domingo, 15 de septiembre de 2013

Los primeros años de la Difusora Popular

La Difusora Popular en 1940: Humberto Alarcón Muñiz, Roberto Marcó y Aron Jajan. Se aprecia el equipo transmisor y la carpa de terciopelo negro que protegía la acústica.
Mientras buscaba datos sobre la confitería El Águila llegué hasta el señor Aron Jajan. Mis preguntas tuvieron respuesta, pero en la charla comenzaron a surgir pistas de otros recuerdos. En la memoria los hechos se encadenan, a veces por pertenecer a una misma sintonía, otras porque simplemente se tensó el hilo maravilloso del recuerdo, y es entonces cuando arroyos impensados pueden volver al río. Jajan nombró la Difusora Popular. Quien recuerda va camino a los 89 años, tiene una memoria envidiable, la voz clara, y lo impulsa una felicidad propia de los hombres que han vivido a gusto.
Señaló la época. Los aparatos de radio eran costosos (se compraban en cuotas), y había pocos entre los vecinos. Junto a la radio de esos años hubo una presencia con historia: “Existió en Gualeguay el sistema de la difusora, que funcionaba a través de parlantes metálicos repartidos en la ciudad. Se pasaba música, información y publicidad. A la calle Sarmiento, entre Maipú y Belgrano, la vereda del oeste, la llamo la cuadra de las difusoras. En la esquina de Sarmiento y Maipú últimamente estaba la peluquería de Lombardi, y en la esquina con Belgrano el negocio de Pérez Arzuaga. Más o menos a la mitad de cuadra existía, a principios de la década del 30, la Propaladora Sarmiento de Enrique Sturzenegger, uno de los primeros pilotos civiles que hubo en Gualeguay. Tenía cuatro o cinco parlantes en la zona del granitullo, el viejo empedrado. En la esquina de Sarmiento y Maipú nació el 1º de febrero de 1935 el diario ‘El Día’, que apoyaba a la UCR, y cuyo primer director fue el doctor Miguel Aguirrezabala. ‘El Día’ colocó una torre de doce metros de altura para poner una sirena, al estilo de lo que fue la del diario La Prensa en Buenos Aires, que sonaba en acontecimientos extraordinarios. Después se agregaron cuatro parlantes en la torre y el diario también fue difusora. Fue ahí donde yo di, siendo muy jovencito, mis primeros pasos como locutor. El diario le compró a Carlos Germano un equipo para pasar música y noticias. De la esquina del diario, diez o quince metros sobre Sarmiento, hacia el norte, había un zaguán, entrando a la izquierda, había una pieza y desde ahí operaba la difusora. Se estableció una especie de sociedad entre Carlos Germano y el diario. Cuando termina dicha sociedad, Germano instala la Difusora Popular una media cuadra más sobre la misma vereda. Alquila un local, la sala de transmisión era una carpa de terciopelo para tener una mayor acústica. Pero nosotros transmitíamos con la puerta abierta a la calle, no había motos, pasaba un auto de vez en cuando, y muchas veces había amigos parados en la puerta”.
Aron Jajan se propone seguir con la descripción de la calle de las difusoras, pero antes recuerda el inicio de la Difusora Popular: “El 1º de enero de 1939 empezaron las audiciones de ensayo: la música era de discos de pasta. Se evaluó el alcance de los parlantes y otros detalles. El 8 de enero se produce la inauguración oficial. Difusora Popular había obtenido una ordenanza municipal que la habilitaba a poner los parlantes. La Municipalidad con esa ordenanza le exigía la difusión del Boletín Municipal, y además el municipio designaba una persona para revisar y autorizar la programación. En ese lugar fue designado el profesor Miguel Lesca, y yo, que atendía el programa de la mañana y a veces el de la tarde, iba el día anterior con un cuaderno donde se detallaba el programa musical del día siguiente, el horario del informativo, etc. Concurrió a la inauguración José Surraco, que era el intendente de Gualeguay, porque el titular, Luis Carbone había renunciado; Carlos Germano, su hermano Rodolfo; el médico Atilio Daneri, concejal; Oscar Henderson que tenía farmacia y que tuvo muchos programas publicitarios; Roberto Marcó, mi compañero ‘speaker’ como se decía antes; y quien pasaba los noticieros que era Humberto Alarcón Muñiz”.

Parlante metálico de la Difusora Popular (Museo Ambrosetti).

Jajan termina con la descripción de la calle: “Germano, que tenía una casa de venta de artefactos para el hogar, donde después se armarían y venderían, en cuotas, las primeras radios, compró, a la vuelta, sobre Maipú, la vereda norte, una casa que al frente tenía vidriera para los artículos de venta, espacio para el taller, un patio grande y al fondo otra edificación donde se ubicó la Difusora. Ese estudio ya tenía paredes de telgopor, no sé si ya se llamaba así. Esa Difusora se incendió, yo ya no estaba. Se perdió una discoteca maravillosa de discos de pasta. La Difusora Popular volvió entonces a la calle Sarmiento, donde ahora están los consultorios médicos 25 de Mayo, es decir enfrente de donde se desarrolló toda esta historia. Ahí terminó su existencia, cuando el advenimiento de la radio en la propia ciudad, en 1973. Por esto llamo a la cuadra de esa manera. Estuve en la Difusora hasta 1945”.
Arón Jajan es un amante de la música, recuerda: “La Difusora tenía una discoteca muy hermosa que se fue formando con música española. Había zarzuelas, en esa época muy de moda: ‘La verbena de la paloma’, ‘La gran vía’, ‘Luisa Fernanda’, ‘La rosa del azafrán’. También muchos cantantes solistas españoles. Fue famoso Miguel Fleta, sobre todo cuando cantaba la jota ‘Te quiero’ de ‘El huésped sevillano’, que es hermosa. Yo quisiera volver a encontrar alguna grabación. Grabaciones de Emilio Sagi-Barba, de la mujer: Luisa Vela. En esa época vinieron a la Argentina las principales figuras de la música clásica: Arturo Toscanini, Leopoldo Stocowsky, violinistas como Jascha Heifetz y Yehudi Menuhin, Arthur Rubinstein en el piano, y hubo un Instituto Argentino de Cultura Musical que grabó muchas de las obras, como por ejemplo las nueve sinfonías de Beethoven, que algunas fueron tocadas por Stocowsky, Toscanini. Había una soprano maravillosa Lily Pons, yo no la vi, pero me contaron que era una persona de físico pequeño, y la calidad de su voz cubría el escenario del Colón. La Difusora pasaba toda esa música y la gente escuchaba, se paraba debajo de esos parlantes. Los domingos a la mañana se daban los conciertos dominicales, yo era el que los pasaba, era interesante porque había comentarios sobre la orquesta que ejecutaba, sobre los distintos movimientos de la sinfonía, información que escribía Carlos Germano, y las consultas que él hacía en libros era por las fechas, lo demás lo hacía al correr de la máquina, sabía mucho”. Por el micrófono de la Difusora desfilaron artistas muy conocidos y famosos: Pepe Iglesias “El zorro”, la cancionista Amanda Ledesma, el recitador Domingo Rémoli, que vino acompañado de Abel Fleury, célebre guitarrista que después acompañó al recitador Fernando Ochoa, y que también formó el conjunto “Las 20 guitarras gauchas”. Cuando se presentó en el cine Variedades la orquesta típica dirigida por Roberto Zerrillo, se la invitó a que tocara en el patio de la Difusora. Jajan dice que tuvieron que usar un cable más largo para acercar el micrófono.
La Difusora Popular tenía cuatro parlantes en la Plaza Constitución, había en la calle Maipú, en la Plaza San Martín, y en muchos lugares de la calle San Antonio. Los jueves por la noche, en verano, se conectaban los parlantes de la plaza Constitución, y uno de los pocos médicos que había en Gualeguay daba una conferencia. Se transmitía por más que estuvieran cayendo piedras; cuando llovía, a menos que un vecino abriera la celosía, nadie los escuchaba. Cuenta Jajan de uno de esos días: “Jorge Núñez era pianista. Fue periodista, y después director de una radio de Concordia. El Gallego, así le decíamos, iba siempre. Un día de tormenta estábamos los dos solos. Le digo: Tocate algo en el piano, anuncio la obra, voy a decir que es un solo de piano. Lo desafío: ¿Te animás a tocar la Rapsodia Húngara Nº2 de Listz? Dijo que sí. El Gallego hizo lo que quiso con el piano, y ese momento quedó sólo para nosotros”.
La Difusora era parte de los actos patrios. A ella concurrían el jefe del regimiento 3 de Caballería, el intendente, el jefe de policía, el párroco, que en esa época era Manuel Peralta. Se pasaba el himno, se decían unas palabras, y después el grupo de notables iba a la gala en el Teatro Italia. La Difusora tenía presencia en la sociedad, era una institución.
El memorioso da un jugoso detalle técnico de aquellos días: “La corriente eléctrica en Gualeguay era continua, no alternada. La continua tenía el inconveniente de la oscilación del voltaje, entonces nosotros hacíamos lo siguiente con los discos de pasta de 78 revoluciones por minuto. Antes de empezar la programación, colocábamos un papelito entre el plato y el disco. Dábamos marcha y contábamos las veces que el papelito nos pegaba en el dedo durante un minuto, si daba 78, bien, si daba menos, movíamos la palanquita para darle un poco más de velocidad, y si era 80, la bajábamos”.
Jajan destacó una actividad más de la Difusora: “Hubo un ciclo que se llamó ‘Ensayos’, una especie de certamen para los artistas locales, donde iban cantores de Gualeguay, algunas, pocas, cancionistas, me acuerdo de Amalia Campodónico. Se nombró un jurado integrado por figuras calificadísimas: Fidel Díaz, profesor de música de la Escuela Normal, un profesor de música que había llegado a la ciudad, Landazábal, que daba clases a domicilio, y el pianista Serra. A los participantes se les daba algún reconocimiento, pero la finalidad era mostrar los valores que tenía Gualeguay. Si bien vivíamos de la publicidad, Difusora Popular fue un medio de difusión cultural que para esa época fue muy importante”.
El contacto con la música provocó una marca feliz en la vida de Aron Jajan. Primero el gusto como oyente, y después, gracias al trabajo, conociendo a los hacedores principales del arte: “Escuchar música, ir a conciertos, escuchar a gente que sabe hablar, el trabajo terminó siendo un gusto, un placer”.
Mientras charlábamos en su casa, Jajan decía que así como él quiso enterarse en su momento de cómo había sido el ayer, hoy también puede haber jóvenes con ganas de saber cómo fue la Gualeguay del pasado. Habló con cariño de la Difusora, un sistema de difusión que hoy bien se podría tomar como una ficción literaria. Hablamos mientras que en muchos lugares, adentro y afuera de las personas, la velocidad se lleva puesta la vida. Fue un encuentro para hacer memoria por la memoria.
Jajan recordó: “Un día apareció en Gualeguay, no me acuerdo cómo se llamaba, olvidé su nombre hace tanto, un español, un cantante, que andaba linyereando. Lo llevamos a la Difusora y cantó la jota ‘Te quiero’. Fue una delicia. Nunca más supe de él”.
Hacer memoria significa tratar de salvar vivencias. Jajan confesó que no puede detener el almanaque, pero sí puede sentirse más joven contando historias.

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