domingo, 6 de septiembre de 2015

SEGuay

Miro la foto. En el ángulo superior izquierdo hay anotada una fecha: 22-4-77. Ese día yo cumplía 15 años y los que aparecen en la foto llevaban adelante los primeros movimientos de la Sociedad de Escritores de Gualeguay (SEGuay): parados: Carolina Casella, Berta Tronco, Ana María Arribillaga, Carlos Alberto Montella, Elsa Serur de Osman, Eise Osman; sentados al escritorio: Daniel Gabriel, Teresita Cardeza de Valiero y Emma Barrandéguy. Un sueño de escritores organizados, una instancia necesaria, tan necesaria como la tinta, el papel y la soledad.
Hace tiempo que me pregunto por SEGuay: quería saber algo de su historia y de su presente. La sensación que tengo, en estos dos años de vida gualeya, es que la Sociedad habita una zona de sombras, un tanto enredada en el paisaje. Selva Olivera, Directora de Cultura y presidenta de la Sociedad, no está de acuerdo con esta mirada. Pregunté y ella contestó. O mejor: charlamos.
Hablamos en el Museo Quirós. Selva me contó de su acercamiento, y de su trabajo en la Sociedad. El principio: “Me pasaba que al principio SEGuay era una institución inalcanzable. En distintos lugares escuchaba hablar de su presencia. Ellos también estaban en los Encuentros Culturales de la Juventud, donde participé en el área de letras. Llegué a SEGuay en el 2004/05. Entré de la mano de la presidenta, Leonor Gianello. Eran tiempos de reorganizar, hubo algunas irregularidades, problemas con libros de actas, la pérdida de la personería jurídica. Conmigo entró gente joven, profesoras de Lengua y Literatura del Instituto Adveniat, las que cursamos la primera y segunda promoción. En asamblea fui elegida como presidenta. Se pudo arreglar lo de la personería, que lo había comenzado Leonor. Trabajé junto a Ruth Estapé. Arreglamos un poco la Sede. Fui presidenta nominal desde 2007, y legal desde 2012, que es cuando se restablece la personería”.
Pregunté por las intenciones de fundación de la Sociedad de Escritores: “Trabajar en las letras en conjunto, promocionar a los autores. SEGuay publicó varias antologías, la última (Antología breve, Cuadernos del Señalero, 2009) durante mi presidencia”.
La Sociedad no guarda una memoria de quiénes fueron sus presidentes, esa información se ha perdido en las idas y vueltas dieron forma al pasado. Su primer presidente, una mujer: Teresita Cardeza de Valiero en 1977, Emma Barrandéguy, sin año registrado, Leonor Gianello antes del inicio de la gestión de Selva Olivera. Hubo más presidentes; y hubo, como en todos los ámbitos de esta vida, diferencias entre los miembros, cortocircuitos que habitan el pasado y el presente de los días de SEGuay.
Hice la descripción de la sensación referida más arriba: SEGuay me parece estar como dormida, un tanto ausente. No me entero de actividades que aparezcan directamente originadas en SEGuay, desconozco si la Sociedad se reúne periódicamente. Selva me aclara: “Para mí no está como dormida, yo conozco los flujos internos. Esa puede ser la mirada que se tiene de afuera, y a veces es interesada”. Le digo que mi entrevista no viene con ánimo crítico, y que no vengo fogoneado por determinadas personas que pueden tener diferencias con la actual comisión directiva de SEGuay. Y que sí he escuchado comentarios, creo, bien intencionados, sobre el desarrollo de la Sociedad. Pregunto con el afán de, si se puede, mejorar los días que nos tocan en suerte.
Selva cuenta: “Nuestra Sociedad no tiene que ser, como muchos pueden creer, super activa. No tiene una efervescencia dentro de la ciudad. Vos sabés como es la vida del escritor o de quien pretende ser escritor. Son gente tranquila, nos cuesta mucho liberar una hora. La creación lleva mucho tiempo. Nos reunimos en invierno en la casa de Elsa y Eise, que es nuestro refugio, y en verano o con mejor tiempo en la Sede, la casa que nos donó Hartkopf. Es una casa que tiene una magia impresionante, una mística. Es chiquita. En ella se percibe la presencia del librero. Trabajamos desde la soledad, estamos juntos en algunas oportunidades, decidimos qué libros se van a presentar. En todas las presentaciones de libros hay miembros de SEGuay. Somos muy fructíferos, como Directora de Cultura puedo contar los libros que se han presentado, y realmente Gualeguay es muy prolífica”.
Es cierto lo que dice Selva del medio en que mejor se mueve el escritor: la soledad, elemento tan necesario para pulir el oficio y poder, si se hace bien el trabajo, crecer. Pero hago una salvedad, creo que esa soledad íntima, es contraproducente si se la practica en el paisaje, que también creo necesario, donde los escritores deben asociarse, y desde ese estado comunitario trabajar en una hoja en blanco más grande, para así colaborar, dar letra viva a la difusión de escritores y obras. Aquello que se hace en las presentaciones particulares de libros, hacerlo de manera asociada. Es un esfuerzo más que el escritor debe sumar a su compromiso ético con el oficio.
Y agrego: tanto mejor que se pudiera habitar con regularidad la Sede, en Julio A. Roca 24, la propiedad donada a la Sociedad por Hartkopf, el librero,  “un operador de la cultura” según el doctor Quique Rubio. Su figura, su historia de compromiso con la cultura de la ciudad, debería ser centro convocante. No habría que dejar muy solo a su buen fantasma. Selva dice que está presente, habría que cuidar su memoria.
La Sociedad de Escritores, su hacer en tiempos de aguas encontradas. Agrega Selva: “SEGuay podría activarse más, es cierto, los últimos tiempos no se hacen actividades organizadas por la Sociedad. En estos momentos se está integrando gente nueva, somos conscientes de que necesitamos generaciones nuevas de escritores para que la Sociedad se mueva mejor y para que perdure. Se ha sumado gente, claro que, como en todos lados, a veces las personas de un grupo no se llevan bien, y hay que andar con pie de plomo”.
Siempre digo que, a pesar de las diferencias y los desencuentros de egos, algo muy común entre escritores, deben reconocerse, ante todo, como escritores, como trabajadores de la cultura, y que es esta misma razón la que los obliga a hacer el doble del esfuerzo que podría hacer aquel que no tuvo acceso a la cultura: “SEGuay tiene 40 o 50 socios, hay socios que escriben y otros que no. Se fueron algunos integrantes de la comisión que armamos en 2012. De los socios que escriben es de dónde salen los integrantes de la comisión directiva. Hoy están los Osman, Tuky Carboni, Adriana González, y dos últimas incorporaciones: Jorge García y Deolindo Romero. Tenemos presente que las puertas no están abiertas para todo el mundo. Cada socio que quiere integrar la comisión directiva debe ser escritor. Nosotros leemos algo de su obra, analizamos si tiene la estética literaria necesaria. Es una comisión tradicionalista, hay cosas que están impuestas por la práctica, no por el estatuto. Tuvimos un caso en que dijimos que no, el material no reunía las condiciones literarias requeridas. Siempre hay una mirada selectiva”.
Me permití señalar otro camino. Un grupo calificado, elegido por los socios, puede analizar la obra de sus asociados. Porque toda Sociedad debe, en determinados momentos, por ejemplo, enviar representantes a encuentros diversos, y corresponde que sean los mejores. Ahora bien, en los cargos administrativos, me pregunto, ¿es necesario que sean escritores de real valía? Puede alguien no ser un gran escritor, pero ser un buen trabajador de la cultura que realmente brinde su esfuerzo en favor de la Sociedad. Claro que si se abre la puerta de esta manera hay que dejar algo en claro: los méritos literarios nacen exclusivamente del trabajo literario, y no por la cantidad de horas y esfuerzo dedicado a la Sociedad. Entre escritores, repito, por más plumas de pavo real que habiten las charlas y discusiones, se podrían aclarar las reglas, volcarlas al estatuto, y ser claros, sinceros. Tal vez sería una manera de que más gente se acerque a una Sociedad de Escritores. Una Sociedad de Escritores debería basar su trabajo asociado partiendo de la siguiente verdad: no todo aquel que escribe llega a ser escritor. Conociendo esta verdad, queda el trabajo, el mano a mano con el destino, en la soledad y en el esfuerzo asociado.
Selva me decía que le encantaría que la casa, la Sede, estuviera abierta, que allí hubiera una persona que pudiera contestar preguntas, informar a escritores que andan en sus primeros tiempos, contar la historia de SEGuay que ya lleva 38 años.

Hubo ideas, intenciones, allá por el 77, las habrá habido también en las distintas comisiones, y las hay hoy. Asocio tres títulos: SEGuay, el Día de la Poesía, y Gualeguay, Capital de la Cultura de la provincia. Todo desde Gualeguay, la cuna de mucha gente sensible, comprometida, de pensamiento claro en los vastos alrededores de la cultura. Asocio estas tres caras de la cultura porque, creo, cada uno de ellos debe estar escrito con letra viva, y para ello hay que trabajar con las mejores fuerzas, como cuando se escribe en soledad buscando una mejor página para el libro de nuestros días. Adentro y afuera, siempre ese ida y vuelta, como debe sucede en el amor: ida y vuelta con letra viva y respeto por el otro.

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