Fue siguiendo la historia de Catón que llegué hasta un dato: en
Gualeguay hubo un fotógrafo llamado Juan Kayayán. Fue Iris Wulfsohn del Museo
Ambrosetti quien me dio el nombre y contacto de una de las hijas de este gualeyo:
María Rosario (Mary). Kayayán trabajó en una serie de fotos donde retrató a
personajes de la ciudad: callejeros, marginales, ante todo: pobres. Catón, el
que acompañaba a los muertos, fue parte de aquel arabesco de la memoria.
Charlando con Mary, y tomando como referencia una vieja nota
periodística, pude establecer la historia de viaje de Juan hasta su llegada a
Gualeguay.
Juan Kayayán (izq.) junto a su hermano en 1914. |
Kayayán (nombre de origen: Mirdjan Kayaian) nació el 6 de enero de 1902
en Zonguldak, ciudad ubicada sobre el Mar Negro. Familia armenia, y tierra
armenia que luego caería en manos de Turquía (Imperio Otomano). Los Kayayán fueron
5 hermanos: tres mujeres y dos varones. Cuando tenía 7 años la familia se
trasladó a Samson. En 1913, durante la primera guerra de los Balcanes (un grupo
de países enfrenta al Imperio Otomano), su padre tuvo que ir al frente de
batalla. Tiempo después el pueblo fue atacado y la familia huyó a los montes
cercanos. En medio de la desesperación Juan se perdió. Quedó solo, sin saber
nada de su familia. Vivió luego como refugiado o prisionero en Batum y Tiflis
(Rusia). Fue prisionero en Constantinopla. Durante la guerra greco-turca estuvo
a punto de ser ejecutado en Hereil por su presunta vinculación con los griegos.
Siempre recordó la fecha: 12 de marzo de 1920. Fue liberado. La Armenia de
Kayayán quedaría luego bajo el dominio de la revolución bolchevique, sería
parte del bloque de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Juan abandonó
Turquía, vivió en Rumania, Bulgaria, Bélgica, Grecia y Francia. En este último país
estuvo varios años: fue mecánico, comerciante, conductor, y por último
fotógrafo. Se estableció con un negocio en Marsella. En esas vueltas que a
veces tiene el destino, ocurrió que una persona le preguntó si tenía parientes
en París. Juan contó su historia triste. Esta persona le dio el dato de que en
París había una familia con el mismo apellido. Así se reencontraron. Dejó el
negocio a la familia, y se fue a trabajar a Roma como conductor. Allí su jefe
le habló maravillas de la Argentina. No era fácil entrar desde Europa, pero sí desde
Uruguay. El 10 de abril de 1928 embarcó en el vapor Mendoza hacia tierra
charrúa. Trabajó como fotógrafo en la zona del cerro de Montevideo. Después
pasó a Fray Bentos, y por fin a la Argentina: Buenos Aires. Desde la gran
ciudad partió hacia Entre Ríos, primero estuvo en Holt, y más tarde se fue
acercando a tierra gualeya. Juan se casó en Gualeguay con Celestina Mansilla, y
tuvieron 8 hijos: 5 mujeres y 3 varones.
Celestina Mansilla. |
Mary no recuerda fechas, por ejemplo, la que marca la llegada de su
padre a Gualeguay. Sabe Mary que antes de instalarse en la ciudad, anduvo mucho
por los campos cercanos. La pista temporal la encontré en el blog “La botica
del diablo” de Jorge Surraco Babino, otro de los hijos memoriosos de Gualeguay.
En el blog aparece una fotografía tomada por Kayayán en el establecimiento de
campo La Dolores el 21 de noviembre de 1934. Allí ya decía presente (sello al
dorso) el nombre La Moderna, el negocio de Juancito ubicado en Belgrano 500,
esquina 25 de Mayo.
Mary conserva un relato de vida de su padre, un cuaderno manuscrito: “Yo
soy la única que le entiende la letra, ahora hace mucho que no lo leo, lo estoy
pasando a la computadora. Estando enfermo escribía en la cama. La historia
quedó sin terminar. Está escrito en lápiz. Lo leí hace años”. Esta memoria
escrita tiene un origen de novela. No se sabe quién fue el primero en enterarse
de la historia de Kayayán, pero el hecho es que el director de cine Fernando
Ayala, el escritor Juan José Manauta y el actor Hugo del Carril, se interesaron
por el relato: “Mi papá le dijo a Manauta: Yo no sé escribir. El escritor le
dijo: Usted escriba que nosotros lo arreglamos. Manauta vivía a media cuadra de
mi casa. Papá escribió como pudo, parte en español, parte en armenio.
Interesaba su historia de vida, él estuvo en tres guerras. Cuenta hechos,
cuando atacaron los turcos, su vida hasta que llegó a Francia. Mi papá tenía
muchas cicatrices en el cuerpo, lo habían lastimado mucho. La idea de hacer una
película no llegó a nada porque mi papá se enfermó y cayó en cama. Recuerdo que
iba mucha gente a verlo, hasta religiosos, y mi papá no lo era. Los conocí a
los tres, hasta a Hugo del Carril, que iba a ser el protagonista. Fueron al
negocio, cuando todavía estaba sobre calle Belgrano”.
Juan Kayayán tomando mate. |
Pregunto por las pistas que Mary guarda del principio de la historia en
Entre Ríos: “Mi papá llegó al país con otros armenios, y no sabía ni una
palabra en español. Hablaba 5 idiomas, menos el que necesitaba. Él estuvo en
Entre Ríos caminando por los campos, sacando fotos, y se encontró con una
francesa, que fue la que le empezó a enseñar un poco el idioma. Aprendió de
entrada, por necesidad, a decir: 1 peso foto. Así caminó por los campos hasta
que pudo hacerse del dinero con el que instaló el negocio: La Moderna. Después
conoció mucha gente, y sacaba fotos a la alta sociedad, estaba entusiasmado”.
Mary es de 1943, no sabe cuándo su padre empezó con La Moderna, pero sí cuenta
detalles de la historia del negocio: “Mi papá compró una casa en San Antonio
19, donde funcionó La Moderna cuando dejó la calle Belgrano. También compró el 21,
donde funcionaba un negocio de venta de fantasía fina. La casa del 19 era
enorme, era negocio y vivienda familiar. Al fondo había dos laboratorios, uno
muy grande. Cuando falleció mi papá, al tiempo, yo me casé”. Los registros de
la ciudad cuentan que Carlos Kayayán, hijo de Juan, pidió la baja del negocio
el 16 de junio de 1969, y que Juan, el hijo menor de Juancito, lo reabrió en 1974
y llegó hasta 1980.
Padres de Kayayán: Elizabeth Tchitakian y Gababed Kayaian. |
María Rosario, la mayor de las 5 mujeres, trabajó en el negocio junto a
su padre: “Mi trabajo consistía en ir a limpiar por la tarde las vidrieras del
negocio, los espejos. A la mañana estudiaba. Luego íbamos al laboratorio. Me
enseñó a hacer fotos, a revelarlas, a fijarlas, lavarlas, darle brillo, el
papel era brillante, hoy creo que ya no se usa. También había placas con papel
seda. Poco a poco fui aprendiendo a sacar fotos en el estudio, con reflectores.
Sacaba todo tipo de fotos mientras mi papá hacía otras cosas en el laboratorio.
Después me tocó salir para sacar fotos afuera. También ayudaban otros hermanos,
los mayores. Porque mi papá venía enfermo, no sé qué es lo que tuvo, pero
estuvo en Rosario dos meses. Con mi hermano mayor teníamos que trabajar,
mantener la casa, y mandar el dinero a Rosario. Yo me encargaba del negocio y
de la casa también, porque mi mamá tampoco andaba bien. Tuve que dejar la
secundaria. Cuando papá volvió estuvo un tiempo en cama. Después se enfermó de
cáncer de pulmón, fumaba mucho. Recuerdo que al negocio iba mucha gente a
hablar con él, lo mismo pasaba en mi casa, que era un hervidero de todas las
clases sociales”. Quien hace memoria señala un nombre: “El periodista Arena lo
visitaba mucho, le hizo reportajes, él sabía mucho sobre mi papá. No sé si los
publicó. Hablaban horas”.
Consulto a Mary si ella recuerda a su papá trabajando en la serie de los
personajes marginales, me dice que no; pregunto si sabe de qué manera Kayayán
se acercó a la idea: “Un día le llamó la atención esos personajes de bajos
recursos, y empezó a retratarlos. Reveló las fotos con sus propias manos. Las
enmarcó y las expuso. El día de la inauguración había gente de vereda a vereda,
en el local de calle Belgrano. Cuando pasamos a San Antonio quedó como
exposición permanente”. Jorge Surraco Babino en su blog tiene un dato: El
fotógrafo trabajó en la serie alrededor de 1942, y la inauguración de la exposición
se anunció el 11 de diciembre de 1951 en el diario El Debate. La historia cuenta
que en Armenia la familia Kayaian tenía un buen pasar, perdieron todo a manos
de los turcos. Luego Mirdjan pasó por cantidad de necesidades. Llegó a la
Argentina, a Entre Ríos, a Gualeguay -donde descansan sus restos, murió el 10
de octubre de 1968-, y Juan pudo ganarse un buen pasar. Parece que este hombre
practicaba la memoria, no olvidó qué era no tener, y qué significaba vivir
corrido por los destinos tristes que a veces puede marcar la historia de una
sociedad, y entonces retrató a los pobres de Gualeguay, esos personajes que aún
hoy se mezclan en los “sucedidos” que los gualeyos cuentan alrededor del
churrasquero.
Diario El Supremo (1983), fotos de Kayayán (arriba a la derecha: Catón). |
De la famosa serie de personajes solo conozco las que publicó el diario
El Supremo en 1983. Las imágenes están en el blog de Jorge Surraco Babino.
También guarda el diario María Rosario, pero me dice que las reproducciones se están
borrando. Más imágenes que se lleva el tiempo. Lástima que no se hayan tomado
recaudos para conservar testimonio del ensayo fotográfico de Juancito. Me digo
que tendría que haber aparecido una magia similar a la que regalaron los tres
reyes magos que querían hacer una película. Juancito se puso a escribir esa
memoria de vida que hoy está a salvo en manos de su hija. Faltaron tres reyes
magos que se interesaran por las fotos que tomó de los desplazados, el hombre
que sabía qué era habitar solo un costado de la foto.
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ResponderEliminarla eliminé porque había un error en redacción
Eliminarla foto para mi primer documento ,la sacó Juancito.
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