domingo, 12 de octubre de 2014

Pepe Piaggio en el escenario



La charla se dio de manera amena, el aire que flotaba sobre el escritorio contenía la confianza necesaria para que las palabras salieran de ronda, o a escena, como diría José Manuel “Pepe” Piaggio, director de teatro: el entrevistado. Hombre de palabra e ideas simples, un tipo alejado de toda pose: no parece sufrir de problemas de ego, no presenta ningún tipo de maquillaje intelectual. Es un hombre que dedicó la vida al teatro, su oficio, y que en el “mientras tanto” de la pasión hizo la vida dentro de su barrio: Gualeguay.
Puede afirmarse que Pepe no es nacido en la ciudad, y esto es cierto, pero entre los años que lleva en ella y los datos del principio de la historia de los Piaggio en el país, se me ocurre pensar que la susodicha afirmación queda un tanto fuera de lugar: “Mi bisabuelo Filippo Piaggio, italiano, vino a Gualeguay en 1860, y enseguida nació mi abuelo, José Alejandro, y el último de sus hermanos: Francico. Mi abuelo se casó con María Mihura en 1890, y en 1892 nació mi padre: Felipe Gregorio. Mi padre decidió estudiar y se fue al Nacional de Concepción del Uruguay, vivió en La Fraternidad pero no le gustó y se volvió. Emprendió viaje a Buenos Aires, se fue a San Fernando en 1909. Empezó estudios en el colegio Mitre, pero dejó. Mis abuelos vendieron una casa en Puerto Ruiz y lo siguieron. Compraron una casa en San Fernando donde nacimos con mi hermana. Soy del 47. Mi viejo se empleó en el Ministerio de Economía. Se jubiló en 1953. Falleció en 1954. Él quería volver a Gualeguay, era su objetivo después de la jubilación. En 1969, un hermano de mamá estaba muy viejo y deseaba que nos viniéramos. Así lo hicimos. Desde 1969 mi hermana, mi vieja y yo vivimos en una casa que está frente a la plaza Constitución. Mi vieja murió en 1998”.
Pregunto por los inicios de Pepe en el teatro: “Cuando llegué a Gualeguay, la primera en hablarme para ingresar al teatro La Escena fue Pitina: Albertina Sara Quintana de Olhaberry”. Quise saber quién era Pitina y el teatro La Escena: “El teatro La Escena empezó a funcionar alrededor de 1961/62. En esa época el teatro Italia estaba alquilado a la Compañía Exhibidora del Litoral que distribuía películas. Monopolizaba las salas para evitar competencia y cerraba las que no le servían. Eso pasaba con el teatro Italia. Pitina era el teatro La Escena, era además presidenta de la comisión de cultura, y a fines de los 60 convenció al Intendente R. Sciutto que alquilara el teatro para cultura municipal. Así lo hizo y de esa manera ella dispuso del teatro por muchos años”. Piaggio continúa con su historia, donde el azar o el costado mágico de los días hizo de las suyas: “Pitina me llamó. Dije ‘bueno’, pero sin darle importancia. Yo no tenía nada que ver con el teatro. Me encontró en un curso de relaciones públicas en el Club Social. Le parecí interesante. Un día de un invierno que no había nada para hacer, me dijo que por qué no iba para manejar el grabador. Fui, y terminé actuando. Año 70. Integré el grupo que estaba haciendo ‘Fiebre del heno’ de Coward, y después hice un reemplazo, y al año siguiente nos presentamos en la muestra provincial de teatro en Paraná. En esa época se hacían muestras provinciales todos los años. Mucho después Feliciano Rodríguez Vivanco: Chocho, fue director de cultura de la provincia y propuso que la muestra se hiciera en los departamentos que la pidieran, y así se hizo. Chocho también fue integrante de la comisión de cultura de Gualeguay. En el 73 pidieron de Gualeguaychú a Gualeguay dos jurados para un certamen juvenil de teatro entre estudiantes de algunos colegios. Fue Pitina y Chocho. Cuando volvieron se les ocurrió hacer algo acá, pero que no fuera solo de teatro, abrir el juego a todas las artes posibles. Se reglamentó el Encuentro Cultural de la Juventud para jóvenes, no solo estudiantes, de hasta 22, 23 años. Yo tenía 27. Pitina convocó a los que estaban en el teatro La Escena, y ofreció su espectacular biblioteca para que la usáramos. Dijo que si alguno quería anotarse como director, era la oportunidad. Lo hice. Me llamó un grupo de chicos de la escuela Normal, y así empecé. En el 74 presenté una obra. Tenía una experiencia teatral de 4 años, y además, cuando estuvimos en Paraná, había un director de teatro, que era tallerista y docente, de Santa Fe: Carlos Thiel, tenía mucho respaldo moral e intelectual para lo que estaba haciendo. Vino algunas veces a Gualeguay, y sembró unas bases muy lindas de taller de teatro. Con todo esto me largué a dirigir”.
Pepe remarca dos experiencias posteriores: “En el 85 hice un taller con Norman Briski en Buenos Aires. Fue una muy buena experiencia. Duró un año, iba todos los lunes. Briski me aportó una parte de técnica muy rica. En 2006 hice pedagogía teatral con Raúl Serrano”.
Pregunto si pensó en salir de esta ciudad: “En ningún momento salí de Gualeguay, desde el vamos todo lo que hacía lo hacía pensando en este lugar. Briski me dijo: Por qué no te quedás, por qué no te venís acá, qué vas a hacer en Gualeguay. Le dije que yo fui para aprender, no para quedarme, para proyectarme en Buenos Aires. Fui a adquirir un conocimiento para volcarlo acá. Pude haberme ido, pero no lo hice, y creo que no sé todas las razones de la elección. Yo me sentía cómodo en Gualeguay”. En relación a la figura de la ciudad, Pepe dijo: “En Gualeguay hay un atractivo: es la gente. Pitina decía algo que no era del todo mentira: ‘Gualeguay es el gran osario nacional’, porque todos se iban, hacían su vida en otro lado, porque Gualeguay no le daba posibilidades, se jubilaban y venían a morir acá, o pedían que los entierren acá. Se quedaban en la memoria con ese amor por la gente y su ciudad”. Mientras lo escuchaba pensaba en que Piaggio nunca se quiso ir, quizá para no tener que volver; tal vez se le grabaron esas palabras dichas por Pitina, tal vez no quiso correr el riesgo que corrió su padre y quedarse sin regreso; tal vez por eso, me digo, se quedó haciendo sus propios escenarios en Gualeguay.
¿Qué fue el teatro en las vidas de Pepe?: “El teatro ha sido todo para mí, porque como no he podido vivir del teatro, siempre tuve una actividad paralela, o sea, el teatro era esa actividad, además tenía un ‘trabajo’: empleado de banco, empleado de una peletera, fui docente: di clases de teatro, fui preceptor, soy maestro mayor de obras, pero todo eso nunca me identificó: para los demás yo era gente de teatro. Alguna vez dije basta, dejo todo, pero no pude, volví a caer. Me gusta el teatro y pude perfeccionarme”.
Sobre el teatro en la ciudad, dijo: “El público que ve mis obras es gente a la que le gusta el teatro, muchos de ellos van a ver teatro a Buenos Aires. Este año ha sido fuera de lo común, ‘Jardín de otoño’ de Diana Raznovich, una comedia, la vieron mil personas. ‘Corpiñeras’ de Miriam Russo, es un drama, tuvo menos suerte. Nunca busco la conveniencia, era una posibilidad para las actrices y la hicimos. Hay un público en Gualeguay que sigue ciertos nombres que hace años están en relación al teatro, como el elenco de ‘Jardín de otoño’, mi última puesta: Patricia Da Dalt, Indiana Bonfanti y José Della Giustina. A esto se le suma lo que mueven los talleres”. Aclaró que en la sociedad gualeya hay, como en todas, prejuicios, y que la bulla palabrera nunca le importó.
Afirma que “El respaldo del escenario no está en los libros”. Parece haber tenido en claro que quería hacerse desde el trabajo. Su extenso historial así lo cuenta. Ha adaptado y dirigido obras de diversos autores: Roberto Fontanarrosa, Humberto Costantini, Eduardo Rovner, Javier Daulte, Griselda Gambado, por citar algunos.
Entre manos tiene un proyecto “Santa Bárbara S. C. A.”, una obra de su autoría. Cuenta Pepe que el origen de la idea está en sus años de empleado bancario. Fue testigo de la caída en desgracia de la economía de muchas personas. Dice que a algunos les pasó por dilapidar aquello que tenían, pero que hubo otros a los que les tocó perder, y que esa variable estaba más allá de su entendimiento: “La imposibilidad de darse cuenta de lo que está pasando”. Cuenta Pepe: “Me parte el alma ver que gente que tenía un muy buen pasar, hoy ande en bicicleta”. Gente a la que le pasó algo, pero no sabe qué. Haber sido testigo de esas historias marcó a Piaggio; él mismo dice que hoy no entiende bien lo que es la economía, y que si él no ha perdido todo es porque decidió, y así pudo oponerse, privarse de casi todo. En la obra se da pista de culpas propias y ajenas en la historia de una familia, pero esto no es lo central, sino el hecho de que no ha quedado nada, ni un elemento que pruebe la existencia de una larga historia familiar. Entre recuerdos del despilfarro y los cambiantes vientos económicos del país, la acción se lleva a cabo en los momentos previos a que los ejecutores de los nuevos dueños tomen posesión de lo material. Bárbara guarda la memoria de la familia, pero también la ignorancia sobre el final que se avecina.
La obra está en proceso de macerado, ojalá asome a la superficie: el escenario del teatro Italia. Todo se hace a pulmón en el teatro gualeyo, Pepe bien lo sabe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario