El nombre del poeta Roberto Santoro ya había
aparecido en estas crónicas junto al del artista plástico Roberto “Cachete”
González. Fue cuando en escena apareció la historia de la primera exposición del
plástico Carlos Alberto Montella en Buenos Aires (1976). Santoro fue amigo de
Carlos Ántola y de Montella. El hijo de Ántola, Federico, fue quien me acercó
el catálogo de aquella muestra. El catálogo mismo es un objeto preciado, ese
librito ínfimo perteneció a Emma Barrandéguy, ella se lo obsequió a Federico.
En dicho catálogo aparece un poema de Santoro
especialmente compuesto para la muestra, y un texto de presentación y
valoración artística de Montella firmado por Cachete. Me pregunté en el momento
de conocer esta historia, si estos dos personajes se habrían cruzado en la
galería de arte, si se conocieron, y si fue así: cuánto, o sucedió que Montella
los reunió en su catálogo, pero nunca se estrecharon la mano.
En Gualeguay todavía existe la casa donde Santoro se
guardara una semana en febrero de 1977, cuando los asesinos de la dictadura
buscaban su rastro. Ántola, Montella y Derlis Maddonni, eran los conjurados que
recibieron al amigo. La casa era de los padres de Ántola, en la esquina de 25
de Mayo y Federación, haciendo cruz con Casa Pardo.
Desde mi Martín Coronado de infancia, mi viejo me dio
noticia de que en su biblioteca había encontrado una carpeta, su título: “Lástima
bandoneón”. Me dijo que entre los plásticos que participaban figuraba Roberto
González.
La carpeta llegó a Gualeguay. Está sobre mi
escritorio mientras escribo este relato. Tiene medidas generosas: 30 cm de
ancho, 42 de alto. Al verla recobré su imagen. Recordaba haberla visto en la
biblioteca allá lejos y hace tiempo, en mis días de muchacho. En su interior:
escritura y pintura.
“Lástima bandoneón” Al recuerdo de Pichuco (1975) es
del sello editor: Ediciones Hualen. Los editores dan una noticia: “La idea se
trocó en intento, éste en realidad; la zozobra dio paso a la esperanza, luego
al éxito. Nadie dijo no. Escritores y plásticos aceptaron el reto con el celo y
gozo propios de los que saben que su afán tiende a una meta cierta: el poner de
manifiesto lo nuestro, lo que somos y de qué nos nutrimos.
Difícil es, para quienes planearon el decir de “lástima
bandoneón”, explicar al destinatario el porqué no encontrará citas abundantes
sobre datos biográficos ni aconteceres íntimos y circunstancias que enmarcaron
la vida mundana de Aníbal Troilo; ni tampoco la imagen del personaje que cada
uno de ellos pudiera tener en su recuerdo como imagen ideal o prototipo de
leyenda. Es otro Troilo al que queremos homenajear: al que es esencia en el ser
cotidiano de las cosas, como esos perdidos adoquines rojizos de las calles
suburbanas; al que está latente en los baldíos, ahora cercados por la historia
o en los paisajes corridos por el tiempo; al que nos dio el tema para que se lo
pidiésemos a la última ‘victrolera’ que nos alegró en los años del cuarenta; al
que perteneciendo a la estirpe de los poetas del arrabal y siendo solo y único
fue la síntesis de todos, grandes y chicos; al resultante de una cultura.
(…) Por eso nuestro método. En lo plástico una línea
uniforme, libre, sobre su obra. En lo literario, pantallazos sobre las fuentes
que lo inspiraron.
Quizás exageremos y en lugar de homenajear al
músico-poeta estemos poniendo de manifiesto un pedazo de nosotros mismos. Si es
así, tanto mejor, pues de tal manera queda evidente que Troilo es causa de
nuestro acervo y por ende se confunde con él”.
Los escritores: Fernando Alonso, Francisco Amor,
Enrique Cadícamo, Cátulo Castillo, Humberto Costantini, Homero Expósito,
Horacio Ferrer, Francisco García Jiménez, Raúl González Tuñón, Hamlet Lima
Quintana, Roberto Margarido, Héctor Negro, Ramón Plaza, Ernesto Sábato, Roberto
Santoro, Luis Soler Cañas, Armando Tejada Gómez, Francisco Tomat Guido.
Los plásticos: Carlos Alonso, Pompeyo Audivert, Juan
Carlos Benítez, Néstor Berllés, Omar Brachetti, Rodolfo Campodónico, Carlos
Cañas, Ponciano Cárdenas, Juan Carlos Castagnino, Felipe de la Fuente, Gabriel
Di Toto, Roberto González, Ladislao Magyar, Roberto Paez, Hermenegildo Sabat,
Hugo Sbernini, Enrique Sobisch, Carlos Torrallardona, Demetrio Urruchúa.
La ilustración de Cachete lleva el título: “Con los
duendes”. En las caras de los personajes de Cachete es posible ver universos
plenos de las constelaciones que fundan la vida de cada presencia; parece que
el gualeyo liberara sobre las caras una araña de las chacras enloquecida, y que
a manera de prestidigitadora y memoriosa diosa bordara el destino alrededor de
los ojos. El bandoneonista toca un tango triste y feliz mientras la araña se
hamaca entre las historias de la noche. El poema que acompaña el trabajo
pertenece a Roberto Santoro: Milonga a ras del suelo: “No pregunten por qué
canto / la milonga que vendrá / la calle es para el que canta / como toda la
ciudad. / Ni pregunten si ando triste / la milonga lo dirá / la vida duele de
abajo / por abajo hay que cantar. // Aunque me la nombre el cielo / digo la
pura verdad / la milonga a ras del suelo / es milonga de ciudad. // El cielo de
Buenos Aires / yo no sé por qué será / no se parece a otro cielo / que es un
techo y nada más / le falta lo que ya tiene / le sobra lo que vendrá / qué
cielo más caprichoso / el cielo de mi ciudad. // Aunque me la nombre el cielo /
digo la pura verdad / la milonga a ras del suelo / es milonga de ciudad. // No
canto mirando arriba / soy de abajo porque soy / el cielo de Buenos Aires / es
suelo de mi dolor. / Cuando canto por mi gente / canta un hombre con mi voz /
no canto como me enseñan / yo canto como sé yo. // Aunque me la nombre el cielo
/ digo la pura verdad / la milonga a ras del suelo / es milonga de ciudad”.
Los Robertos dentro de una carpeta, encarpetados. El
poeta Santoro conocía muy bien esa manera de andar. Escribí en 2005: “Con carpetas en la mano caminaba Roberto Santoro, poeta, por las calles de
Buenos Aires. Caminó encarpetado durante 1974, durante 1975 y 1976, mientras
los habitantes de esta tierra se preparaban para ser tan ‘derechos y humanos’.
Santoro era el editor de las carpetas; simples, muy simples, carpetas de
librería papelería, abrochada la pestaña interna para que contuviera las hojas
sueltas, los poemas sueltos de poetas sueltos en esta ciudad de ayer. Doce
hojas, cuatro ilustradas, en la carpeta número 1 del chileno Mahfud Massis, y
doce hojas para la número 38 de Hugo Ditaranto. La primera y la última de la
colección ‘La pluma y la palabra’ de la Editorial Papeles de Buenos Aires.
Desde tiempo antes Santoro venía de carpeta en mano; en 1973, veían la calle
las carpetas de Ediciones Gente de Buenos Aires. Entre ellas, ‘Cuatro canciones
y un vuelo’ de Santoro e ilustrada por el plástico Pedro Gaeta. De poetas
encarpetados, a mano plena de ofreceres, andaba Santoro por Buenos Aires.
Llevaba poetas de la mano, entre ellos: Raúl González Tuñón, Humberto
Costantini, Antonio Requeni, Federico Moreyra, Antonio Aliberti, Néstor Groppa,
Luis Franco, Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo”.
Con los duendes |
El 1° de junio de 1977 un grupo
de tareas de la dictadura se llevó al poeta de la escuela donde trabajaba como
preceptor. Aún figura en la lista de desaparecidos.
Anoté que la última carpeta era
del poeta Ditaranto. Fui testigo cuando la mujer de Santoro, Dolores, le
entregó varios ejemplares al poeta, casi 30 años después. Habían quedado arriba
de un ropero, sin armar, en eso andaba el poeta cuando desapareció. En el
momento de esta suerte de reparación de la historia: lloraban Dolores y el tano
Ditaranto. Yo estaba ahí, el testigo circunstancial, había ido a visitar a mi
amigo y maestro.
Vi a Dolores un par de veces más,
la entrevisté, hablamos mucho, y ella tuvo un gesto: me obsequió la colección
completa de las carpetas editadas por Santoro.
Por eso, luego de encontrarme con
los Robertos en “Lástima bandoneón”, pensé en cuántos lugares más ellos habrán
dado su presente de hermanos, y luego pensé en la colección de carpetas: ¿acaso
Cachete ilustró alguna?
La respuesta fue sí, la número 3:
“Palabra
de honor” de Carlos Enrique Urquía (1921-2003), autor de los libros: “Amistad
en las islas” (1957), “Ingreso en el hombre” (1959), “La cimbra” (1961), “Rama
negra” (1971). Las carpetas de Santoro tenían una particularidad, cada poeta la
abría con una “declaración jurada” donde el propio autor definía su esencia.
Pienso que con seguridad Cachete González suscribiría estos dos pensamientos de
Urquía. El primero: “Luchar contra la realidad, vencerla, salir victorioso”. El
segundo: “El poeta debe estar de parte de los pobres, de los esclavizados, de
los reprimidos, de los traicionados, debe defender heroicamente la fórmula del
pan y la fórmula del amor. / Pero, pobre de él si espera ser poeta por tales
supremas actitudes. / Deberá saber que no se trata de tener razón sino de ‘tener
poema’”.
Ilustración de Cachete para la carpeta de Urquía |
hola! a mi papá ya fallecido le regalaron una carpeta de esas, todavía está en la casa de mamá. Ella la vendería a alguien que le interese y esté en el tema... tenés idea a donde puedo publicar? que sea de acceso a personas que ame el tango y amen a Pichuco. Me emocionó ver la carpeta y los grabados on line! muchas gracias!!!
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