domingo, 1 de febrero de 2015

"Lástima bandoneón": Cachete González junto a Roberto Santoro

El nombre del poeta Roberto Santoro ya había aparecido en estas crónicas junto al del artista plástico Roberto “Cachete” González. Fue cuando en escena apareció la historia de la primera exposición del plástico Carlos Alberto Montella en Buenos Aires (1976). Santoro fue amigo de Carlos Ántola y de Montella. El hijo de Ántola, Federico, fue quien me acercó el catálogo de aquella muestra. El catálogo mismo es un objeto preciado, ese librito ínfimo perteneció a Emma Barrandéguy, ella se lo obsequió a Federico.
En dicho catálogo aparece un poema de Santoro especialmente compuesto para la muestra, y un texto de presentación y valoración artística de Montella firmado por Cachete. Me pregunté en el momento de conocer esta historia, si estos dos personajes se habrían cruzado en la galería de arte, si se conocieron, y si fue así: cuánto, o sucedió que Montella los reunió en su catálogo, pero nunca se estrecharon la mano.
En Gualeguay todavía existe la casa donde Santoro se guardara una semana en febrero de 1977, cuando los asesinos de la dictadura buscaban su rastro. Ántola, Montella y Derlis Maddonni, eran los conjurados que recibieron al amigo. La casa era de los padres de Ántola, en la esquina de 25 de Mayo y Federación, haciendo cruz con Casa Pardo.
Desde mi Martín Coronado de infancia, mi viejo me dio noticia de que en su biblioteca había encontrado una carpeta, su título: “Lástima bandoneón”. Me dijo que entre los plásticos que participaban figuraba Roberto González.
La carpeta llegó a Gualeguay. Está sobre mi escritorio mientras escribo este relato. Tiene medidas generosas: 30 cm de ancho, 42 de alto. Al verla recobré su imagen. Recordaba haberla visto en la biblioteca allá lejos y hace tiempo, en mis días de muchacho. En su interior: escritura y pintura.
“Lástima bandoneón” Al recuerdo de Pichuco (1975) es del sello editor: Ediciones Hualen. Los editores dan una noticia: “La idea se trocó en intento, éste en realidad; la zozobra dio paso a la esperanza, luego al éxito. Nadie dijo no. Escritores y plásticos aceptaron el reto con el celo y gozo propios de los que saben que su afán tiende a una meta cierta: el poner de manifiesto lo nuestro, lo que somos y de qué nos nutrimos.
Difícil es, para quienes planearon el decir de “lástima bandoneón”, explicar al destinatario el porqué no encontrará citas abundantes sobre datos biográficos ni aconteceres íntimos y circunstancias que enmarcaron la vida mundana de Aníbal Troilo; ni tampoco la imagen del personaje que cada uno de ellos pudiera tener en su recuerdo como imagen ideal o prototipo de leyenda. Es otro Troilo al que queremos homenajear: al que es esencia en el ser cotidiano de las cosas, como esos perdidos adoquines rojizos de las calles suburbanas; al que está latente en los baldíos, ahora cercados por la historia o en los paisajes corridos por el tiempo; al que nos dio el tema para que se lo pidiésemos a la última ‘victrolera’ que nos alegró en los años del cuarenta; al que perteneciendo a la estirpe de los poetas del arrabal y siendo solo y único fue la síntesis de todos, grandes y chicos; al resultante de una cultura.
(…) Por eso nuestro método. En lo plástico una línea uniforme, libre, sobre su obra. En lo literario, pantallazos sobre las fuentes que lo inspiraron.
Quizás exageremos y en lugar de homenajear al músico-poeta estemos poniendo de manifiesto un pedazo de nosotros mismos. Si es así, tanto mejor, pues de tal manera queda evidente que Troilo es causa de nuestro acervo y por ende se confunde con él”.
Los escritores: Fernando Alonso, Francisco Amor, Enrique Cadícamo, Cátulo Castillo, Humberto Costantini, Homero Expósito, Horacio Ferrer, Francisco García Jiménez, Raúl González Tuñón, Hamlet Lima Quintana, Roberto Margarido, Héctor Negro, Ramón Plaza, Ernesto Sábato, Roberto Santoro, Luis Soler Cañas, Armando Tejada Gómez, Francisco Tomat Guido.
Los plásticos: Carlos Alonso, Pompeyo Audivert, Juan Carlos Benítez, Néstor Berllés, Omar Brachetti, Rodolfo Campodónico, Carlos Cañas, Ponciano Cárdenas, Juan Carlos Castagnino, Felipe de la Fuente, Gabriel Di Toto, Roberto González, Ladislao Magyar, Roberto Paez, Hermenegildo Sabat, Hugo Sbernini, Enrique Sobisch, Carlos Torrallardona, Demetrio Urruchúa.
La ilustración de Cachete lleva el título: “Con los duendes”. En las caras de los personajes de Cachete es posible ver universos plenos de las constelaciones que fundan la vida de cada presencia; parece que el gualeyo liberara sobre las caras una araña de las chacras enloquecida, y que a manera de prestidigitadora y memoriosa diosa bordara el destino alrededor de los ojos. El bandoneonista toca un tango triste y feliz mientras la araña se hamaca entre las historias de la noche. El poema que acompaña el trabajo pertenece a Roberto Santoro: Milonga a ras del suelo: “No pregunten por qué canto / la milonga que vendrá / la calle es para el que canta / como toda la ciudad. / Ni pregunten si ando triste / la milonga lo dirá / la vida duele de abajo / por abajo hay que cantar. // Aunque me la nombre el cielo / digo la pura verdad / la milonga a ras del suelo / es milonga de ciudad. // El cielo de Buenos Aires / yo no sé por qué será / no se parece a otro cielo / que es un techo y nada más / le falta lo que ya tiene / le sobra lo que vendrá / qué cielo más caprichoso / el cielo de mi ciudad. // Aunque me la nombre el cielo / digo la pura verdad / la milonga a ras del suelo / es milonga de ciudad. // No canto mirando arriba / soy de abajo porque soy / el cielo de Buenos Aires / es suelo de mi dolor. / Cuando canto por mi gente / canta un hombre con mi voz / no canto como me enseñan / yo canto como sé yo. // Aunque me la nombre el cielo / digo la pura verdad / la milonga a ras del suelo / es milonga de ciudad”.
Con los duendes
Los Robertos dentro de una carpeta, encarpetados. El poeta Santoro conocía muy bien esa manera de andar. Escribí en 2005: “Con carpetas en la mano caminaba Roberto Santoro, poeta, por las calles de Buenos Aires. Caminó encarpetado durante 1974, durante 1975 y 1976, mientras los habitantes de esta tierra se preparaban para ser tan ‘derechos y humanos’. Santoro era el editor de las carpetas; simples, muy simples, carpetas de librería papelería, abrochada la pestaña interna para que contuviera las hojas sueltas, los poemas sueltos de poetas sueltos en esta ciudad de ayer. Doce hojas, cuatro ilustradas, en la carpeta número 1 del chileno Mahfud Massis, y doce hojas para la número 38 de Hugo Ditaranto. La primera y la última de la colección ‘La pluma y la palabra’ de la Editorial Papeles de Buenos Aires. Desde tiempo antes Santoro venía de carpeta en mano; en 1973, veían la calle las carpetas de Ediciones Gente de Buenos Aires. Entre ellas, ‘Cuatro canciones y un vuelo’ de Santoro e ilustrada por el plástico Pedro Gaeta. De poetas encarpetados, a mano plena de ofreceres, andaba Santoro por Buenos Aires. Llevaba poetas de la mano, entre ellos: Raúl González Tuñón, Humberto Costantini, Antonio Requeni, Federico Moreyra, Antonio Aliberti, Néstor Groppa, Luis Franco, Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo”.
El 1° de junio de 1977 un grupo de tareas de la dictadura se llevó al poeta de la escuela donde trabajaba como preceptor. Aún figura en la lista de desaparecidos.
Anoté que la última carpeta era del poeta Ditaranto. Fui testigo cuando la mujer de Santoro, Dolores, le entregó varios ejemplares al poeta, casi 30 años después. Habían quedado arriba de un ropero, sin armar, en eso andaba el poeta cuando desapareció. En el momento de esta suerte de reparación de la historia: lloraban Dolores y el tano Ditaranto. Yo estaba ahí, el testigo circunstancial, había ido a visitar a mi amigo y maestro.
Vi a Dolores un par de veces más, la entrevisté, hablamos mucho, y ella tuvo un gesto: me obsequió la colección completa de las carpetas editadas por Santoro.
Por eso, luego de encontrarme con los Robertos en “Lástima bandoneón”, pensé en cuántos lugares más ellos habrán dado su presente de hermanos, y luego pensé en la colección de carpetas: ¿acaso Cachete ilustró alguna?
La respuesta fue sí, la número 3: “Palabra de honor” de Carlos Enrique Urquía (1921-2003), autor de los libros: “Amistad en las islas” (1957), “Ingreso en el hombre” (1959), “La cimbra” (1961), “Rama negra” (1971). Las carpetas de Santoro tenían una particularidad, cada poeta la abría con una “declaración jurada” donde el propio autor definía su esencia. Pienso que con seguridad Cachete González suscribiría estos dos pensamientos de Urquía. El primero: “Luchar contra la realidad, vencerla, salir victorioso”. El segundo: “El poeta debe estar de parte de los pobres, de los esclavizados, de los reprimidos, de los traicionados, debe defender heroicamente la fórmula del pan y la fórmula del amor. / Pero, pobre de él si espera ser poeta por tales supremas actitudes. / Deberá saber que no se trata de tener razón sino de ‘tener poema’”.
Ilustración de Cachete para la carpeta de Urquía
Cachete González libera para acompañar los poemas de Urquía a uno de sus seres tan reales y tan fantásticos, otra de sus figuras donde se hermanan lo grotesco y el dolor. Brota de mi biblioteca el rastro de Cachete, brota de la biblioteca de mi viejo. Así es Cachete y su feliz manera de aparecer como buen fantasma. Aparece, se sonríe, y yo escribo, pregunto, reúno palabras y tiempos.

1 comentario:

  1. hola! a mi papá ya fallecido le regalaron una carpeta de esas, todavía está en la casa de mamá. Ella la vendería a alguien que le interese y esté en el tema... tenés idea a donde puedo publicar? que sea de acceso a personas que ame el tango y amen a Pichuco. Me emocionó ver la carpeta y los grabados on line! muchas gracias!!!

    ResponderEliminar