La
poesía de Abel Edgardo Schaller llegó hasta mis manos gracias al buen ojo de mi
amiga Tuky Carboni. La poeta un día me contó una historia, y me entregó una
copia de un poema de Schaller: “Homo sapiens”, señalo un fragmento, una manera
de avisar sobre la mirada de su autor: “(…) ¿Y qué entonces de este homínido
patético, / espectro de su propia calavera, / con su rostro de primate
esquizofrénico / invertebrándose a la sombra de su prisa y de sus átomos? / ¿Y
qué de sus cilicios cotidianos / y el estertor nuclear de las ciudades, / del
post mortem del ángel y las nubes / en manos de su empresa y su Aqueronte? //
(…)”. Es nuestra poeta Tuky la que me señala la fecha de un encuentro. El
jueves 10 de mayo, en el Museo Quirós: ella va a presentar, junto a Schaller,
el libro “De fulgores y sepias” (Premio Literario Fray Mocho 2012).
Abel Edgardo Schaller |
Enseguida
pensé en pedirle a Tuky que me diera una semblanza, un relato de sus
impresiones sobre el poeta: “Abel Edgardo Schaller emergió en el escenario de
la poesía entrerriana, casi diría como una epifanía luminosa. Hace mucho tiempo
que me invitan a Congresos de Escritores de diversas provincias. Desde luego, a
los que más he concurrido es a los de la patria chica. Estando yo siempre tan
interesada en conocer los buenos poetas de mi provincia, es para mí muy sorprendente
que no haya escuchado hablar de él y que, apenas hace poco más de un año, haya
llegado a mis manos un poema de vertiginosa belleza: ‘Homo sapiens’. Para que
ustedes se hagan una idea del impacto emocional que me causó ese poema,
confieso que en el último Congreso Internacional de Gualeguaychú, realizado en
septiembre, en lugar de leer algo escrito por mí, ocupé el tiempo para leer ese
poema: ‘Homo sapiens’, lentamente y con toda la claridad de la que soy posible,
para que los asistentes (muchos de ellos extranjeros) pudieran captar las
maravillosas metáforas que Abel había volcado en ese poema. Lo hice a
conciencia, porque me pareció un regalo para los compañeros poetas; para que se
llevaran a Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador, República Oriental del Uruguay, en
sus memorias, esta joya verbal que tanto me había conmovido”.
Quise
leer el libro que se presenta el 10 de mayo en el Quirós. Tuky me lo prestó, y
además agregó dos títulos más de Schaller: “Las altas horas” (Ediciones del
Clé, 2012): en él me encontré con dos poemas de apertura para esta música de
poeta: “Berta”, dedicado a su madre, y “La palabra encontrada”, dedicado a su
padre; una apertura que vuelve a presentarse en “De fulgores y sepias”; cada
vez una emotiva memoria de sus padres: palabras justas, seguras, distancia y
cercanía; sin truco, sin lugares comunes. Y el tercer libro: “Cortitos y al pie”
(Ediciones del Clé, 2016): un buen puñado de “greguerías”, especie nacida del
puño del grande Ramón Gómez de la Serna, y libro que además contiene “Otras
yerbas”, una personal búsqueda de escritura minimalista.
Anotaba
mi impresión sobre los poemas dedicados a sus padres, agrego que quizás en los
de “De fulgores y sepias” estén las señales más altas en la poesía de Schaller,
cuando el poeta resuelve en pocas líneas. Esa fue la sensación que llegó
primero y trabajó la opinión del cronista, nacida desde la sencilla emoción que
golpea las puertas de la memoria propia: que guarda una madre, un padre, una
abuela. Transcribo “Madre”: “Por el delantal sin pausas, / las manos apantallan
/ los negros paladares del carbón. / Así, toda mañana fue un milagro”. Y el “Padre”:
“Una vez nos construyó una choza / con ramas de un paraíso florecido. / Y
estábamos allí, con la vida a pleno niño, / ilesos y en presente / en el júbilo
sin horas / de aquel techo perfumado. / Fue esa tarde / que la lluvia vagó sola
por el mundo”.
Y
qué decir de la imagen de “Cobijo”. Significó para este lector un regreso a un
momento en apariencia olvidado: “A la menguada altura de mi pecho / mis brazos
sostenían la madeja. / En el extremo próximo, allí, tan al alcance, / mi madre
ovillaba colores, ternuras y paciencias. / ¡Ah, jubilosa voz de los años
iniciales, / y esos momentos de perplejidades / postergadas interminablemente /
por la extendida sed de la madeja! // ¡Ah, los estoicismos ingenuos / de
aquella edad apetecible! // Muchas veces me atrapó ese rito / de brazos
extendidos / hacia el profundo ovillo de sus manos. / El mundo desde entonces /
es un abrigo fatigado que huye”. Tanto lamenta este cronista la existencia de
no lectores en esta sociedad de las velocidades que no hacen más que fundar
olvidos. Qué maravilla, cuanta bondad en la poesía que sabe de los regresos, de
los inicios en que se jugaba nuestra identidad, y nuestros primeros
avistamientos de un mundo que buscaba guardarse en la memoria.
Es
la memoria elemento esencial en la mirada y la escritura de Abel Edgardo Schaller;
convido otro de los poemas contenidos en “De fulgores y sepias”: “Algo queda en
los pueblos”: “Algo queda en los pueblos de aquella patria infancia, / los
júbilos descalzos e hirsutos de baldíos, / cómplices de las siestas, los suaves
paraísos / que urdían municiones y sombras de payanca; / naranjas rezongadas
por antiguas vecinas, / la cercana vertiente, robándose las clases, / el puerto
con sus islas, los gigantes barcos / ensilando en sus vientres la gracias de
los campos. // Detrás de una pelota corrían las deshoras, / en la esquina
gregaria censábamos estrellas, / el mañana no era ni siquiera una seña / y el
‘hoy’ se enronquecía a pecho desprendido. / Cuidábamos entonces las flores de
la plaza / porque ellas explicaban sin palabras la vida; / la voz de nuestra
madre ordenaba las cosas / y ofrecía milagros en la mesa de todos. // Algo
queda en los pueblos, el número y la puerta, / mas ya no son los mismos la
casa, los vecinos; / ni tampoco nosotros, con los sueños ajados. / Ahora, aquí
la tarde arrodilla sus joyas, / y los amados rostros aroman la penumbra. / No
sabemos siquiera quién se va o quién se queda, / ni el verdadero nombre del día
que nos nombra / y lento nos regresa al misterio que fuimos”.
Entre
lecturas seguí el impulso de preguntarle a Schaller sobre algunas cuestiones.
Consultado
por el origen/receta de escritura, cuándo, cómo nace el poema, dijo: “Un poema
tiene orígenes inciertos y una receta inexistente. De lo que no debiera carecer
es de inteligibilidad, pasión, música y honduras”. Salvo en algunos poemas
donde el poeta busca entre imágenes, preguntas y sensaciones, y se permite la
extensión, creo que, de manera natural, se inclina a una escritura escueta, “cortito
y al pie”, como uno de los caminos elegidos a conciencia.
Ante
la pregunta: ¿Qué es para usted la poesía?, respondió: “Siento a la poesía como
una forma de respiración. Podría no comer por varios días, pero no dejar de
respirar por tanto tiempo”. En esas vueltas que a veces uno le da a ciertas
ideas, al leer su respuesta corta, pensé en aquello que sostengo hace unos
años: la escritura, ante todo, como una forma de respiración, un “hacer”
interno que en algún momento, luego de un arduo trabajo de años, al fin, y si
había la sustancia base, llegará a un ritmo interno, ahí el poeta y su
identidad, o el novelista y su manera de ser entre personajes.
¿Y
qué dice Schaller cuando se lo consulta sobre la memoria, y sobre su explícita
inclusión en su escritura?: “‘El hombre es memoria que anda’ (J. L. Borges
dixit). Pero la memoria es, además, una de las funciones neurológicas más
caprichosas, pues en muchas ocasiones hace lo que se le ocurre, prescindiendo
por completo de nuestra voluntad. Sin embargo, es un tanto inocente: cuando me
asesta la luz de algún renacimiento, me aprovecho de ella y escribo algo, antes
que se fugue en un suspiro”.
¿Por
qué presentar su libro en la ciudad/río de Gualeguay?: “Esos pagos gualeyos
ostentan un poeta imprescindible: Juanele. Y dos amigos: Tuky Carboni y Néstor
Medrano, que me han honrado con su hospitalidad. Estas razones me parecen
suficientes como para intentar la presentación de mi libro allí. Podría hacerlo
también en Diamante, otra ciudad/río amada, de la que nunca me fui. Aún reside
allí mi niño... Lo intentaré”. Explícito su amor por la ciudad/río de Diamante:
en “Las altas horas” aparecen los poemas: “Pequeño adagio de pueblo” (notable),
“Puerto Diamante”, “Diamante: recuerdo de Puerto Viejo”.
El
poeta nació y vive en Paraná. Es profesor Nacional de Educación Física (1962). Realizó
estudios en la especialidad Dirección Coral en el Instituto de Música de la
UNL, donde fue profesor titular de la cátedra entre 1993 y 1998. Es fundador de
13 organismos corales en el país. Dirige el Coro “Vocal Son Mayor” de Santa Fe
e integra como segundo tenor y arreglador el grupo vocal “Melipal”, fundado por
el maestro Eduardo Hernán Gómez.
El
registro de vida de Abel Edgardo Schaller está ante todo en su obra, en su
decir; luego se puede buscar en una larga lista de premios y distinciones los reconocimientos
a su trabajo. Las enumeraciones muchas veces son necesarias, pero, en el caso
de este poeta, las dejo a un lado.
Comparto
las acertadas palabras previas a “De fulgores y sepias” escritas por Mario
Alarcón Muñiz: “Se detiene ante mí el poema. No pasa de largo. A veces sigue
conmigo. Esto me sucede con la poesía de Abel Edgardo Schaller, desde que
comencé a frecuentarla, hace más de diez años.
El
poema del Negro, mi amigo, se acerca. Me arrima percepciones comunes a partir
de lo inmediato. Los padres, la casa, la infancia, la siesta, el río, el
pueblo, el árbol, el campo, es decir la vida que nos circunda y nos concierne.
No
son motivos originales. Sin embargo, Abel logra de ellos una luz distinta,
prescindiendo de recursos extraños, con el valor de la sencilla palabra
colocada en el momento y el lugar adecuados para lograr belleza expresiva.
El
poeta está llamado a iluminar el mundo y él lo consigue a partir de los asuntos
cotidianos más simples.
¿Dónde
está el secreto? Vaya uno a saber… Lenguaje, talento, percepción, sensibilidad,
se encuentran en un punto y ahí comienza a tomar forma el poema. Cuando llega a
mí, Lector, se queda. Está aquí. Me acompaña. Ese es su gran valor”.
El
jueves 10 de mayo, en el Museo Quirós de nuestra ciudad/río, se presenta “De
fulgores y sepias”. Las palabras estarán a cargo de Tuky Carboni, y de Abel
Edgardo Schaller, su autor, el hombre poeta que recuerda y felizmente anota.
Doblemente querido colega . Gimnasios , piletas , salas de ensayos , teatros , competencias atléticas , conciertos corales ... Un gran abrazo desde Pergamino .
ResponderEliminarViendo viejas fotos encontramos varias de un " Coro de turistas de Villa Gesell" años 1980 u 81 cantando bajo la dirección del Mtro. Schaller. Lo redescubrimos 40 años después. Una alegría.Liliana y Horacio
ResponderEliminar