encontré con Maxi en persona, en el Museo Quirós. Recuerdo que hablamos sobre los alrededores de la pintura, y mucho me agradó la charla con una persona joven que estuviera tan bien ubicada en relación al oficio. Aquella vez Maxi me dijo que estaba saliendo de un período de inacción, de un “parate”, como comúnmente se llama a esos momentos en que la persona que intenta transitar los territorios del arte, se toma un recreo. Contaba la experiencia con tranquilidad, con la naturalidad con que puede referirse un pintor con muchos años, y a conciencia, en el oficio. Maxi era una persona a entrevistar.
Hace unos dos meses, leyendo “Cronosíntesis” (Eduner, 2016), libro que presenta una selección de las notas periodísticas que Emma Barrandéguy escribiera para la página cultural del diario El Debate Pregón, leo la nota titulada “Dispuesta a comprender” (1 de abril de 2001) y otra vez me encuentro con Maxi: “(…) Y en cuanto a Maxi Crespo, quizás menos negro atraería más la mirada. (…)”. Fue entonces el tiempo de su palabra.
El territorio artístico elegido por Maxi es la sintonía de la abstracción. Una mirada “otra” que algunas veces funda un universo completo de sustancia y formas: universos escondidos; y en otras se permite ubicar trazos que dicen de la presencia de aquello que no está oculto: claras señales dentro de lo figurativo. Pregunto por su receta de trabajo: “Trato de dibujar y pintar 6 horas diarias, corridas. Se me complica por el trabajo; soy empleado de la Municipalidad a la mañana y también trabajo por la tarde. En el día se hace difícil, así que trabajo de noche, tranquilo. Por eso la presencia del negro en el dibujo; el contraste, eso te lo da la noche, la luz de la lámpara. Después miro los trabajos a la luz del día y pienso en qué puede faltarles. Estoy cómodo en la noche. Hace 4 años que vengo dibujando. Muchas veces arranco un trabajo pensando en un objeto: un libro, un pescado, un árbol, el agua, el ambiente en el que me muevo todos los días, pero no lo pienso desde lo figurativo, lo pienso desde la abstracción, trato de construir en mi cabeza de otra forma. Lo voy resolviendo durante el día. Sé que se pierden oportunidades, horas, pinturas; sé que mientras lo estoy pensando podría estar ejecutándolo. Cuando llega el momento de hacer ya hay cosas que perdí. Puedo bocetar algo a la ligera, pero no me concentro. Necesito de la tranquilidad”.
Sobre su oficio y su regreso desde el “parate”: “Vengo de trabajar 6 hs. por día durante 4 años, y antes estuve 3 o 4 sin hacer nada. No pasé de hacer algunos bocetos. Bueno, eso un día vuelve. Empecé con birome sobre cartón, como en los comienzos en la escuela de arte; me gustó el desafío de la birome porque no podés retroceder, eso me fue dando seguridad. Cada línea debe estar como la pensé o como la razoné durante el día, para que el dibujo tome la forma que quiero. Si fuera con carbonilla o grafito, podría volver, pero con la birome o marcador indeleble, o tinta china, no. Cuando el negro satura, aparece el color”.
La presencia de lo negro, pregunto por la oscuridad: “Es mi forma de ser. No conocía lo escrito por Emma. La presencia de lo oscuro, el negro, en mis trabajos, en mi búsqueda, es lo que me ha ido marcando. Veo trabajos de hace 10 años, y hay una presencia de ese pasado en mi trabajo actual. Creo que pude evolucionar, pude darle un sentido a ese negro que señala Barrandéguy. Es poder marcar dentro de mi trabajo situaciones que tienen que ver con mi vida cotidiana. Otros se expresan mejor con el color. El negro es la guía que llama a lo cálido, que está siempre presente”.
Consulto sobre el “parate”, el recreo: “Tuvo que ver con el laburo, me exigía más tiempo. No vivo del arte. Lo hago para expresarme y liberar presiones. Decidí robarle tiempo a mi vocación, que quitarle horas a mi familia. Se sumó a esto que lo que estaba haciendo no me gustaba. Lo que veía y sentía durante el día no lo podía llevar al dibujo. Paré entre 2008 y 2012. Pero en ese tiempo, además del trabajo, lo dediqué a una vida de aire libre, que siempre hice desde chico, la fortalecí. Conocí lugares en Gualeguay que creo conocen pocas personas, eso me ayudó a crecer, a ver el Gualeguay desde otro punto de vista, y a entender el mundo. Y cuando volví al dibujo lo hice con total placer. Fue tiempo de cargarme; después empezó a salir la obra”.
Pregunto por sus inicios, por la fundación de una manera de pintar, cómo pintar el río en medio de la abstracción: “Esa es mi búsqueda. Empecé a bocetar y estudiar a los 17 años, pero esto viene de más atrás. Tengo una tía que es ceramista: Rosa Díaz. Yo la ayudaba cuando tenía 6, 7 años. Todo su trabajo era figurativo. Cuando fui a la escuela de arte, la mayoría de mis compañeros hacían lo que veían en el cotidiano: un florero, una silla. Yo no veía solamente la silla, veía el defecto y trabajaba sobre él, que le faltara un pedacito o la presencia de un clavo, eso me fue llevando a buscar el más allá de cada momento, de cada figura. Hay un lugar no visible, está, lo que pasa es que hay que verlo”.
Maxi Crespo es un amante de la pesca. La actividad aparece como cercana al arte: lleva a estar en solitario, y en ese estado a la reflexión, al encuentro con uno mismo, a tener noticia de las almas que nos forman. Maxi abstraído en el paisaje, pensando: “El río, con los arenales y el verde, es el psicólogo perfecto; el silencio que encontrás ahí es único. Te encontrás con vos, te sumergís. Me salva la familia, los afectos, el arte y la pesca, o la pesca y el arte. Nací en Gualeguay, a los diez años la familia se fue a Concepción del Uruguay; volví a los 17 y me dediqué al dibujo y el estudio. Conocí a María Rosa, mi mujer, ella escribe, tenemos 3 hijos. Es importante el apoyo que tengo en mi casa”.
Desde aquellos días del origen, Maxi cuenta un hecho que encaja en la sintonía de la obra de Marcel Proust: “En busca del tiempo perdido”: “Todo tiene que ver con el tema de los olores. Nunca tuve necesidad de trabajar de chico, mis viejos nos dieron todo. Pero a los 15 quise trabajar; me lo permitieron mientras siguiera estudiando. Estuve un año de lavacopas y conocí un chico, un poco más grande que yo. Un día lo ayudé a mudar en la casa de los padres una pila de ladrillos, había que llevarla al fondo. Terminamos de acarrear los ladrillos y en el piso quedó todo un polvillo rojo. Me acerqué, y el olor que largaba el ladrillo húmedo me hizo acordar al preparado que hacía mi tía con los ladrillos. Eso me llevó a querer hacer una masa y armar unos cacharros. Ese fue el inicio, ahí empecé a dibujar y pintar, a expresarme. Volvió aquello que había mamado de chico al lado de Rosa Díaz”.
Maxi señala a su admirado: “Soy fanático de Van Gogh. Su pintura tiene que ver mucho con la abstracción. Yo creo que se iba de donde estaba y se colocaba encima de un árbol o de otros objetos, y por eso su logro. Su arte es algo casi invisible de cerca, algo que cobra vida a través de la distancia. Me gusta mucho Kandinsky, y algunas obras de Picasso”.
Consulto de qué manera se ubica en este mundo que nos toca en suerte: el poco interés por el arte, la vida hecha de puros cálculos monetarios, el día fundado en la velocidad y la inconciencia: “Todo lo que uno hace principalmente es para uno mismo. Hay gente que te rodea en este mundo interesado que te dice: qué bien, pero en el fondo piensan que pierdo mi tiempo. Está en uno no dejarse contaminar. Sin este hacer, Gualeguay sería aburridísimo”.
Maxi Crespo ofrenda su tiempo al dibujo, la pintura, la escultura, la cerámica. Sus palabras apuntan a la posibilidad de limar las fronteras entre estas disciplinas. La sensación es que su búsqueda está “en movimiento”: “Me gustaría que mi trabajo pudiera llegar a la exhibición en un lugar público, cerca de donde camina la gente. Mi dibujo tiene mucho que ver con la escultura, mañana bien podría terminar como objeto tridimensional. Pienso en mi trabajo como un proceso”.
Actualmente Maxi Crespo trabaja en el área de Cultura del Municipio, es parte del equipo que dirige el plástico Néstor Medrano. Maxi afirma que Medrano lo ayudó a madurar conceptos del dibujo; y que le gusta su trabajo porque le permite conocer artistas, gente interesante. Señala en primer término a los escultores que participaron en el I Encuentro de Escultores de Gualeguay, en 2016: Mario Morasan, Tacho Zucco, Francisco Mateos, Adrián Bois.
Creo que en Gualeguay no hay un referente en la sintonía del arte abstracto, el territorio por el que transita Maxi. Quirós, Cachete González, Derlis Maddonni, trabajaron desde la vereda de lo figurativo, aunque muchas veces las obras de Cachete y Maddonni dejen puertas abiertas, líneas sugiriendo el misterio, el otro lado de las cosas. No deja de ser un desafío la parada de esquina elegida por Maxi Crespo en la ciudad/río de Gualeguay, por historia, tan cercana a la figuración. Maxi afirma que la presencia de estos maestros lo impulsa a seguir. No hay peso para su pulso, sino la mejor compañía.
Y dice muy bien Maxi Crespo cuando en el momento de pensar en abstracción en este paisaje gualeyo, nombra a dos escritores. Habló de la palabra con aroma de abstracción de Juan L. Ortiz y Eise Osman.

A Maxi Crespo se lo puede ver transitar su aldea en atenta abstracción, hablando lo justo, habitando el silencio, pensando, como si estuviera pescando, como si estuviera pintando con ideas el destino de su búsqueda. No hay en él pretensión de artista, sino la simple presencia de un trabajador de la cultura que vive feliz en su sincero quehacer, su intento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario