Atrás
quedó la chacra gualeya en un recreo más de una lluvia que duraba ya varios
días. Cielo gris que parece haber llegado para quedarse. Día viernes 4 de mayo,
mediodía: 40 minutos de demora en la salida hacia Buenos Aires, y el “lechero”
con falsa cara de Flecha que se tomó casi 5 horas de ronda y fuga.
Dejaba
el refugio en la ciudad/río de Gualeguay, me alejaba de Julia, que preguntaba
cuándo volvía papá, y de Evangelina que saludaba la causa de mi ausencia. Con
un cielo gris en cada bolsillo y dentro de la valija, emprendí el viaje hacia
la gran ciudad, y hacia la Feria del Libro, donde el sábado 5, pensaba,
presentaría mi último libro: “La marca de Gualeguay 1”, aparecido en octubre
del año pasado y en su oportunidad presentado en el Museo Quirós. En el acto se
presentaba el libro, pero en realidad el espacio/tiempo terminó siendo una
charla en torno a Gualeguay: sus modos en la historia, sus modos en la
actualidad, maneras de orbitar alrededor de la cultura y las artes.
La
oportunidad para esta presentación/charla vino de la mano de una escritora
cuyas raíces señalan explícitamente a la ciudad/río de Gualeguay, me refiero a
Leticia Manauta, hija del Chacho, uno de los egregios nacidos en esta aldea. En
abril de 2013 yo llegaba a mi nueva aldea, en esos días el Chacho se recibía de
buen fantasma: 24 de abril, y él había pedido que sus cenizas se guardaran en
su río: el Gualeguay. Se cumplió con su voluntad un día de mayo. No me enteré
del acto, lo supe después a través de la prensa. En aquella nota Leticia
explicaba la razón por la que su padre eligió el Gualeguay. Seguí el impulso y
escribí una nota, seguí el impulso y volví a la lectura de “Las tierras
blancas”. Después llegaron, a través del ciberespacio, las palabras de
agradecimiento de Leticia, y luego la construcción de nuestra amistad.
Fue
Leticia Manauta, Secretaria de Cultura del Gremio UPCN (Unión del Personal
Civil de la Nación) quien, conociendo la aparición de “La marca de Gualeguay
1”, me hizo la invitación para presentarlo en el stand que el gremio tiene,
desde hace 15 años, en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Acepté.
Tenía un libro fresco, recién salido a escena, y le debía el esfuerzo de
contribuir a su difusión. Me defino -tratando de nombrar y dar dimensión al
mundillo literario y editorial- como un escritor en las sombras; la gran
arboleda está regida por el mercado, debajo, en los barrios periféricos,
aledaños, aquellos que trabajamos con la palabra de manera casi artesanal. Soy
un escritor y periodista en la sombra, así como mi padre es un artista plástico
trabajando por la sencilla razón de que el oficio elegido es tan importante
como respirar. Desde hace cinco años se agrega un condimento al revuelto
gramajo que es la sombra, y es que, además, uno entró a ser parte –como siempre
indica el escritor Daniel González Rebolledo- de los escritores de provincia.
Es sabido que en la geografía histórica de este país, las provincias subsisten
bajo los designios de la gran ciudad (recomiendo una lectura más que
ilustrativa: “La cabeza de Goliat” de Ezequiel Martínez Estrada). Decía días
atrás a Cristina Barrandéguy, sobrina de Emma, a quien conocí en Buenos Aires,
que si bien yo estaba medianamente informado sobre poetas y escritores, en
Entre Ríos me había encontrado con poetas notables de quienes no había noticia
en el ambiente literario.
Mario Bellocchio, el autor y Leticia Manauta |
Entonces
acepté la invitación a la Feria como una manera de resistencia; desde las
sombras hay que ocupar los espacios, enseñar la otra poesía, la otra literatura,
y luego, las otras aldeas, una manera de fomentar el conocimiento y la memoria
entre las provincias.
Dije
al público presente que “La marca de Gualeguay” es una selección de notas
escritas, durante casi 5 años, para el diario de la ciudad/río de Gualeguay. Aclaré
que la llamo ciudad/río porque me gusta pensar que, cuando de memoria se trata,
ella es más río que ciudad. Y que de manera natural el cauce de la voz de los
gualeyos presenta una inclinación al relato del paisaje de ayer.
Me
presente: Nací en Buenos Aires, en la maternidad Sardá, viví infancia y primera
juventud en Martín Coronado, provincia de Buenos Aires; viví en los barrios de
San Telmo, Almagro, Palermo, San Cristóbal, y Boedo: espacio/tiempo que tengo
por primera patria. Soy hombre de patrias internas llevar, lugares no
negociables con ninguna velocidad y conveniencia. En la patria de Boedo, donde
mi viejo se hizo hombre, tuve la inmensa suerte de conocer al poeta Rubén
Derlis y al periodista Mario Bellocchio, este último el responsable de la
edición, desde hace 16 años, del periódico “Desde Boedo”. Escribo su contratapa
desde los primeros tiempos. Así a mi escritura le creció una nueva sintonía: el
intento periodístico, y su intención primera fue contar el barrio, la ciudad y
sus personajes. Desde los cafés México, Margot y Cao creció la mirada, se fue
puliendo la escritura.
En
el nuevo paisaje: El mes pasado se cumplieron cinco años de mi mudanza a
Gualeguay, Entre Ríos, una tierra donde nunca había estado. Mi compañera es
gualeya, quisimos salir de Buenos Aires, una ciudad muy exigente, cara, y no
hablo solo de dinero. En Gualeguay se abrió la puerta del diario “El Debate
Pregón” para que yo pudiera hacer con esta ciudad y su gente, aquello que hacía
con mi aldea natal: tratar de contarla a través de su paisaje, su historia, sus
ciudadanos y sus buenos fantasmas.
En
esta sintonía, la amistad de los buenos fantasmas, puedo decir que en esencia
son coincidentes Buenos Aires y Gualeguay. Claro que Gualeguay tiene como
bondad y condena, su tamaño. Al ser más chica, todo el paisaje queda más a la vista,
y entonces aquello que beneficia el descubrimiento de un fantasma, a su vez
colabora en el nacimiento del chisme malvado entre muchos de los habitantes de
la chatura cotidiana. Nada es perfecto. Ya lo sabía.
Entonces
“La marca de Gualeguay” está formado por historias que cuentan, que rescatan
presencias, de ayer y de hoy. Hará un par de años que a la ciudad/río se la
nombró oficialmente como Capital de la Cultura de la provincia de Entre Ríos.
La razón principal para este título, al que todavía hay que dotar de mayor vida,
como a todo sello bonito, es que en Gualeguay ha nacido una cantidad llamativa
de creadores, de trabajadores del arte y la cultura. La cuestión intriga a
primera vista, pero luego de observar los límites férreos de su sociedad conservadora,
se puede entender que desde este caldo de cultivo aparezcan aquellos que
supieron, que saben, de respirar en las orillas, trabajadores de las artes que
con su hacer tratan de resquebrajar la frontera, de emparejar la aldea, y a
través de ella, el país, la región, el mundo. Hay una galería de notables
nacidos en Gualeguay, entre ellos destacan: Cesáreo Bernaldo de Quirós, Carlos
Mastronardi, Juan Laurentino Ortiz, Amaro Villanueva, Isidro Maiztegui, Juan
José Manauta, Emma Barrandéguy, Juan Bautista Ambrosetti, Alfredo Veiravé,
Roberto “Cachete” González, Antonio Castro. En “La marca de Gualeguay” aparecen
algunos de ellos, porque no había intención de hacer un libro que solo se
ocupara de los notables; en sus páginas aparecen lugares de la ciudad/río que
hoy solo existen en la memoria de algunos ciudadanos, y también en el relato
propuesto hay lugar para la historia de trabajadores que hicieron de su oficio
un arte. Recuerdo a Ubaldo Arnaudín, linotipista o Deolindo Romero, lustrador.
Y ellos también aparecen junto a hacedores, trabajadores de la cultura,
creadores, que hoy están haciendo su historia; algunos con una vida de trabajo:
pienso en la poeta Tuky Carboni, en el pensador y escritor Eise Osman, en el
hombre de teatro, novelista y poeta: Daniel González Rebolledo; pienso en
jóvenes con historia: pienso en el músico Chango Ibarra, en el fotógrafo
Fernando Sturzenegger, en el cineasta Mauricio Echegaray, en el plástico Maxi
Crespo, entre otros.
“La
marca de Gualeguay” es la búsqueda de la memoria de una aldea y su gente. Hasta
donde pude saber, nadie había hecho un trabajo como el mío. La escritura, digo
siempre, me salvó la vida, y esto ya me hace feliz; saber que en muchos casos
mi trabajo en Gualeguay salvó ciertas historias del olvido, acentúa esta
felicidad.
La
vida no tiene sentido sin la memoria. Una sociedad no tiene futuro sin la
memoria.
“La
marca de Gualeguay” es reflejo de este pensamiento: No podemos dejar la memoria
para mañana. La memoria debe ser una bandera a defender todos los días. Tener
conciencia de la finitud de la vida, lejos de ser una sustancia para el
lamento, debe ser aliento para nuestras almas. Cada uno puede, y debe,
practicar la memoria, interesarse, colaborar en su resguardo. No hay historia
grande sin las historias de la gente que hizo y hace el relato de cada aldea.
Habiendo guardado en este trabajo: pistas, señales, historias de vida y obra:
de vida cumpliendo con un oficio querido, de vida junto al intento artístico,
siempre será posible el regreso a la superficie del tiempo. Memoria como
sinónimo de conciencia y enseñanza.
Desde
el público llegó la pregunta. Me pidieron que contara una historia, un
personaje, el primero que saliera de mi memoria. Fue cuando, en uno de sus
tantos regresos, apareció Catón, el que acompañaba a los muertos hasta el
cementerio. Ahí estaba yo, contando en medio de la Feria, esta memoria de
gualeyo distinto, habitante de la frontera que separa la vida de la muerte. El
interés fue notable. Se me preguntó por el quehacer cultural de nuestra ciudad,
por sus costumbres. Junto a Leticia saludamos que ciertas costumbres hayan ido
cambiando. Hubo interés por los creadores notables, y la consulta fue qué
pasaba hoy con los jóvenes. Comenté que hay muchos nuevos hacedores, pero que
los trabajos eran en solitario; cuesta la reunión de las distintas disciplinas,
y en ello, creo, tiene que ver la tendencia social de desconexión que resulta
por tanta conexión en soledad, y que también tiene responsabilidad el hecho de
que en muchos oficios el trabajo se desarrolla, por necesidad, en soledad;
habría que activar el después del trabajo y fomentar el encuentro, la reunión,
la colaboración entre disciplinas.
En
la presentación y charla me acompañó el periodista y amigo Mario Bellocchio,
director del periódico “Desde Boedo”, y Leticia Manauta. Fue después del acto
que, de a poco, tomé conciencia de que en realidad había llegado a la Feria
para hablar de mi nuevo lugar en el mundo: la ciudad/río de Gualeguay.
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