domingo, 30 de noviembre de 2014

Evangelina Franzot cuenta desde Maciá

El ciberespacio tiene sus sorpresas, sus paisajes notables, señales estas que contrastan con tanto palabrerío con sabor a vacío enredado: el insípido rodar de las horas entre las imágenes. Miles de personas tratando de crear una vida, miles confundiendo una herramienta con la construcción de la identidad. Fue sorpresa maravillosa encontrar el texto de Daniel González Rebolledo sobre su madre y el paisaje de la chacra: la sintonía del poeta; y sorpresa fue la aparición de Evangelina Franzot. Se puede decir de ella que es licenciada en letras. Pero el título es lo que menos importa. Porque la pasión va primero que el título, es el sostén para todo el quehacer en los días.
Evangelina llegó hasta el blog donde publico todo el material sobre Gualeguay y Entre Ríos: las notas aparecidas en El Debate Pregón, buscando información sobre Emma Barrandéguy, gualeya egregia. Iniciamos el contacto, la charla, ella hizo lecturas y yo preguntas. A continuación el relato de la persona hallada y su pasión. Vive en Maciá, y ha hecho camino en Gualeguay.
Cuando hablo con una persona cercana a la literatura, sea lector practicante o escritor, pregunto por el origen de la elección de un paisaje que por lo general está alejado de la riqueza efectiva, la moneda, tan importante en estas épocas (“Contame tu condena…”, escribió Cátulo Castillo en “La última curda”). Evangelina dijo: “Primero fui profesora para enseñanza primaria, de castellano, literatura y latín, después hice la licenciatura en lenguas modernas y literatura... pero no me gustan los títulos, me gusta aprender en medio de un ámbito donde muchos compartan lo que amo, las letras, y eso en un pueblo chiquito como Maciá es difícil. Así que mis motivaciones para hacer esas carreras tienen que ver con eso, con contactarme con gente afín, con profes que comparten lo que saben cara a cara, no me gustan las carreras virtuales. Pero mi amor por las letras y el teatro, mi otra actividad, viene de la infancia. Sin dudas la culpa la tiene mi madre que me leía, mi viejo que improvisaba versos picarescos, y María Elena Walsh que me dejó ver desde chiquita que la literatura es romper las reglas”.
Pregunto por Emma, me cuenta: “No sabía qué tema elegir para mi tesis, entonces la profesora Claudia Rosa me dio ‘Habitaciones’ de Barrandéguy, y como quien no quiere la cosa me dijo: a mí me interesa dirigir una tesis sobre esta mujer o sobre la primera etapa de Juanele. Mi tesis de licenciatura consistió en un proyecto de edición de Obra Completa de Barrandéguy. Luego, por intermedio de Claudia, me propusieron colaborar en un proyecto para la EDUNER.
Evangelina entrevistó a Emma: “Fue en enero de 2005 en el marco de mi investigación para la tesis. Le pregunté, me acuerdo, cuando la llamé, cuánto costaba la entrevista, y ella me dijo: ‘Unos kilos de arroz’. Yo pensaba que me cargaba, y ahí me explicó que era para colaborar con un comedor popular. Y después no quiso por ningún motivo cobrarme sus libros. Me regaló ‘El andamio’, ‘Refracciones’, ‘Las puertas’, inconseguibles en librerías. Ella estaba sorprendida porque mis preguntas no iban hacia su elección sexual, sino a su proceso de escritura y construcción de la novela, y me dijo: ‘Es que pensaba que venías a entrevistarme porque soy rarita, como los otros que vinieron’. Sabés qué es lo más me emociona de Emma, su valentía. Creo que eso fue lo que me conmovió. Un coraje soberbio para vivir y para escribir, pero un coraje sin estridencias. En esa entrevista me enteré de amistades como Tuky y González Rebolledo... recuerdo que me dijo: ‘Tiene mal genio, por eso algunos no lo quieren, pero para mí es como un nieto, y a los nietos se los quiere y punto’. Era hermosa Emma”. Pregunto cuál fue la respuesta que más recuerda: “Yo le pregunté: Emma, ¿y por qué decidió irse a Buenos Aires?, y ella, mirándome directamente a los ojos como para ver mi reacción, me dice: Me fui a Buenos Aires para tener sexo, porque acá no se podía. Y después ablandó diciendo: Bueno, para ayudar a mi familia también… en Gualeguay había que casarse y tener hijos nomás. Hablamos como dos horas sentadas en su juego de jardín en la galería, me explicó en qué época se podan los árboles, y de ahí aprendí que se podan en los meses que no tienen R en el nombre. Ella amaba el jardín”.
Desde mi llegada a Gualeguay había escuchado nombrar a Maciá, pero para mí sólo era el nombre de un lugar, uno más, del que nada sabía, pregunté: “Maciá es un pueblo pequeño, yo le digo Macondo sin Gitanos, sin Melquíades, porque todo lo que pasa lo hacemos nosotros, es decir, es chico, muy difícil para salir y entrar, dado los pocos medios de transporte públicos que pasan, porque está lejos de las rutas. Entonces tiene una gran movida cultural, creo que por necesidad hemos hecho nuestro propio pueblo arte. El grupo teatral Caranday creó un vestuario teatral que hoy tiene casi 8.000 prendas, que favorece a todo el que quiera presentar obras porque funciona como una biblioteca gratis. Tenemos teatro, casa de la cultura, museo histórico, natural, y todo movido por el empuje de la gente. Ahorita mismo ando en el rescate de una biblioteca popular que había cerrado hace cuatro años, y ya la estamos levantando, con gurises y colaboradores varios. En la literatura estamos creando espacios, yo hago talleres esporádicos de iniciación, y estamos en un proyecto para ordenar y ver si podemos publicar la obra de un escritor maciaense: Pocho Vittori, y reeditar un libro histórico que hizo don Mario Carruego, para eso hay que conseguir fondos, pero lo haremos”.
El paisaje interno y externo de Evangelina es propenso al intento literario, sumado esto a que una de las principales causas de la escritura, es la lectura: “Escribía, pero hace mucho que no me dedico a eso. Me dedico a contagiar las ganas de leer y escribir, y eso me sale bastante bien. Creo que el exceso de trabajo no me deja tiempo para el ocio necesario que lleva a escribir, porque además de ideas se necesita trabajo y dedicación, lo que implica tiempo, y he preferido dedicar el poco tiempo que me queda a mi actividad teatral, son etapas, tal vez en algún momento priorice la escritura, quien sabe”. Afirma ser actriz “de las que le da síndrome de abstinencia cuando está un tiempo lejos de las tablas”.
La consulto por sus autores, primero de Entre Ríos: “Mis lecturas favoritas andan por muchos carriles. Juan L Ortiz, que me conecta con algo muy muy interior que no se puede explicar, se me hace casi imposible leerlo en voz alta. Juan José Manauta, su narrativa, sus cuentos, y ‘Las tierras blancas’ que son de esas cosas que terminás de leer y te quedás un poco con la mirada lejana, mientras terminás de ver la historia que ya cerró el relato. Selva Almada, dentro de la nueva generación: ‘El viento que arrasa’ me pareció de una escritura potente y a la vez cercana, ella tiene 40 o 41 años, es de Entre Ríos y ahora vive en Buenos Aires. Estudió en el profesorado como yo. Y por supuesto Emma. Su narrativa, más allá de ‘Habitaciones’, ‘El andamio’, por ejemplo, es una obra que merece ser más leída. Y la poesía, la de su última etapa me conmueve enormemente”.
Pregunto por los otros autores, y ella define su esquina: “Primero quiero aclararte que a pesar de haber estudiado lo que he estudiado, trato de disfrutar las lecturas sacudiéndome el análisis, soy de las leen el prólogo después del libro, quiero decir que obviamente uno lee diferente, entrando en otras profundidades, pero no dejo que eso me condicione, porque por ejemplo, además de autores que disfruto enormemente como Borges, Cortázar, Puig, Shakespeare, Arlt o Cervantes, nadie puede salir ileso después de haberlos leído, también disfruto de lo que desde la academia suele considerarse, injustamente, ‘literatura menor’. Quiero decir que tengo bellísimas experiencias de lectura, por ejemplo, con los cuentos de Roberto Fontanarrosa, de quien creo que es un gran escritor, pero como el humor no tiene ‘categoría’ se lo pone en ese lugar marginal. La historieta me parece un género magnífico, complejo, que tuvo una función social muy importante y que hizo leer a muchas generaciones, y a las clases que no tenían acceso a libros ni a la tv. Textos de literatura para niños que creo maravillosos porque abren puertas y crean lectores para siempre. Me gusta la literatura fantástica: Liliana Bodoc me enamoró con la saga de los confines. No tengo ‘un escritor modelo’, para nada. Pero te puedo contar qué otras lecturas me han modificado de algún modo: el uruguayo Mario Levrero con su ‘Novela luminosa’, y su ‘Trilogía involuntaria’, recomendadas por un amigo librero que es un gran consejero, me conmocionaron profundamente. Roberto Bolaño, ‘2666’ es una obra impresionante, Juan Rulfo, Abelardo Castillo, de mis favoritos y estoy feliz de que se lo haya reconocido en estos días, José Saramago, el Gabo, por supuesto. Italo Calvino, Mark Twain, Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, Jacques Prevert, J.M Coetzee. Los dramaturgos Osvaldo Dragún, Juan Carlos Gené… uf, es todo muy diverso ¿no? Pero así soy yo, ja. También me gusta la tortilla de papas y andar en bicicleta”.

Evangelina Franzot, una trabajadora de la cultura, cuenta desde Maciá su pasión, su identidad, sus ganas.

1 comentario:

  1. Bellísimo leer esto.Es una excelente persona. ¡Gran mujer! Y por supuesto, tengo el orgullo de decir que ella fue mi profesora de lengua y literatura en secundaria y de teatro también.

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