Miro la foto. En el
ángulo superior izquierdo hay anotada una fecha: 22-4-77. Ese día yo cumplía 15
años y los que aparecen en la foto llevaban adelante los primeros movimientos
de la Sociedad de Escritores de Gualeguay (SEGuay): parados: Carolina Casella,
Berta Tronco, Ana María Arribillaga, Carlos Alberto Montella, Elsa Serur de
Osman, Eise Osman; sentados al escritorio: Daniel Gabriel, Teresita Cardeza de
Valiero y Emma Barrandéguy. Un sueño de escritores organizados, una instancia
necesaria, tan necesaria como la tinta, el papel y la soledad.
Hace tiempo que me
pregunto por SEGuay: quería saber algo de su historia y de su presente. La
sensación que tengo, en estos dos años de vida gualeya, es que la Sociedad
habita una zona de sombras, un tanto enredada en el paisaje. Selva Olivera,
Directora de Cultura y presidenta de la Sociedad, no está de acuerdo con esta
mirada. Pregunté y ella contestó. O mejor: charlamos.
Hablamos en el Museo
Quirós. Selva me contó de su acercamiento, y de su trabajo en la Sociedad. El
principio: “Me pasaba que al principio SEGuay era una institución inalcanzable.
En distintos lugares escuchaba hablar de su presencia. Ellos también estaban en
los Encuentros Culturales de la Juventud, donde participé en el área de letras.
Llegué a SEGuay en el 2004/05. Entré de la mano de la presidenta, Leonor
Gianello. Eran tiempos de reorganizar, hubo algunas irregularidades, problemas con
libros de actas, la pérdida de la personería jurídica. Conmigo entró gente
joven, profesoras de Lengua y Literatura del Instituto Adveniat, las que
cursamos la primera y segunda promoción. En asamblea fui elegida como
presidenta. Se pudo arreglar lo de la personería, que lo había comenzado Leonor.
Trabajé junto a Ruth Estapé. Arreglamos un poco la Sede. Fui presidenta nominal
desde 2007, y legal desde 2012, que es cuando se restablece la personería”.
Pregunté por las
intenciones de fundación de la Sociedad de Escritores: “Trabajar en las letras
en conjunto, promocionar a los autores. SEGuay publicó varias antologías, la
última (Antología breve, Cuadernos del Señalero, 2009) durante mi presidencia”.
La Sociedad no guarda
una memoria de quiénes fueron sus presidentes, esa información se ha perdido en
las idas y vueltas dieron forma al pasado. Su primer presidente, una mujer:
Teresita Cardeza de Valiero en 1977, Emma Barrandéguy, sin año registrado,
Leonor Gianello antes del inicio de la gestión de Selva Olivera. Hubo más
presidentes; y hubo, como en todos los ámbitos de esta vida, diferencias entre
los miembros, cortocircuitos que habitan el pasado y el presente de los días de
SEGuay.
Hice la descripción de
la sensación referida más arriba: SEGuay me parece estar como dormida, un tanto
ausente. No me entero de actividades que aparezcan directamente originadas en
SEGuay, desconozco si la Sociedad se reúne periódicamente. Selva me aclara: “Para
mí no está como dormida, yo conozco los flujos internos. Esa puede ser la
mirada que se tiene de afuera, y a veces es interesada”. Le digo que mi
entrevista no viene con ánimo crítico, y que no vengo fogoneado por
determinadas personas que pueden tener diferencias con la actual comisión
directiva de SEGuay. Y que sí he escuchado comentarios, creo, bien intencionados,
sobre el desarrollo de la Sociedad. Pregunto con el afán de, si se puede,
mejorar los días que nos tocan en suerte.
Selva cuenta: “Nuestra
Sociedad no tiene que ser, como muchos pueden creer, super activa. No tiene una
efervescencia dentro de la ciudad. Vos sabés como es la vida del escritor o de
quien pretende ser escritor. Son gente tranquila, nos cuesta mucho liberar una
hora. La creación lleva mucho tiempo. Nos reunimos en invierno en la casa de
Elsa y Eise, que es nuestro refugio, y en verano o con mejor tiempo en la Sede,
la casa que nos donó Hartkopf. Es una casa que tiene una magia impresionante,
una mística. Es chiquita. En ella se percibe la presencia del librero.
Trabajamos desde la soledad, estamos juntos en algunas oportunidades, decidimos
qué libros se van a presentar. En todas las presentaciones de libros hay
miembros de SEGuay. Somos muy fructíferos, como Directora de Cultura puedo
contar los libros que se han presentado, y realmente Gualeguay es muy prolífica”.
Es cierto lo que dice
Selva del medio en que mejor se mueve el escritor: la soledad, elemento tan
necesario para pulir el oficio y poder, si se hace bien el trabajo, crecer.
Pero hago una salvedad, creo que esa soledad íntima, es contraproducente si se
la practica en el paisaje, que también creo necesario, donde los escritores
deben asociarse, y desde ese estado comunitario trabajar en una hoja en blanco
más grande, para así colaborar, dar letra viva a la difusión de escritores y
obras. Aquello que se hace en las presentaciones particulares de libros,
hacerlo de manera asociada. Es un esfuerzo más que el escritor debe sumar a su
compromiso ético con el oficio.
Y agrego: tanto mejor
que se pudiera habitar con regularidad la Sede, en Julio A. Roca 24, la
propiedad donada a la Sociedad por Hartkopf, el librero, “un operador de la cultura” según el doctor
Quique Rubio. Su figura, su historia de compromiso con la cultura de la ciudad,
debería ser centro convocante. No habría que dejar muy solo a su buen fantasma.
Selva dice que está presente, habría que cuidar su memoria.
La Sociedad de Escritores,
su hacer en tiempos de aguas encontradas. Agrega Selva: “SEGuay podría
activarse más, es cierto, los últimos tiempos no se hacen actividades
organizadas por la Sociedad. En estos momentos se está integrando gente nueva,
somos conscientes de que necesitamos generaciones nuevas de escritores para que
la Sociedad se mueva mejor y para que perdure. Se ha sumado gente, claro que,
como en todos lados, a veces las personas de un grupo no se llevan bien, y hay
que andar con pie de plomo”.
Siempre digo que, a
pesar de las diferencias y los desencuentros de egos, algo muy común entre
escritores, deben reconocerse, ante todo, como escritores, como trabajadores de
la cultura, y que es esta misma razón la que los obliga a hacer el doble del
esfuerzo que podría hacer aquel que no tuvo acceso a la cultura: “SEGuay tiene
40 o 50 socios, hay socios que escriben y otros que no. Se fueron algunos
integrantes de la comisión que armamos en 2012. De los socios que escriben es
de dónde salen los integrantes de la comisión directiva. Hoy están los Osman,
Tuky Carboni, Adriana González, y dos últimas incorporaciones: Jorge García y
Deolindo Romero. Tenemos presente que las puertas no están abiertas para todo
el mundo. Cada socio que quiere integrar la comisión directiva debe ser
escritor. Nosotros leemos algo de su obra, analizamos si tiene la estética
literaria necesaria. Es una comisión tradicionalista, hay cosas que están
impuestas por la práctica, no por el estatuto. Tuvimos un caso en que dijimos
que no, el material no reunía las condiciones literarias requeridas. Siempre
hay una mirada selectiva”.
Me permití señalar
otro camino. Un grupo calificado, elegido por los socios, puede analizar la
obra de sus asociados. Porque toda Sociedad debe, en determinados momentos, por
ejemplo, enviar representantes a encuentros diversos, y corresponde que sean
los mejores. Ahora bien, en los cargos administrativos, me pregunto, ¿es
necesario que sean escritores de real valía? Puede alguien no ser un gran
escritor, pero ser un buen trabajador de la cultura que realmente brinde su
esfuerzo en favor de la Sociedad. Claro que si se abre la puerta de esta manera
hay que dejar algo en claro: los méritos literarios nacen exclusivamente del
trabajo literario, y no por la cantidad de horas y esfuerzo dedicado a la
Sociedad. Entre escritores, repito, por más plumas de pavo real que habiten las
charlas y discusiones, se podrían aclarar las reglas, volcarlas al estatuto, y
ser claros, sinceros. Tal vez sería una manera de que más gente se acerque a una
Sociedad de Escritores. Una Sociedad de Escritores debería basar su trabajo
asociado partiendo de la siguiente verdad: no todo aquel que escribe llega a
ser escritor. Conociendo esta verdad, queda el trabajo, el mano a mano con el
destino, en la soledad y en el esfuerzo asociado.
Selva me decía que le
encantaría que la casa, la Sede, estuviera abierta, que allí hubiera una
persona que pudiera contestar preguntas, informar a escritores que andan en sus
primeros tiempos, contar la historia de SEGuay que ya lleva 38 años.
Hubo ideas,
intenciones, allá por el 77, las habrá habido también en las distintas
comisiones, y las hay hoy. Asocio tres títulos: SEGuay, el Día de la Poesía, y
Gualeguay, Capital de la Cultura de la provincia. Todo desde Gualeguay, la cuna
de mucha gente sensible, comprometida, de pensamiento claro en los vastos
alrededores de la cultura. Asocio estas tres caras de la cultura porque, creo,
cada uno de ellos debe estar escrito con letra viva, y para ello hay que
trabajar con las mejores fuerzas, como cuando se escribe en soledad buscando
una mejor página para el libro de nuestros días. Adentro y afuera, siempre ese
ida y vuelta, como debe sucede en el amor: ida y vuelta con letra viva y
respeto por el otro.
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