Hubo
una primera vez en la chacra gualeya. Vi a un payaso habitar el verde con el
verde de su mameluco, que deschavaba artista trabajador, y su remera a cuadros,
emparchada de vida a puro color. Hubo un segundo avistamiento, esta vez, en el
cumpleaños de mi hija Julia. Pintó payaso en el fondo de casa, también en la
chacra gualeya, a últimos días de abril. Vi en el payaso a un tipo feliz en su
trabajo, feliz por estar entre pibes. Vi a un trabajador a gusto, y entonces,
ante la bondad artística del susodicho y la señalada felicidad, fenómeno poco
usual en este presente manejado por “El rey de amarillo” (¡Siguen asustando, Robert
Chambers, tus cuentos macabros!), tuve la intención de hablar con él. Fue así
que en la sala Adrián Tournier de CoopArtE me encontré con Gonzalo Ferrando
(1985), gualeyo que, como primera medida, me aclaró que él, según sus amigos
payasos, es un payamúsico.
Cómo
es que nace y se hace un payamúsico: “Vengo de una familia tradicional. Mi
vieja falleció cuando yo era muy chiquito: Graciela Ana Rosa. La veta artística
sospecho que viene de ese lado: ella era maestra jardinera, y mi abuelo músico:
Aldo Neffa. Soy payamúsico, actor y maestro de grado. Pero en ninguno de los
casos estos caminos estaban en mis planes. Por cosas de la vida estudiaba en
Rosario, hice 3 años en bioquímica; me tuve que volver por cuestiones
económicas y porque el lugar estaba jodido para vivir. Me había ido teniendo
una hija, fui padre a los 17. Volví en 2012 con una oferta laboral que no
resultó. Mi hermana, que tenía un Jardín de Infantes y era docente, me sugirió que
hiciera la carrera docente y empecé. Mi novia, antes del regreso, me había
regalado una guitarra. Aprendí unas canciones. Mi hermana me invitó a probar en
el Jardín. Ese fue el primer contacto con la música infantil y con los niños,
el primer vínculo como payamúsico. Cuando empecé, mis amigos: Cletonto Escopeta,
Granito (Julián) y Cururú (Anita), me motivaron mucho; hicieron una varieté en
2013, y me invitaron a tocar en CoopArtE, fue una primera presentación precoz,
improvisada. Después, cuando faltaba uno de ellos, del grupo Gurí Circo, me
invitaban a participar, era suplente. Hice algunos cursos de clown, música, y
mucho aprendí a través de la observación autodidacta, de mirar; y había además
una base natural”.
Qué
pasa durante una puesta en escena de Chicharrón: “Pasan un montón de cosas por
la cabeza. En ese momento la entrega es total. Siempre intento dar el máximo. Y
hay momentos que son geniales y otros que son feos, que generan incomodidad. Lo
genial está en la sonrisa de los nenes, las carcajadas generales, eso es muy
gratificante; y no hice grandes animaciones, mayormente cumpleaños, alguna en
un barrio a través del Municipio o una varieté en la cooperativa. Lo mejor es
la risa, las carcajadas de los grandes, y alguna cara de asco descomunal; por
ejemplo con la canción del moco, hay gente que no puede creer que la cante. No
a todos le gusta, pero a los pibes les encanta. Quién no se ha sacado un moco.
La incomodidad, sin maldad, pone en evidencia esas caras de asco. Por más
payaso que pueda ser Chicharrón, tiene también su veta docente; si un
trabalenguas no me sale no es que perdí y me frustro, no, nadie nació sabiendo,
la idea es practicar, entender, y animar el intento que puede salir equivocado,
y laburar sobre los errores en libertad; esto también es gratificante. Un
momento feo: el clásico es que cuando estás dando el show, entra uno que llegó
tarde, y pasa delante de todos para saludar al cumpleañero. Vos vas al teatro y
ves a un amigo en la primera fila, no vas a saludarlo. A veces cuesta generar
un vínculo, y si pasa esto justo cuando empiezan a aparecer un montón de cosas,
puede que se te caiga todo aquello que uno venía ensamblando, armando con los
gurises y con los padres: el intento de vincular al padre y al nene, y de poner
al padre en el lugar del nene, es decir, que recuerde su manera de jugar y de reírse,
de olvidarse del miedo al error y aniñarse. Todo eso, en un momento, se puede
destruir. Los nenes son seres íntegros, y busco que el nene pueda ver
interactuando al grande -que no es fácil- con juegos, canciones y trabalenguas;
hay padres a los que muchas veces les cuesta aplaudir”.
Un
payamúsico entra en la mirada general con que gran parte de la sociedad mira
los quehaceres artísticos. Son jueguitos para nenes, pavaditas para los que
además no entienden mucho. Y esta mirada nacida desde la más profunda
ignorancia es aplicada sobre el plástico, el poeta, el escritor, el actor, el
músico, etc.: en vez de ponerse a trabajar, el rejunte de vagos se esconde en
el arte. No importa los años que llevan trabajando, es poca cosa; eso sí, hasta
que queda bien presentarlos como amigos, o cuando a alguno se lo adorna con
cierto renombre. La sociedad de la cáscara y el interés, muestra la hilacha
desde muchas esquinas.
Afirma
Chicharrón: “Estoy muy feliz haciendo mi trabajo, y súper agradecido; apuesto a
que siga creciendo el payaso”. ¿Y los chicos?: “Siempre tuve vínculos, fui de
generar mucha empatía con los gurises. Mi hermana se recibió y abrió un Jardín
en la casa paterna. Siempre estuve jugando con chiquitos, fui muy de payasear. Me
sale natural, no es que me esfuerzo. Después, investigando, encontré a Luis
María Pescetti, que me encanta; su música es muy buena, se ríe el nene y el
grande encuentra cierta picardía, y toca muchos temas escatológicos; esto es
algo que uso, está bueno lo que genera, y se termina con cantidad de prejuicios,
que de niño no existen. Pescetti utiliza expresión corporal, que yo uso más en
una versión clown; hay más juegos cercanos al absurdo, elegí ser más
‘chicharronero’. Una vez vi un match de improvisación y supe que eso era lo que
quería hacer, entonces empecé en el Italia; hace dos años y medio hago teatro
con Nora Cosso. El payaso me llevó a la actuación”.
Es
interesante ver cómo un nombre se va repitiendo en distintos lugares de la
ciudad/río: Nora Cosso como humana presencia, y como sinónimo de teatro: “Con
el teatro me pasó que me encontré, me conocí muchísimo, me ayudó, y también
descubrí que el teatro apoyó mucho al payaso. Me encontré con gente linda que
ofrendaba apoyo. Siempre fue muy positivo, y era algo, un mundo, que yo
ignoraba. Lo primero que hice fueron matchs de improvisación; la rapidez de
agarrar una historia en 30 segundos y terminarla en 3 minutos, ayudó al payaso.
Después apareció un libreto; Nora me propuso hacer la obra, ese año no se pudo,
y al siguiente sí; por primera vez hice un personaje, fue en ‘Malditos todos
mis ex’, una experiencia genial. Aprendí que uno puede hacer muchas cosas, ese
personaje dista mucho del tipo que soy, y a ello se sumaba la ayuda del grupo;
me sentí muy gratificado. Fue conocerme desde otra perspectiva, ser
autocrítico, más consciente de las cosas a modificar. Después todo se aplica en
el payaso. Por ejemplo, pude ver eso de ser ansioso, gritón, y demasiado
ordenado”.
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Foto: Mario Bellocchio |
Gonzalo
Ferrando dice ser un hombre que siempre intenta dar lo mejor, la docencia es
otro de los oficios donde se involucra, entra, se presta, con todo lo
necesario: “Ser docente es como ser el payaso, hay mucho trabajo por atrás; no
es ir y cumplir, y ya está. Eso la gente no lo ve. Un docente no deja de ser un
artista frente a los gurises. Me recibí en 2015, y me llamó una señora que
tiene un hijo con discapacidad, como acompañante, todo un desafío. Ya hace 3
años. Hice un mes en un 5° grado en la Castelli, después 6 meses en un 2° grado
en la Sarmiento, eso fue hermoso. Hoy trabajo en un centro educativo (198) para
la coordinación de jóvenes y adultos de la Departamental de Escuelas y funciona
en el CIC. Es primaria para adultos mayores de 15, y personas con discapacidad
que se integran en los centros. Una diversidad de trabajo grande, y por eso me
empecé a chocar con la realidad que vivían mis alumnos, gente muy humilde, y en
algunos casos muy faltos de amor; si bien hay muchos padres que apoyan, hay
nenes a los que nadie les mira una carpeta; una vez saludé a un nene, lo abracé
y le di un beso, y me miró sin entender; en ese 2° grado generé un vínculo muy
importante. Creo que nuestro sistema educativo no está de acuerdo a la realidad
de los gurises. Se está aplicando otra forma educativa, y está dada en muchos
casos por docentes que no saben usarlo, porque nadie les enseñó, entonces
siguen con el sistema anterior. Entonces no ven, no cambian, no aceptan, y en
el medio los pibes. De todas maneras el docente es el que tiene que ir revisando,
regulando el aprendizaje, algunos gurises van más rápido, otros no, lograr que
los alumnos vayan parejo, y eso lleva mucho trabajo en casa. Por ahí se hacen
muchos cursos por el puntaje, y no para aprender algo que sirva para explicar;
si no te involucrás realmente, si no generás un vínculo, difícilmente se pueda
lograr algo; si no te vinculás, no conocés, si no conocés, no podés amar, y
necesitás amar a los gurises para transmitirles algo, ayudarlos a desarrollar
su capacidad, a aplicar aquello que
saben”.
Chicharrón
afirma sobre el paisaje humano: “En Gualeguay hay una sociedad a la que le
falta crecer; me parece prejuiciosa. No valora, no reconoce todo lo que en ella
hay, y se niega a que la ciudad crezca, está cerrada a que siga siendo pueblo.
Por ejemplo, no hay un apoyo real al arte local. Hay mucha gente trabajando,
pero todavía se mira mal al que es señalado como ‘bohemio’”.
Gonzalo
Ferrando es payamúsico, actor, docente, papá y compañero: tiene una hija de 15
años:
Guillermina y tiene, con Luciana, a Julia de 5 y Luca de 2 y medio. La
impresión es que Gonzalo anda por la vida en libertad, haciendo aquello que le
gusta hacer, un afortunado; es consciente de ello, y se le nota en el mientras
tanto de sus oficios. Lo vi como payamúsico, también sobre el escenario del
Italia, y no lo vi, o sí, porque es cierto que en Chicharrón está presente la
docencia, luego, lo imagino buen maestro, un caminante de una actitud decisiva
en la vida: seguir el impulso de involucrarse en aquello que realizamos, sea en
un empleo simple o en alguna arista que con suerte pueda conducir al arte; todo
se guarda en una vida a conciencia, una vida con identidad.
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Foto: Martín Almada |
De
dónde habrá salido el nombre para el payamúsico, me pregunté hacia el final: “Chicharrón
empezó en la adolescencia, cuando no podía saber que iba a ser payaso; fue un
amigo: me puso Chicharrón dietético porque no existe, una especie de chiste. Cuando
me tocó salir a escena, era Chiche, y me dije: Chicharrón, que hoy se vincula a
la chicharra de verano que grita, con el pan con chicharrón que es repesado. Le
quedó muy bien el nombre al personaje. Viene de ahí: Chicharrón dietético”.
Luego,
Gonzalo Ferrando o Chicharrón, me digo, bastante bien para no existir.
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Foto: Mario Bellocchio |
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