domingo, 10 de mayo de 2015

La libreta de Secundino Salinas

Fue un regalo de los días encontrarme con los recuerdos de Oscar Daneri. Además de escuchar su palabra feliz, tuve la oportunidad de conocer la libreta de Secundino Salinas, un verdadero tesoro. Daneri la recibió de manos de Fernando Pérez Tost (1888-1974). Mientras escribía la nota de la semana pasada, no podía dejar de pensar en el tiempo. En la tapa de la libreta se consigna un año: 1901, y uno se abisma en el tiempo; y también es el tiempo quien dice presente cuando uno repara en que Pérez Tost falleció en 1974. Oscar Daneri: vaya si cumplió con el pedido: lleva sus buenos años protegiendo el documento.
Recuerdo al lector la descripción de la libreta: “Una libreta de 18 x 9 cm, de hojas de papel inglés (Whatman’s Paper), tipo canson, en cuya tapa se consigna un año: 1901, y dentro una fecha: Mayo 12 de 1899 junto a la firma de Secundino Salinas. En su interior hay bocetos y dibujos del artista, miniaturas”. Cada tanto en la escritura uno descubre un momento feliz, y esto me sucedió cuando releí la manera de contar mi impresión sobre la susodicha libreta: “Sobre mi escritorio de trabajo veo la libreta que generosamente Daneri me dio en préstamo por unos días. Un objeto del pasado, una clara señal de un artista de Gualeguay: un fragmento de su memoria, un saludo de otro buen fantasma. No me canso de espiar, de tocar la libreta, una verdadera cápsula de tiempo sobre mi escritorio: dentro de ella, joyas del dibujo: veo el retrato de López Jordán, el coronel Pringles a caballo, un autorretrato de Salinas, queda clara la destreza de Salinas para lograr el dibujo del caballo, hay escenas de campo, un gaucho a caballo con una botella de ginebra en su mano derecha, retratos de algunas mujeres, dibujos fechados en diciembre 12 de 1870, en 1899, 1901, 1902; detrás de los mismos el rastro de la escritura del artista da cuenta de nombres y direcciones en Buenos Aires. Y hay un boceto: tiene anotado: “en la Palma 1874”. Hace referencia a la estancia Las Palmas de su amigo Gregorio Morán, y quizás ese sea el bosquejo que usó para componer ‘El domador argentino’, obra que dio gran fama a su nombre: un jinete y su caballo suspendidos en el aire. Se usó la imagen en algunas publicidades. Salinas nunca percibió dinero por la obra”.
Nidya Rampoldi en su libro “Formas y colores de Gualeguay” (2004) consigna una completa biografía de Salinas, y en su trabajo ella llega al registro de un nombre: Lino Godoy.
¿Quién era o es este señor?, el domador que Secundino Salinas vio sobre el caballo arqueado en el aire. Y otra vez todo este universo recibido de manos de Daneri, me lleva a pensar en el tiempo. Porque hoy, en 2015, estoy anotando un nombre: Lino Godoy, el mismo que fue bocetado en 1874. Este tipo de maravilla es una de las tantas que permite el ejercicio del arte. Secundino Salinas, su esencia de artista, su mirada atenta a todo lo que lo rodeaba, su gesto creador es el que funda esta, llamémosla, por qué no, eternidad del domador Lino Godoy. El domador nunca se imaginó eterno sobre el caballo, en Las Palmas, eterno en la libreta de bocetos, eterno en la publicidad que todavía cuelga de alguna pared (se la puede ver en el Museo Ambrosetti). La única eternidad posible es la que amanece en el arte.
Autorretrato
Puede observarse el registro de la escritura de Salinas en la siguiente imagen que presenta a López Jordán y Carmelo Ocampo:
La historia vuelve a dar su presente: el coronel Pringles:
Los trabajos que contiene la libreta de Salinas testimonian la vida en el campo: su gente, sus costumbres:

Hombres de vida simple, hombres que hicieron historia, paisajes distintos: todo el universo en la mirada del artista. La mirada es una presencia fundamental. La mirada es la que alumbra la necesidad de expresarse a través del arte. Sin ella no hay arte. Imagino a Secundino Salinas, libreta y lápiz en mano, deteniéndose en cada rincón de la vida.

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