Emma Juana
Barrandéguy Solimano, gualeya ilustre nacida el 8 de marzo de 1914 y fallecida
el 19 de diciembre de 2006, llevó adelante durante más de diez años la página
de El Debate Pregón Cultural.
Emma falleció un
martes, y en la edición del domingo 24 de diciembre, en esa página que se quedó
sin su mirada, la poeta Tuky Carboni publicó un texto: “Madre hay una sola,
pero yo tuve dos”. Emma fue madre literaria de Tuky. Ella describió, en pocas
líneas, muchas de las almas de Emma: “Al recibirme ella de igual a igual, con
la sencillez que solo tienen los grandes, pude frecuentarla y comprobar su
generosidad de juicio, su lealtad a las ideas que había profesado desde joven
(y que mantendría hasta la muerte; pero que no trataba de inculcar a los
demás), su respeto por las elecciones personales, su solidaridad, su permanente
capacidad para alentar al más tímido de los poetas, su talento para infundir
confianza, su hondura humana, su vastísima cultura, su creatividad al servicio
de la literatura”.
La cultura de
Emma, repartida en su multitud de almas, era notable, y en la página Cultural
el lector tenía la suerte de encontrar sus ideas, gustos y recuerdos. Se podía
leer un texto de Italo Calvino, un poema de Eise Osman, palabras de Hugo
Mujica, sacerdote y poeta, poemas de María Elena Pérez Petre, consideraciones
sobre el arte de Derlis Oscar Maddonni, poesía de Kavafis o un escrito de
Witold Gombrowicz. En ellas la presencia del escritor Arnaldo Calveyra, un
cuento de Sixto Miguel Argot, un poema de Julio Saldaña, poemas de Rosendo
Taborda.
Cada una de esas
páginas era una invitación al aprendizaje, a la emoción, una apuesta a la
transmisión de historias, opiniones, sensaciones. Es por eso que acepté una
recorrida por algunas de ellas. El viaje fue sustancioso. Aquí una pequeña
memoria de lo hallado.
Encontré un
texto corto titulado “Siempre” de Derlis Maddonni en la página del 31/03/2002:
“Obscuros caminos los de la sensibilidad. Tanto crispan hasta el llanto, como
nos tornan creativos, mansos y contundentes, terriblemente crueles y certeros.
Obscuros caminos que recorremos solos, sin guías –no hay guía posible-, sin
conocimientos previos. Caminos de la felicidad o del quiebre estrepitoso y el
abandono. Caminos donde los silencios son gritos y los gritos vergonzosos
silencios. Duele esto hasta lo impensable, hasta lo imposible de imaginar y
narrar. Increíblemente agudo este dolor, como inconcebible la felicidad que
puede producir, a veces, ese pequeño hallazgo sin valor alguno para otros, que
pasan ligeros, miran ligeros, opinan ligeros y juzgarán ligeros…
Obscuros caminos
los de la sensibilidad, que hemos elegido, pero que resultarán condena al lápiz
y al papel para siempre. Solitario quehacer de jueces y partes. Condena que se
cumple, casi siempre, a pesar nuestro. Necesidad, obsesión, placer y dolor de
sentirnos solos y enfrentados, siempre, a esa nada blanca que espera el
desgarramiento de una línea, una pobre línea”.
Este gualeyo no
para de sorprenderme, artista plástico, poeta, pensador, capaz de escarbar
sangre adentro de las ideas y las emociones. Siendo poeta y llamándose Oliverio
O. le entregó a Emma el poema “Y sí…” publicado el 02/03/2003: “Una noche
copuló / con la vida y con la muerte. / Al despertar comprendió / casi
perverso, / que todo, / no es más que eso. / Y sí…”.
El 06/07/2003 publica
Emma “Poesía Palestina de combate. Fatwa Touqan”. Consigna el poema “Diario de
Mazin”, y cito un fragmento: “Me siento a escribir, ¿qué puedo escribir? / de
qué servirán las palabras / oh mi pueblo, oh mi patria / qué despreciable
sentarse a escribir / en este día / ¿acaso la palabra protegerá a los míos? /
¿acaso la palabra protegerá a mi patria? / hoy / todas las palabras son como la
sal / que ni brota ni florece / en esta noche… (…)”. Emma cuenta qué pasó en la
escritura de esta autora palestina, luego de la invasión israelí de 1967: “La
obra de Fatwa Touqan sufre en ese momento un giro decisivo. Dominada en el
pasado por el sentimiento del exilio y del desgarramiento, va a desarrollarse
en adelante en el combate”. Una memoria triste que sigue presente en estos días;
otra memoria donde uno de los gigantes del acero se enfrenta a la reacción de un
pueblo. Desde la poesía y las ideas llega la propuesta a todos los hombres: interesarse
por la historia y sus vueltas, porque es la única manera de entender las
razones de un conflicto. La memoria es el camino. Emma lo sabía allá en julio
de 2003, cuando hablaba de 1967.
“Hoy poesía de
José Saramago” es el título de la Barrandéguy el 17/07/2005. Destaca un puñado de
poemas del portugués notable, transcribo “Inventario”: “De qué sedas están
hechos tus dedos, / De qué marfil tus muslos lisos, / De qué alturas llegó a tu
andar / La gracia de gamuza con que pisas. // De qué moras maduras se extrajo /
El sabor acidulado de tu seno, / De qué Indias el bambú de tu cintura. / El oro
de tus ojos, de dónde vino. // A qué mecer de ola vas a buscar / La línea
serpentina de tus caderas, / De dónde nace la frescura de esa fuente / Que sale
de tu boca cuando ríes. // De qué bosques marinos se soltó / La hoja de coral
de tus puertas, / Qué perfume te anuncia cuando vienes / A rodearme de deseo
las horas muertas”.
Al conjugarse esta
página y el poema amanecen en mi alma de escritor dos memorias. Una tiene que
ver con Emma, a quien conocí a través de sus libros, y a través de testimonios
muy valiosos, como son los de los escritores Tuky Carboni y Daniel González
Rebolledo. Pero con Emma no tuve la suerte de experimentar la charla en
directo, qué lástima que los tiempos y lugares no posibilitaran el mano a mano.
En cambio sí pude estar de charla en una mesa de café con José Saramago en
algunas oportunidades. Al estar cerca de Saramago y de su mujer, Pilar, pude
comprobar que en su caso se daba una plena confluencia entre la obra y el
hombre: una obra maravillosa, igual su persona. Podría señalar en él varios de
los atributos enunciados por Tuky al referirse a Emma: “Al recibirme ella de
igual a igual, con la sencillez que solo tienen los grandes…”, de la misma
manera Saramago, un premio Nobel de Literatura, tuvo tiempo para hablar con
este escritor que todavía está tratando de “ser”.
Emma publica
“Ortiz” en la página del 04/09/2005. A continuación un fragmento: “Cuando vivía
en la casa del Parque, quizás años 1923 a 1930, yo tenía 9 años, de modo que ya lo
conocí en la otra casa, en la calle del Molino, decíamos, y que creo es ahora
B. Mitre. Allí lo visitábamos, acariciábamos sus gatos y hasta creo haber
conocido a Diana, la famosa perra galga del poeta, quien le dedicó al menos dos
composiciones de su vasta obra. Los gatos eran unos siete, que el poeta juntaba
del barrio, o se los llevaba a su casa algún vecino.
Era un hombre
fundamentalmente bueno, que recorría el pueblo en su bicicleta, visitaba a sus
amigos aunque no fueran escritores, quizá pescadores, carpinteros como Amaral,
gente de su familia, ya que estaba emparentado con los Beracochea, y mi casa
para alguna reunión política. Todo esto sucedía entre 32 y 37, en que viajo a
Buenos Aires. Es entre esas fechas cuando gracias a un librero amigo, el
insigne Hartkopf, se organiza una especie de peña de izquierda que se llamó
‘Claridad’, como la agrupación pacifista de los escritores franceses de la
época, que Ortiz leía con entusiasmo. Siempre fue afecto a la cultura francesa,
como se acostumbraba en esa época. Así, al mismo tiempo que nos reuníamos en
‘Claridad’ para arreglar el mundo por medio del socialismo (ideal paralelo de
una generación y a nivel mundial), también nos reuníamos en mi casa (ya que siendo
la única mujer del grupo no se me dejaba salir de noche sola) para leer
marxismo y poesía.
Luego las
relaciones de él en la Capital
se limitarían a colocar, en el diario donde yo trabajaba, los bonos para el
primer y subsiguientes libros del poeta, con los subsiguientes también
denuestos de los compañeros de tareas: ‘Quién conoce a tu poeta, che… dejate de
j…’. Cuando viaja él a Buenos Aires comemos torta de ricota que a Ortiz mucho
le gustaba en alguna pizzería de Corrientes y tomamos mate en interminables
charlas sobre Poesía. El poeta ya está luego en Paraná y nuestras vidas se
apartan. Yo me entrego a mi afán poético… y él va hacia donde será semillero
interminable de buena poesía”.
Para apoyar la
difusión de la obra, en la misma página, coloca el poema “Rosa y dorada” de
Juanele: “Rosa y dorada / la ribera / La ribera rosa y dorada / Febrero / y ya
estás / belleza última, en el cielo y en el agua, / Etérea, / pero ya estás, /
vapor flotante de un sueño / que parece de flor y es de un lúcido pensamiento /
que se busca / y se suspende / mientras el cielo es un ardor sensible. / Por
los caminos pálidos, entre la hierba oscura, / el alma es un olvido hacia una
orilla eterna”.
Leí muchas
páginas de Emma, sin duda una colaboradora de excepción para cualquier medio
periodístico, y podría seguir enumerando autores o anotando la pista de uno u
otro texto, pero sigo el impulso y decido escribir (hasta estos dos puntos
todavía no sé qué): sobre la simpleza y contundencia del poema ínfimo de Derlis
Maddonni. Me refiero a “Y sí…”. El poema hace las veces de llamador. Hay en él
un golpe certero de razón dirigido a la conciencia; un aviso, una ayuda para
aquel que piensa que la vida de su pradera no transita de cotidiano entre estos
espejos o un recordatorio artístico para aquellos que ya iban anoticiados.
Volviendo a Saramago, recuerdo que él siempre recomendaba vivir a conciencia
despierta, y me digo que este Derlis de Gualeguay recomendaba lo mismo. Me digo
que la vida verdadera se vive mirando al desafío diario directo a los ojos;
digo que la vida se vive con una mano de alegría, una mano de amor, una mano de
miedo, una mano de duda: porque la duda mucho ayuda por ejemplo a no creerse
Gardel ni a creerse que se habita en el fondo de un tacho de basura; esa misma
duda es la que posibilita la vida dentro de la sanidad mental que puede
aparecer en el sube y baja que vive en nuestra plaza interna: la intención de ubicarle
un tiro al equilibrio. Y es en este trabajo tan parecido al ir y venir de la
araña: recién descubrí una tejedora ínfima: se descolgó desde la claraboya del
baño donde parecía cercana a Gardel, y casi tocó el suelo y la nada… para luego
picar rauda hasta la media altura. Ahí nos miramos.
Quizá sabía de
la vida y la muerte, de Gardel y el tacho de basura, del equilibrio y los
miedos. Quizá había soñado con el poema de Derlis que Emma recibió en otra de
sus páginas culturales de El Debate Pregón.
Lo cierto en
esta historia es que el buen fantasma de Emma anda de ronda por Gualeguay.
Pienso en su figura, en sus tantos matices, en sus almas. Un desafío de años de
trabajo aplicado para el escritor que quiera contarla. Claro que no estaría
solo: solidario es el buen fantasma de Emma.
Excelente!!!
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