El ciberespacio tiene sus sorpresas, sus paisajes
notables, señales estas que contrastan con tanto palabrerío con sabor a vacío
enredado: el insípido rodar de las horas entre las imágenes. Miles de personas tratando
de crear una vida, miles confundiendo una herramienta con la construcción de la
identidad. Fue sorpresa maravillosa encontrar el texto de Daniel González
Rebolledo sobre su madre y el paisaje de la chacra: la sintonía del poeta; y
sorpresa fue la aparición de Evangelina Franzot. Se puede decir de ella que es
licenciada en letras. Pero el título es lo que menos importa. Porque la pasión
va primero que el título, es el sostén para todo el quehacer en los días.
Evangelina llegó hasta el blog donde publico todo el
material sobre Gualeguay y Entre Ríos: las notas aparecidas en El Debate
Pregón, buscando información sobre Emma Barrandéguy, gualeya egregia. Iniciamos
el contacto, la charla, ella hizo lecturas y yo preguntas. A continuación el
relato de la persona hallada y su pasión. Vive en Maciá, y ha hecho camino en
Gualeguay.
Cuando hablo con una persona cercana a la
literatura, sea lector practicante o escritor, pregunto por el origen de la
elección de un paisaje que por lo general está alejado de la riqueza efectiva,
la moneda, tan importante en estas épocas (“Contame tu condena…”, escribió
Cátulo Castillo en “La última curda”). Evangelina dijo: “Primero fui profesora
para enseñanza primaria, de castellano, literatura y latín, después hice la licenciatura
en lenguas modernas y literatura... pero no me gustan los títulos, me gusta
aprender en medio de un ámbito donde muchos compartan lo que amo, las letras, y
eso en un pueblo chiquito como Maciá es difícil. Así que mis motivaciones para
hacer esas carreras tienen que ver con eso, con contactarme con gente afín, con
profes que comparten lo que saben cara a cara, no me gustan las carreras
virtuales. Pero mi amor por las letras y el teatro, mi otra actividad, viene de
la infancia. Sin dudas la culpa la tiene mi madre que me leía, mi viejo que
improvisaba versos picarescos, y María Elena Walsh que me dejó ver desde
chiquita que la literatura es romper las reglas”.
Pregunto por Emma, me cuenta: “No sabía qué tema
elegir para mi tesis, entonces la profesora Claudia Rosa me dio ‘Habitaciones’
de Barrandéguy, y como quien no quiere la cosa me dijo: a mí me interesa
dirigir una tesis sobre esta mujer o sobre la primera etapa de Juanele. Mi
tesis de licenciatura consistió en un proyecto de edición de Obra Completa de
Barrandéguy. Luego, por intermedio de Claudia, me propusieron colaborar en un
proyecto para la EDUNER.
Evangelina entrevistó a Emma: “Fue en enero de 2005 en
el marco de mi investigación para la tesis. Le pregunté, me acuerdo, cuando la
llamé, cuánto costaba la entrevista, y ella me dijo: ‘Unos kilos de arroz’. Yo
pensaba que me cargaba, y ahí me explicó que era para colaborar con un comedor
popular. Y después no quiso por ningún motivo cobrarme sus libros. Me regaló ‘El
andamio’, ‘Refracciones’, ‘Las puertas’, inconseguibles en librerías. Ella
estaba sorprendida porque mis preguntas no iban hacia su elección sexual, sino
a su proceso de escritura y construcción de la novela, y me dijo: ‘Es que
pensaba que venías a entrevistarme porque soy rarita, como los otros que
vinieron’. Sabés qué es lo más me emociona de Emma, su valentía. Creo que eso
fue lo que me conmovió. Un coraje soberbio para vivir y para escribir, pero un
coraje sin estridencias. En esa entrevista me enteré de amistades como Tuky y González
Rebolledo... recuerdo que me dijo: ‘Tiene mal genio, por eso algunos no lo
quieren, pero para mí es como un nieto, y a los nietos se los quiere y punto’.
Era hermosa Emma”. Pregunto cuál fue la respuesta que más recuerda: “Yo le
pregunté: Emma, ¿y por qué decidió irse a Buenos Aires?, y ella, mirándome
directamente a los ojos como para ver mi reacción, me dice: Me fui a Buenos Aires
para tener sexo, porque acá no se podía. Y después ablandó diciendo: Bueno, para
ayudar a mi familia también… en Gualeguay había que casarse y tener hijos nomás.
Hablamos como dos horas sentadas en su juego de jardín en la galería, me
explicó en qué época se podan los árboles, y de ahí aprendí que se podan en los
meses que no tienen R en el nombre. Ella amaba el jardín”.
Desde mi llegada a Gualeguay había escuchado nombrar
a Maciá, pero para mí sólo era el nombre de un lugar, uno más, del que nada
sabía, pregunté: “Maciá es un pueblo pequeño, yo le digo Macondo sin Gitanos,
sin Melquíades, porque todo lo que pasa lo hacemos nosotros, es decir, es
chico, muy difícil para salir y entrar, dado los pocos medios de transporte
públicos que pasan, porque está lejos de las rutas. Entonces tiene una gran
movida cultural, creo que por necesidad hemos hecho nuestro propio pueblo arte.
El grupo teatral Caranday creó un vestuario teatral que hoy tiene casi 8.000
prendas, que favorece a todo el que quiera presentar obras porque funciona como
una biblioteca gratis. Tenemos teatro, casa de la cultura, museo histórico,
natural, y todo movido por el empuje de la gente. Ahorita mismo ando en el
rescate de una biblioteca popular que había cerrado hace cuatro años, y ya la
estamos levantando, con gurises y colaboradores varios. En la literatura
estamos creando espacios, yo hago talleres esporádicos de iniciación, y estamos
en un proyecto para ordenar y ver si podemos publicar la obra de un escritor
maciaense: Pocho Vittori, y reeditar un libro histórico que hizo don Mario Carruego,
para eso hay que conseguir fondos, pero lo haremos”.
El paisaje interno y externo de Evangelina es
propenso al intento literario, sumado esto a que una de las principales causas
de la escritura, es la lectura: “Escribía, pero hace mucho que no me dedico a
eso. Me dedico a contagiar las ganas de leer y escribir, y eso me sale bastante
bien. Creo que el exceso de trabajo no me deja tiempo para el ocio necesario
que lleva a escribir, porque además de ideas se necesita trabajo y dedicación, lo
que implica tiempo, y he preferido dedicar el poco tiempo que me queda a mi
actividad teatral, son etapas, tal vez en algún momento priorice la escritura,
quien sabe”. Afirma ser actriz “de las que le da síndrome de abstinencia cuando
está un tiempo lejos de las tablas”.
La consulto por sus autores, primero de Entre Ríos:
“Mis lecturas favoritas andan por muchos carriles. Juan L Ortiz, que me conecta
con algo muy muy interior que no se puede explicar, se me hace casi imposible
leerlo en voz alta. Juan José Manauta, su narrativa, sus cuentos, y ‘Las
tierras blancas’ que son de esas cosas que terminás de leer y te quedás un poco
con la mirada lejana, mientras terminás de ver la historia que ya cerró el
relato. Selva Almada, dentro de la nueva generación: ‘El viento que arrasa’ me
pareció de una escritura potente y a la vez cercana, ella tiene 40 o 41 años,
es de Entre Ríos y ahora vive en Buenos Aires. Estudió en el profesorado como
yo. Y por supuesto Emma. Su narrativa, más allá de ‘Habitaciones’, ‘El andamio’,
por ejemplo, es una obra que merece ser más leída. Y la poesía, la de su última
etapa me conmueve enormemente”.
Pregunto por los otros autores, y ella define su
esquina: “Primero quiero aclararte que a pesar de haber estudiado lo que he
estudiado, trato de disfrutar las lecturas sacudiéndome el análisis, soy de las
leen el prólogo después del libro, quiero decir que obviamente uno lee
diferente, entrando en otras profundidades, pero no dejo que eso me condicione,
porque por ejemplo, además de autores que disfruto enormemente como Borges,
Cortázar, Puig, Shakespeare, Arlt o Cervantes, nadie puede salir ileso después
de haberlos leído, también disfruto de lo que desde la academia suele
considerarse, injustamente, ‘literatura menor’. Quiero decir que tengo
bellísimas experiencias de lectura, por ejemplo, con los cuentos de Roberto
Fontanarrosa, de quien creo que es un gran escritor, pero como el humor no
tiene ‘categoría’ se lo pone en ese lugar marginal. La historieta me parece un
género magnífico, complejo, que tuvo una función social muy importante y que
hizo leer a muchas generaciones, y a las clases que no tenían acceso a libros
ni a la tv. Textos de literatura para niños que creo maravillosos porque abren
puertas y crean lectores para siempre. Me gusta la literatura fantástica:
Liliana Bodoc me enamoró con la saga de los confines. No tengo ‘un escritor
modelo’, para nada. Pero te puedo contar qué otras lecturas me han modificado
de algún modo: el uruguayo Mario Levrero con su ‘Novela luminosa’, y su ‘Trilogía
involuntaria’, recomendadas por un amigo librero que es un gran consejero, me
conmocionaron profundamente. Roberto Bolaño, ‘2666’ es una obra impresionante,
Juan Rulfo, Abelardo Castillo, de mis favoritos y estoy feliz de que se lo haya
reconocido en estos días, José Saramago, el Gabo, por supuesto. Italo Calvino,
Mark Twain, Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, Jacques Prevert, J.M
Coetzee. Los dramaturgos Osvaldo Dragún, Juan Carlos Gené… uf, es todo muy
diverso ¿no? Pero así soy yo, ja. También me gusta la tortilla de papas y andar
en bicicleta”.
Evangelina Franzot, una trabajadora de la cultura, cuenta
desde Maciá su pasión, su identidad, sus ganas.
Bellísimo leer esto.Es una excelente persona. ¡Gran mujer! Y por supuesto, tengo el orgullo de decir que ella fue mi profesora de lengua y literatura en secundaria y de teatro también.
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