domingo, 15 de noviembre de 2015

Juan Kayayán: fotógrafo de Gualeguay

Fue siguiendo la historia de Catón que llegué hasta un dato: en Gualeguay hubo un fotógrafo llamado Juan Kayayán. Fue Iris Wulfsohn del Museo Ambrosetti quien me dio el nombre y contacto de una de las hijas de este gualeyo: María Rosario (Mary). Kayayán trabajó en una serie de fotos donde retrató a personajes de la ciudad: callejeros, marginales, ante todo: pobres. Catón, el que acompañaba a los muertos, fue parte de aquel arabesco de la memoria.
Charlando con Mary, y tomando como referencia una vieja nota periodística, pude establecer la historia de viaje de Juan hasta su llegada a Gualeguay.
Juan Kayayán (izq.) junto a su hermano en 1914.
Kayayán (nombre de origen: Mirdjan Kayaian) nació el 6 de enero de 1902 en Zonguldak, ciudad ubicada sobre el Mar Negro. Familia armenia, y tierra armenia que luego caería en manos de Turquía (Imperio Otomano). Los Kayayán fueron 5 hermanos: tres mujeres y dos varones. Cuando tenía 7 años la familia se trasladó a Samson. En 1913, durante la primera guerra de los Balcanes (un grupo de países enfrenta al Imperio Otomano), su padre tuvo que ir al frente de batalla. Tiempo después el pueblo fue atacado y la familia huyó a los montes cercanos. En medio de la desesperación Juan se perdió. Quedó solo, sin saber nada de su familia. Vivió luego como refugiado o prisionero en Batum y Tiflis (Rusia). Fue prisionero en Constantinopla. Durante la guerra greco-turca estuvo a punto de ser ejecutado en Hereil por su presunta vinculación con los griegos. Siempre recordó la fecha: 12 de marzo de 1920. Fue liberado. La Armenia de Kayayán quedaría luego bajo el dominio de la revolución bolchevique, sería parte del bloque de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Juan abandonó Turquía, vivió en Rumania, Bulgaria, Bélgica, Grecia y Francia. En este último país estuvo varios años: fue mecánico, comerciante, conductor, y por último fotógrafo. Se estableció con un negocio en Marsella. En esas vueltas que a veces tiene el destino, ocurrió que una persona le preguntó si tenía parientes en París. Juan contó su historia triste. Esta persona le dio el dato de que en París había una familia con el mismo apellido. Así se reencontraron. Dejó el negocio a la familia, y se fue a trabajar a Roma como conductor. Allí su jefe le habló maravillas de la Argentina. No era fácil entrar desde Europa, pero sí desde Uruguay. El 10 de abril de 1928 embarcó en el vapor Mendoza hacia tierra charrúa. Trabajó como fotógrafo en la zona del cerro de Montevideo. Después pasó a Fray Bentos, y por fin a la Argentina: Buenos Aires. Desde la gran ciudad partió hacia Entre Ríos, primero estuvo en Holt, y más tarde se fue acercando a tierra gualeya. Juan se casó en Gualeguay con Celestina Mansilla, y tuvieron 8 hijos: 5 mujeres y 3 varones.
Celestina Mansilla.
Mary no recuerda fechas, por ejemplo, la que marca la llegada de su padre a Gualeguay. Sabe Mary que antes de instalarse en la ciudad, anduvo mucho por los campos cercanos. La pista temporal la encontré en el blog “La botica del diablo” de Jorge Surraco Babino, otro de los hijos memoriosos de Gualeguay. En el blog aparece una fotografía tomada por Kayayán en el establecimiento de campo La Dolores el 21 de noviembre de 1934. Allí ya decía presente (sello al dorso) el nombre La Moderna, el negocio de Juancito ubicado en Belgrano 500, esquina 25 de Mayo.
Mary conserva un relato de vida de su padre, un cuaderno manuscrito: “Yo soy la única que le entiende la letra, ahora hace mucho que no lo leo, lo estoy pasando a la computadora. Estando enfermo escribía en la cama. La historia quedó sin terminar. Está escrito en lápiz. Lo leí hace años”. Esta memoria escrita tiene un origen de novela. No se sabe quién fue el primero en enterarse de la historia de Kayayán, pero el hecho es que el director de cine Fernando Ayala, el escritor Juan José Manauta y el actor Hugo del Carril, se interesaron por el relato: “Mi papá le dijo a Manauta: Yo no sé escribir. El escritor le dijo: Usted escriba que nosotros lo arreglamos. Manauta vivía a media cuadra de mi casa. Papá escribió como pudo, parte en español, parte en armenio. Interesaba su historia de vida, él estuvo en tres guerras. Cuenta hechos, cuando atacaron los turcos, su vida hasta que llegó a Francia. Mi papá tenía muchas cicatrices en el cuerpo, lo habían lastimado mucho. La idea de hacer una película no llegó a nada porque mi papá se enfermó y cayó en cama. Recuerdo que iba mucha gente a verlo, hasta religiosos, y mi papá no lo era. Los conocí a los tres, hasta a Hugo del Carril, que iba a ser el protagonista. Fueron al negocio, cuando todavía estaba sobre calle Belgrano”.
Juan Kayayán tomando mate.
Pregunto por las pistas que Mary guarda del principio de la historia en Entre Ríos: “Mi papá llegó al país con otros armenios, y no sabía ni una palabra en español. Hablaba 5 idiomas, menos el que necesitaba. Él estuvo en Entre Ríos caminando por los campos, sacando fotos, y se encontró con una francesa, que fue la que le empezó a enseñar un poco el idioma. Aprendió de entrada, por necesidad, a decir: 1 peso foto. Así caminó por los campos hasta que pudo hacerse del dinero con el que instaló el negocio: La Moderna. Después conoció mucha gente, y sacaba fotos a la alta sociedad, estaba entusiasmado”.
Mary es de 1943, no sabe cuándo su padre empezó con La Moderna, pero sí cuenta detalles de la historia del negocio: “Mi papá compró una casa en San Antonio 19, donde funcionó La Moderna cuando dejó la calle Belgrano. También compró el 21, donde funcionaba un negocio de venta de fantasía fina. La casa del 19 era enorme, era negocio y vivienda familiar. Al fondo había dos laboratorios, uno muy grande. Cuando falleció mi papá, al tiempo, yo me casé”. Los registros de la ciudad cuentan que Carlos Kayayán, hijo de Juan, pidió la baja del negocio el 16 de junio de 1969, y que Juan, el hijo menor de Juancito, lo reabrió en 1974 y llegó hasta 1980.
Padres de Kayayán: Elizabeth Tchitakian y Gababed Kayaian.
María Rosario, la mayor de las 5 mujeres, trabajó en el negocio junto a su padre: “Mi trabajo consistía en ir a limpiar por la tarde las vidrieras del negocio, los espejos. A la mañana estudiaba. Luego íbamos al laboratorio. Me enseñó a hacer fotos, a revelarlas, a fijarlas, lavarlas, darle brillo, el papel era brillante, hoy creo que ya no se usa. También había placas con papel seda. Poco a poco fui aprendiendo a sacar fotos en el estudio, con reflectores. Sacaba todo tipo de fotos mientras mi papá hacía otras cosas en el laboratorio. Después me tocó salir para sacar fotos afuera. También ayudaban otros hermanos, los mayores. Porque mi papá venía enfermo, no sé qué es lo que tuvo, pero estuvo en Rosario dos meses. Con mi hermano mayor teníamos que trabajar, mantener la casa, y mandar el dinero a Rosario. Yo me encargaba del negocio y de la casa también, porque mi mamá tampoco andaba bien. Tuve que dejar la secundaria. Cuando papá volvió estuvo un tiempo en cama. Después se enfermó de cáncer de pulmón, fumaba mucho. Recuerdo que al negocio iba mucha gente a hablar con él, lo mismo pasaba en mi casa, que era un hervidero de todas las clases sociales”. Quien hace memoria señala un nombre: “El periodista Arena lo visitaba mucho, le hizo reportajes, él sabía mucho sobre mi papá. No sé si los publicó. Hablaban horas”.
Consulto a Mary si ella recuerda a su papá trabajando en la serie de los personajes marginales, me dice que no; pregunto si sabe de qué manera Kayayán se acercó a la idea: “Un día le llamó la atención esos personajes de bajos recursos, y empezó a retratarlos. Reveló las fotos con sus propias manos. Las enmarcó y las expuso. El día de la inauguración había gente de vereda a vereda, en el local de calle Belgrano. Cuando pasamos a San Antonio quedó como exposición permanente”. Jorge Surraco Babino en su blog tiene un dato: El fotógrafo trabajó en la serie alrededor de 1942, y la inauguración de la exposición se anunció el 11 de diciembre de 1951 en el diario El Debate. La historia cuenta que en Armenia la familia Kayaian tenía un buen pasar, perdieron todo a manos de los turcos. Luego Mirdjan pasó por cantidad de necesidades. Llegó a la Argentina, a Entre Ríos, a Gualeguay -donde descansan sus restos, murió el 10 de octubre de 1968-, y Juan pudo ganarse un buen pasar. Parece que este hombre practicaba la memoria, no olvidó qué era no tener, y qué significaba vivir corrido por los destinos tristes que a veces puede marcar la historia de una sociedad, y entonces retrató a los pobres de Gualeguay, esos personajes que aún hoy se mezclan en los “sucedidos” que los gualeyos cuentan alrededor del churrasquero.
Diario El Supremo (1983), fotos de Kayayán (arriba a la derecha: Catón).
De la famosa serie de personajes solo conozco las que publicó el diario El Supremo en 1983. Las imágenes están en el blog de Jorge Surraco Babino. También guarda el diario María Rosario, pero me dice que las reproducciones se están borrando. Más imágenes que se lleva el tiempo. Lástima que no se hayan tomado recaudos para conservar testimonio del ensayo fotográfico de Juancito. Me digo que tendría que haber aparecido una magia similar a la que regalaron los tres reyes magos que querían hacer una película. Juancito se puso a escribir esa memoria de vida que hoy está a salvo en manos de su hija. Faltaron tres reyes magos que se interesaran por las fotos que tomó de los desplazados, el hombre que sabía qué era habitar solo un costado de la foto.

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