domingo, 13 de mayo de 2018

Gualeguay en la Feria del Libro 2018


Atrás quedó la chacra gualeya en un recreo más de una lluvia que duraba ya varios días. Cielo gris que parece haber llegado para quedarse. Día viernes 4 de mayo, mediodía: 40 minutos de demora en la salida hacia Buenos Aires, y el “lechero” con falsa cara de Flecha que se tomó casi 5 horas de ronda y fuga.
Dejaba el refugio en la ciudad/río de Gualeguay, me alejaba de Julia, que preguntaba cuándo volvía papá, y de Evangelina que saludaba la causa de mi ausencia. Con un cielo gris en cada bolsillo y dentro de la valija, emprendí el viaje hacia la gran ciudad, y hacia la Feria del Libro, donde el sábado 5, pensaba, presentaría mi último libro: “La marca de Gualeguay 1”, aparecido en octubre del año pasado y en su oportunidad presentado en el Museo Quirós. En el acto se presentaba el libro, pero en realidad el espacio/tiempo terminó siendo una charla en torno a Gualeguay: sus modos en la historia, sus modos en la actualidad, maneras de orbitar alrededor de la cultura y las artes.
La oportunidad para esta presentación/charla vino de la mano de una escritora cuyas raíces señalan explícitamente a la ciudad/río de Gualeguay, me refiero a Leticia Manauta, hija del Chacho, uno de los egregios nacidos en esta aldea. En abril de 2013 yo llegaba a mi nueva aldea, en esos días el Chacho se recibía de buen fantasma: 24 de abril, y él había pedido que sus cenizas se guardaran en su río: el Gualeguay. Se cumplió con su voluntad un día de mayo. No me enteré del acto, lo supe después a través de la prensa. En aquella nota Leticia explicaba la razón por la que su padre eligió el Gualeguay. Seguí el impulso y escribí una nota, seguí el impulso y volví a la lectura de “Las tierras blancas”. Después llegaron, a través del ciberespacio, las palabras de agradecimiento de Leticia, y luego la construcción de nuestra amistad.
Fue Leticia Manauta, Secretaria de Cultura del Gremio UPCN (Unión del Personal Civil de la Nación) quien, conociendo la aparición de “La marca de Gualeguay 1”, me hizo la invitación para presentarlo en el stand que el gremio tiene, desde hace 15 años, en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Acepté. Tenía un libro fresco, recién salido a escena, y le debía el esfuerzo de contribuir a su difusión. Me defino -tratando de nombrar y dar dimensión al mundillo literario y editorial- como un escritor en las sombras; la gran arboleda está regida por el mercado, debajo, en los barrios periféricos, aledaños, aquellos que trabajamos con la palabra de manera casi artesanal. Soy un escritor y periodista en la sombra, así como mi padre es un artista plástico trabajando por la sencilla razón de que el oficio elegido es tan importante como respirar. Desde hace cinco años se agrega un condimento al revuelto gramajo que es la sombra, y es que, además, uno entró a ser parte –como siempre indica el escritor Daniel González Rebolledo- de los escritores de provincia. Es sabido que en la geografía histórica de este país, las provincias subsisten bajo los designios de la gran ciudad (recomiendo una lectura más que ilustrativa: “La cabeza de Goliat” de Ezequiel Martínez Estrada). Decía días atrás a Cristina Barrandéguy, sobrina de Emma, a quien conocí en Buenos Aires, que si bien yo estaba medianamente informado sobre poetas y escritores, en Entre Ríos me había encontrado con poetas notables de quienes no había noticia en el ambiente literario.

Mario Bellocchio, el autor y Leticia Manauta 
Entonces acepté la invitación a la Feria como una manera de resistencia; desde las sombras hay que ocupar los espacios, enseñar la otra poesía, la otra literatura, y luego, las otras aldeas, una manera de fomentar el conocimiento y la memoria entre las provincias.
Dije al público presente que “La marca de Gualeguay” es una selección de notas escritas, durante casi 5 años, para el diario de la ciudad/río de Gualeguay. Aclaré que la llamo ciudad/río porque me gusta pensar que, cuando de memoria se trata, ella es más río que ciudad. Y que de manera natural el cauce de la voz de los gualeyos presenta una inclinación al relato del paisaje de ayer.
Me presente: Nací en Buenos Aires, en la maternidad Sardá, viví infancia y primera juventud en Martín Coronado, provincia de Buenos Aires; viví en los barrios de San Telmo, Almagro, Palermo, San Cristóbal, y Boedo: espacio/tiempo que tengo por primera patria. Soy hombre de patrias internas llevar, lugares no negociables con ninguna velocidad y conveniencia. En la patria de Boedo, donde mi viejo se hizo hombre, tuve la inmensa suerte de conocer al poeta Rubén Derlis y al periodista Mario Bellocchio, este último el responsable de la edición, desde hace 16 años, del periódico “Desde Boedo”. Escribo su contratapa desde los primeros tiempos. Así a mi escritura le creció una nueva sintonía: el intento periodístico, y su intención primera fue contar el barrio, la ciudad y sus personajes. Desde los cafés México, Margot y Cao creció la mirada, se fue puliendo la escritura.
En el nuevo paisaje: El mes pasado se cumplieron cinco años de mi mudanza a Gualeguay, Entre Ríos, una tierra donde nunca había estado. Mi compañera es gualeya, quisimos salir de Buenos Aires, una ciudad muy exigente, cara, y no hablo solo de dinero. En Gualeguay se abrió la puerta del diario “El Debate Pregón” para que yo pudiera hacer con esta ciudad y su gente, aquello que hacía con mi aldea natal: tratar de contarla a través de su paisaje, su historia, sus ciudadanos y sus buenos fantasmas.
En esta sintonía, la amistad de los buenos fantasmas, puedo decir que en esencia son coincidentes Buenos Aires y Gualeguay. Claro que Gualeguay tiene como bondad y condena, su tamaño. Al ser más chica, todo el paisaje queda más a la vista, y entonces aquello que beneficia el descubrimiento de un fantasma, a su vez colabora en el nacimiento del chisme malvado entre muchos de los habitantes de la chatura cotidiana. Nada es perfecto. Ya lo sabía.
Entonces “La marca de Gualeguay” está formado por historias que cuentan, que rescatan presencias, de ayer y de hoy. Hará un par de años que a la ciudad/río se la nombró oficialmente como Capital de la Cultura de la provincia de Entre Ríos. La razón principal para este título, al que todavía hay que dotar de mayor vida, como a todo sello bonito, es que en Gualeguay ha nacido una cantidad llamativa de creadores, de trabajadores del arte y la cultura. La cuestión intriga a primera vista, pero luego de observar los límites férreos de su sociedad conservadora, se puede entender que desde este caldo de cultivo aparezcan aquellos que supieron, que saben, de respirar en las orillas, trabajadores de las artes que con su hacer tratan de resquebrajar la frontera, de emparejar la aldea, y a través de ella, el país, la región, el mundo. Hay una galería de notables nacidos en Gualeguay, entre ellos destacan: Cesáreo Bernaldo de Quirós, Carlos Mastronardi, Juan Laurentino Ortiz, Amaro Villanueva, Isidro Maiztegui, Juan José Manauta, Emma Barrandéguy, Juan Bautista Ambrosetti, Alfredo Veiravé, Roberto “Cachete” González, Antonio Castro. En “La marca de Gualeguay” aparecen algunos de ellos, porque no había intención de hacer un libro que solo se ocupara de los notables; en sus páginas aparecen lugares de la ciudad/río que hoy solo existen en la memoria de algunos ciudadanos, y también en el relato propuesto hay lugar para la historia de trabajadores que hicieron de su oficio un arte. Recuerdo a Ubaldo Arnaudín, linotipista o Deolindo Romero, lustrador. Y ellos también aparecen junto a hacedores, trabajadores de la cultura, creadores, que hoy están haciendo su historia; algunos con una vida de trabajo: pienso en la poeta Tuky Carboni, en el pensador y escritor Eise Osman, en el hombre de teatro, novelista y poeta: Daniel González Rebolledo; pienso en jóvenes con historia: pienso en el músico Chango Ibarra, en el fotógrafo Fernando Sturzenegger, en el cineasta Mauricio Echegaray, en el plástico Maxi Crespo, entre otros.
“La marca de Gualeguay” es la búsqueda de la memoria de una aldea y su gente. Hasta donde pude saber, nadie había hecho un trabajo como el mío. La escritura, digo siempre, me salvó la vida, y esto ya me hace feliz; saber que en muchos casos mi trabajo en Gualeguay salvó ciertas historias del olvido, acentúa esta felicidad.
La vida no tiene sentido sin la memoria. Una sociedad no tiene futuro sin la memoria.
“La marca de Gualeguay” es reflejo de este pensamiento: No podemos dejar la memoria para mañana. La memoria debe ser una bandera a defender todos los días. Tener conciencia de la finitud de la vida, lejos de ser una sustancia para el lamento, debe ser aliento para nuestras almas. Cada uno puede, y debe, practicar la memoria, interesarse, colaborar en su resguardo. No hay historia grande sin las historias de la gente que hizo y hace el relato de cada aldea. Habiendo guardado en este trabajo: pistas, señales, historias de vida y obra: de vida cumpliendo con un oficio querido, de vida junto al intento artístico, siempre será posible el regreso a la superficie del tiempo. Memoria como sinónimo de conciencia y enseñanza.
Desde el público llegó la pregunta. Me pidieron que contara una historia, un personaje, el primero que saliera de mi memoria. Fue cuando, en uno de sus tantos regresos, apareció Catón, el que acompañaba a los muertos hasta el cementerio. Ahí estaba yo, contando en medio de la Feria, esta memoria de gualeyo distinto, habitante de la frontera que separa la vida de la muerte. El interés fue notable. Se me preguntó por el quehacer cultural de nuestra ciudad, por sus costumbres. Junto a Leticia saludamos que ciertas costumbres hayan ido cambiando. Hubo interés por los creadores notables, y la consulta fue qué pasaba hoy con los jóvenes. Comenté que hay muchos nuevos hacedores, pero que los trabajos eran en solitario; cuesta la reunión de las distintas disciplinas, y en ello, creo, tiene que ver la tendencia social de desconexión que resulta por tanta conexión en soledad, y que también tiene responsabilidad el hecho de que en muchos oficios el trabajo se desarrolla, por necesidad, en soledad; habría que activar el después del trabajo y fomentar el encuentro, la reunión, la colaboración entre disciplinas.
En la presentación y charla me acompañó el periodista y amigo Mario Bellocchio, director del periódico “Desde Boedo”, y Leticia Manauta. Fue después del acto que, de a poco, tomé conciencia de que en realidad había llegado a la Feria para hablar de mi nuevo lugar en el mundo: la ciudad/río de Gualeguay.

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