La búsqueda de la huella de vida del fotógrafo de Gualeguay: Juan
Kayayán, me llevó hasta el título de un libro. Se ofrecía a la venta en
“mercadolibre”. Su título: “En la cruz de las horas”, su autora: Violeta
Arrighi. Un poemario publicado en julio de 1961. En la ficha mínima del objeto
a vender se consignaba el siguiente dato: fotos de Mirdjan (Juan) Kayayán.
Encontré el libro en la biblioteca Carlos Mastronardi. Me atendió
Mariana. Me dijo que había otro libro con fotos de Kayayán, pero firmado por
Thames. No tenía ese dato. El segundo libro es “Rostros y almas”, publicado en
marzo de 1961, es decir meses antes que el anterior, por Thames, que es
seudónimo de Violeta Arrighi, pensé, hasta que supe que en verdad, Thames y
Violeta, respondían a otro nombre, al fin, verdadero: Francisca Arrighi de
Garibotti. Pero también en la biblioteca pude ver el libro “Glosas” (1967) donde
se consigna como autor a Francisca Arrighi de Garibotti, y bajo el nombre, uno
de los seudónimos: Thames. En 1960 firma como Thames el libro “Meditaciones”.
En 1938 Violeta Arrighi publicó su primera obra: “Mediatarde”, con prólogo de
César Tiempo. En 1964 publicó “La odisea de la prensa libre (1945-1955)” que
firmó con su nombre verdadero. También publicó “Las coplas que el pueblo
canta”, pero no tengo más dato que el título. Es decir, la dama tuvo, tiene, diferentes
maneras de presentarse. Me pregunto por la motivación para tanto juego de
autoría. Acabo de leer los libros publicados en 1961, y no me da la sensación
de que en Francisca viviera una escisión heterónima al estilo de Fernando
Pessoa, el poeta de Portugal, que cargó con varias almas, y todas ellas de
personas muy distintas.
Fotos de Kayayán para "En la cruz de las horas". |
Diría que en Francisca Arrighi habitaba, ante todo, una pulsión moral y
ética que la llevaba a una mirada atenta sobre el mundo y sus criaturas. Sin
importar la forma de su escritura, puede ser a través del poema, puede ser
anotando pensamientos, meditaciones, ella se preocupó por marcar los sitios que
el ser humano transita cuando procede bien y cuando procede mal. Muestra
Francisca una fuerte inclinación religiosa, está Jesús, Dios, tanto en sus
poemas emotivos, declamatorios, y en la apretada síntesis de un pensamiento.
Pero claro, humana la dama, en saludables contradicciones refleja su miedo, su
incertidumbre, el amor perdido, llega incluso a jugar con la idea del suicidio.
La autora mira su lugar en el mundo, y es por eso, creo, que buscó la presencia
de las fotos de Kayayán, que principalmente se ocupan del río y los árboles.
Llama la atención una foto en la que aparecen tres figuras humanas paradas en
la orilla, las tres inclinan sus cabezas a modo de saludo o reverencia al río.
De “Rostros y almas” (1961) de Thames: “Plegaria para los que viven…”: “No
recemos por los muertos, porque ellos ya no necesitan de nosotros. / Recemos sí
por los que siguen viviendo, y están muertos para sus semejantes. / Recemos
para que vean los ojos que no ven. / Oigan los oídos que no oyen, y amen los
corazones que nunca se abrieron para el amor. / Los que tiemblan al escuchar el
murmullo de las hojas de los cipreses en los cementerios y pasan sin conmoverse
ante los muros de un hospital. / Recemos por los que comen sin pudor alguno
junto a los hambrientos que miran. / Por los que condenan a inocentes. / Por
aquellos que se burlan de la mujer que se hizo madre sin tener al hombre
responsable de su desdicha. / Por los que vuelven la espalda al que ven sucio
por fuera, y que por dentro es más limpio que ellos. / Por aquellos que
condenan sin recordar que equivocarse es condición humana. / Por los que aman
las mariposas para matarlas. / Recemos por los que encierran a los pájaros
porque envidian su facultad de vuelo. / Por los que sin tener oro para llenar
sus bolsas, las llenan de odio. / Por los que arrancan las flores de una planta
y las deshojan al azar. / Por los mordidos de envidia, que no pueden alegrarse
del triunfo de los demás. / Por ellos, que no pueden comprender que todos somos
uno, y uno somos todos”.
Fotos de Kayayán para "Rostros y almas". |
En “Semblanzas pueblerinas” trata de una constante de su tierra gualeya:
“Gualeguay, ciudad de casas bajas que parecen hilvanadas sobre la acera en
abrumadora línea de continuidad. Ciudad de jardines es la nuestra. Aún en los
patios más humildes, se ven florecer las glicinas en las soleadas galerías y el
jazmín del país se sube a las enrejadas ventanas aromando en las noches las
entrevistas amorosas. Las tardes se alargan en los clásicos paseos donde la
juventud rinde culto al amor. Entrada la noche, la vida se concentra en el santuario
del hogar salvo los escasos noctámbulos de café… La vida es tranquila en
nuestra ciudad, tan tranquila como puede serlo en un pueblo todavía turbado por
ancestrales prejuicios y donde el retazo de noticia tiene muchos cultores”.
En “En la cruz de las horas” (julio 1961) Violeta Arrighi apuesta a la
poesía: “Vida”: “Es nuestra vida oscilación perpetua / Del placer a la pena, /
Náufragos en un mar, naves fantasmas / Hasta la hora que la muerte llega. / Nos
llevan y nos traen las turbias aguas / A merced de terribles fuerzas ciegas…”.
El poema “Como el río” la vuelve a un Gualeguay íntimo: “Junto al río
divago… en horas de hastío; / Hay en mi alma, y mis sueños, rumores de río. //
En su lecho de arenas el río, rumoroso se duerme tranquilo / Yo insomne, en la
cruz de las horas, me agito y suspiro, / Y se enturbian mis sueños, crispados
de anhelos… / Como enturbian las aguas del río, los vientos del cielo. // Son
del río los hondos remansos, espejos de calma / Donde suelen mirarse las nubes
en claras mañanas; / Son mi espejo… remanso profundo; tus negras pupilas /
Donde se han abismado mis ansias de amor y alegría. // Rumorosa se alarga la
cinta plateada del río… / Serpenteando a través del follaje sombrío… / Así
alargan mis noches eternas las horas del tedio; / Porque sé que los males del
alma, no tienen remedio… // Como el río, que baña a su paso fértiles praderas /
Temblorosa, se enciende en mi pecho la nueva quimera!”.
En “Inmigrantes” luego de marcar el dolor sufrido por aquellos que tuvieron
que dejar la tierra propia, escribe: “(…) Yo también como aquellos / Huyendo de
mi hondo desconsuelo / He dejado el amparo de mi cielo / Llevando a cuestas mi
melancolía… / Buscando con afán otro horizonte / Para olvidarme de la pena mía.
/ Pero, aquí como allá, sonoro bronce / De lúgubre tañido / En vez de
silenciarse en el olvido / Repica la campana del recuerdo, / Y ardientes brasas
las cenizas cubren / Que el menor soplo ha convertido en fuego. // Fuego que en
llanto mis pupilas quema, / Fuego invisible que en mis venas arde / Y ante el
cual pienso alguna vez…, cobarde, / Que aún me queda un recurso terminante /
Que mi problema espiritual resuelve: / Un último pasaje de emigrante / Para esa
tierra donde no se vuelve…”.
Francisca Arrighi de Garibotti |
En los dos libros citados encontré pistas sobre la vida de la autora. En
la solapa de “Rostros y almas” se informa: “El pseudónimo Thames corresponde a
una fina sensibilidad entrerriana: Francisca Arrighi de Garibotti, directora
del diario ‘Pregón’, uno de los más valientes y meritorios órganos de prensa
del país, cuya acción cultural y democrática ha sido señalada como ejemplo de
conducta cívica”.
En la solapa de “En la cruz de las horas” leo: “Violeta Arrighi, nacida
en Gualeguay (Entre Ríos) cursó estudios secundarios en la Escuela ‘Ernesto A.
Bavio’. Colabora activamente en diarios y revistas de esa provincia, y en otros
de Buenos Aires y Montevideo, cuidad esta última donde reside en la actualidad,
ejerciendo la docencia en el Colegio ‘José Pedro Varela’”.
De “En la cruz de las horas” tomo el poema “Lo indestructible”: “Cuando
me vaya, no me iré del todo / Porque en la tierra y al azar dispersos / Brotará
la armonía de mis versos / Redimiendo mi nombre del olvido. // Cuando mi cuerpo
se transforme en lodo, / Quedará mi canción, yo me habré ido; / Pero mi acento
no se irá del todo. // Porque en redor, melódica, inasible, / Quedará de mi
espíritu, contigo, / La esencia misteriosa, indestructible!...”.
De alguna manera Violeta, Thames y Francisca, las tres en soledad,
regresan a su ciudad en busca de memorias que, me digo, algunas están a la
vista, y otras, aguardan en la sombra. Imagino que César Tiempo escribió el
prólogo de “Mediatarde” porque el librero Ernesto Hartkopf fue el nexo entre la
joven dama y el poeta destacado en el quehacer de Buenos Aires. Imagino que
fueron muy amigos Francisca y Juancito Kayayán, por eso unieron sus oficios de
arte. Cuántas historias para conocer habrá en la vida de Francisca.
Ahora que está de regreso, será cuestión de pasar de las imaginaciones a
las preguntas. Es maravilloso el trabajo alrededor de la memoria de las
personas. No hace falta más que mirar un poco en alguno de los rastros dejados,
y sus buenos fantasmas se las arreglan para continuar el diálogo. Hablaba ayer
con Zélika Alarcón cuando Francisca dijo permiso y se sumó al diálogo, pero
esta es otra historia.
Muy linda reseña. Le señalaría que Violeta Arrigui no es Francisca, sino que es el seudónimo de María Luisa Garibotti Arrigui de Clulow, hija de Francisca. En el momento de la última separación de Violeta con sus seres apasionadamente amados, se pudo claramente escuchar una voz, como si fuera por un instante su propia voz, leer en el silencio reverente su magnífico Lo Indestructible, para estamparse en la memoria de los presentes su exaltada, trascendente y sublime escencia.
ResponderEliminarVioleta Arrigui es el seudónimo de mi madre María Luisa Garibotti d Clulow y el libro En la Cruz de las horas es de su autoría como otros más.Es hija d Francisca Arrigui de Garibotti, que firmaba con el seudónimo d Thames.Ambas fallecidas.Mi madre se conoció con mi padre, escritor y artista plástico uruguayo por medio epistolar entre distintos escritores. Luego se casó con él y se estableció en Montevideo, ejerciendo la docencia por 44 años en el Colegio Nacional José P.Varela.
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