La muerte de Jorge Surraco descolocó mi paisaje gualeyo. En un instante
me ganó la tristeza. El día no volvió a ser el mismo. En medio del sentimiento
amanecido, aparecía una pregunta, una consulta interna. A esta altura de los
días sé muy bien que la vida tiene límite. Sé que los amigos se pueden ir a
vivir a otro barrio. Uno mismo tiene su lugar en una esquina del futuro.
Entonces sentía (porque no era un cuestionamiento solo desde la razón, lo
intelectual) en mi interior una pregunta nacida de una señal objetiva: Jorge
Surraco no era mi amigo, nunca nos vimos personalmente. Nos escribimos a lo
largo de poco menos de un año, y sin embargo, ahí estaba Edgardo, al que
conozco bastante bien, triste, con una pena en el alma, y debiendo una
respuesta al último correo de Jorge.
Al principio no podía creer la noticia. Volví a leer la información dos
veces mientras escribía unas líneas que publiqué en las redes sociales ese
mismo día. Había muerto. ¿Quién había muerto?, un hombre generoso, como
generoso puede ser un buen tipo, y es esta la máxima distinción a la que se
puede aspirar en esta vida. El resto es barullo. Jorge Surraco era generoso,
alcancé a saberlo a través de sus correos. Y todavía más: era generoso en el
terreno de la cultura, donde lamentablemente este proceder no cotiza ni se
practica como debería, o como bien podría esperarse de personas que transitan
ciertas alturas del pensamiento. En todo momento, Jorge, compartió conmigo su
información, su saber, su pasión. Estuvo siempre atento a mis preguntas. En
esto pensaba, y entonces me dije que en estas cuestiones estaba la razón
primera para mi tristeza. Supe que escribiría una nota sobre Jorge, quería
hacer uso de la memoria, una de sus pasiones, una de las mías, y para eso me
dispuse a revisar sus correos. Quise volver a sus palabras, y fue ahí donde
obtuve la respuesta completa a la pregunta aparecida. De manera simple y
natural habíamos establecido un diálogo amigable; y de alguna manera yo le había
realizado la entrevista que pensaba hacerle en un futuro al que nunca
arribaríamos. Nos quedamos sin futuro, el destino quiso entonces que la
entrevista fuera en nuestro pasado, y que permaneciera en la sombra hasta este
momento. La palabra tranquila de Jorge fundó un sentimiento profundo de
contacto entre personas amigas de la memoria, amigas de esas preguntas que no
importan a muchos. Hubo en nuestro intercambio la fuerza suficiente para que se
fundara mi tristeza cuando supe que, en apariencia, no volvería a hablar con
él.
Jorge Surraco |
En uno de los primeros correos (18/02/2015) me decía: “Edgardo: un gran
gusto poder comunicarme con vos. Gracias por espiar mi ‘Botica’ (uno de sus
blogs: La Botica del Diablo). Por mi parte husmeo todos los domingos las ‘Anécdotas
de Churrasquero’, son muy interesantes y me traen recuerdos y personas, la
mayoría que conozco y aprecio.
Vos habitás tu nueva ciudad que es mi vieja ciudad, que me vio nacer y
crecer ‘… y qué ingrato abandoné…’ pero a la que vuelvo periódicamente y con la
que cotidianamente trato de convivir reflejándola en mis películas, mis blogs y
en las páginas que escribo o edito.
Desde hace quince años vivo pegadito al que me parece es tu barrio y
ahora también el mío: Boedo, donde creo haberte visto quizá en algún acto o por
lo menos leído en uno de los periódicos barriales, creo que ‘Desde Boedo’, si
mal no recuerdo”. Qué trueque geográfico: él en mi Boedo, yo en su Gualeguay.
Le pregunté por el Maestro Epele, cuando nada sabía de él, me dijo: “La
llegada de Roberto Epele a Dios por medio de la razón y la especulación
matemática, lo cuenta en el documental que hice, aunque no muy claramente
porque es un recuerdo, el Dr. Alberto Lescá. No pudimos aclarar o comprender
cuál fue el método que usó, aunque me parece que otros filósofos católicos han
incursionado en algo parecido. Mucho del tema no conozco, porque soy agnóstico
y no abordo temas de fe, aunque la vida o el misticismo de Epele me apasionaron
y me llevaron a encarar ese documental, sin haberlo conocido personalmente.
A Epele, de acuerdo a los testimonios que recogí, ni siquiera se le
hubiera ocurrido ordenarse sacerdote. Era un místico excepcional que estaba más
allá de lo administrativo terrenal sacerdotal. Más aún, tuvo serios conflictos
con el clero, especialmente con Peralta, quien era el cura párroco de San
Antonio en la época que Roberto fue director del Hogar Escuela San Juan Bosco.
Si te interesa conocer más de Epele y tenés algo de tiempo, te invito a
ver ‘Conociendo al Maestro Epele’”. Se despedía aquella vez prometiéndome sus
documentales cuando nos viéramos personalmente.
En el correo del 19/02/2015 responde sobre su historia profesional: “Te
cuento que siempre he hecho documentales, desde muy joven. Junto con la
enseñanza universitaria, ha sido mi medio de vida básico, aunque también, para
arrimar un mango más a la mesa familiar he hecho periodismo en revistas
técnico-artísticas de fotografía y cine, además de trabajar como fotógrafo
documental e industrial, aunque las dos primeras actividades (la realización
documental y la enseñanza), ambas, puedo decir que constituyen mi vocación o mi
razón de ser profesional. Circunstancialmente he realizado también ficción,
fuera del circuito comercial.
Con respecto al segundo mensaje, me parece bárbaro lo que hacés con las ‘Anécdotas
de Churrasquero’. No sabía que Gandini (Gustavo) era tu informante. Gustavo es
un tipo sensacional. Hay que empujarlo para que arranque y luego no para. Lo
aprecio muchísimo, más allá de que sea mi primo (su madre era hermana de mi
padre). En realidad hemos superado la razón del parentesco para convertirnos en
grandes amigos en los últimos años”.
Jorge había sumado un poroto más en el truco de la vida: “Tengo una
nueva actividad de narrador oral (prefiero el mote de cuentacuentos) que me
apasiona y me insume mucho tiempo en la selección de los cuentos, su adaptación
o transcripción a la oralidad, para luego llevarlos a bares, teatro/bares,
centros culturales, escuelas y a donde me quieran escuchar. Una especie de
juglar que además me divierte muchísimo cuando siento que la gente se engancha”.
En el correo del 14/03/2015 Jorge se explayaba sobre algunas de sus
ideas, su ubicación frente a ciertas cuestiones. Palabras que lo muestran como
hombre pensante, interesado por el paisaje y sus criaturas: “En cuanto a tu
pregunta sobre los fantasmas queda en parte contestada en el párrafo anterior.
No creo en fantasmas en el sentido tradicional, pero sí en energías que no sé
si están en universos paralelos o se cruzan cotidianamente con nosotros en este
plano. Nuestros sueños, nuestros recuerdos, se dice que son también energía y
creo (aunque lo he comprobado), existen personas con energía negativa y por
suerte la mayoría con positiva, y también algunos que inconscientemente son
chupadores de energía. Son aquellos que después de estar un rato con ellos, uno
queda muy, muy cansado sin haber
realizado ningún esfuerzo y sintiéndose perfectamente bien antes del encuentro.
Pienso por ejemplo: que si una persona por x razones ha estado
manipulando por muchos años una herramienta u objeto, no es de loco pensar que
ese objeto queda cargado de la energía de su usuario o dueño, y que después de
muerto, esa energía queda en ese objeto. Borges tiene algunos cuentos donde
este tema aparece dentro de la trama.
Mi adhesión a la filosofía Taoísta (no a la religión) como al
pensamiento trascendental de los pueblos Guaraníticos y de otros pueblos
originarios, me hace sentir y comprender que soy (que somos) una partícula de
la naturaleza, con el mismo valor de una hierba, un puñado de tierra o una gota
de agua (quizá esta última sea mucho más importante).
Me parece que la concepción del hombre y de la creación del universo que
tienen las tres religiones monoteístas, ha originado un sistema
filosófico/religioso que ha derivado en la emergencia ecológica actual. La idea
de que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios; que es el elegido
entre todos los seres vivientes y en definitiva, el rey de la creación, lleva a
éste a hacer con el planeta lo que se le plazca. Los pueblos originarios que se
sienten parte de la naturaleza, tienen en sus religiones y en su vida práctica,
un profundo respeto por la vida del planeta”.
Jorge Surraco me hizo llegar a través de un amigo mío cinco documentales
de su autoría: “Conociendo al Maestro Epele” (2007/2009), “Vestigios de Ernesto
Silva” (2008), “La galleta nuestra de cada día” (2010), “Diario de un viaje al
País de Las Lechiguanas” (2011), “Senderos de juncos bravíos” (2011). Por mi
parte le envié alguno de mis libros. Quedamos en encontrarnos personalmente, en
Boedo o en Gualeguay, pero la Parca no nos dejó. Debido a ello es que volví a
hablar con Jorge, y voy a continuar en la próxima nota, porque Jorge, además,
se acomodó en las páginas de la novela que escribo. Dos de sus memorias alrededor
de los negocios que tuvo su padre, más el recuerdo de Catón: imágenes que
transformó, alguna de las suertes que guarda el destino más el pulso de este
escriba, en tinta, letra de molde dentro de un manuscrito: relato que guardará,
mañana, un libro. Más historias en la memoria de esta ciudad.
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