Desde el mes pasado guardo feliz un texto en mi memoria.
Y desde esos días pienso en la nota a entregar en un nuevo
aniversario de El Debate Pregón. Decidí unir, una vez más, placer y trabajo. Si
miro mi relación laboral con el diario, aparece en primerísimo lugar la
felicidad nacida en la oportunidad de encontrarme con ciertos habitantes de
Gualeguay, y en esta ceremonia de encuentro no hago diferencia entre vivos y
muertos: valoro la mirada y la palabra sincera en una entrevista, y sé de
disfrutar del susurro de los buenos fantasmas que hablan de una historia
notable. Entre estas almas, gualeyas e inquietas, fui construyendo este año y
medio donde di mi presente entre las voces de la ciudad.
De estos últimos días es la noticia: el posible nombramiento de
Gualeguay como capital de la cultura de Entre Ríos. Los títulos nobiliarios
ayudan a la difusión en estos tiempos veloces, y sean bienvenidos. Pero es
sabido que la construcción de una memoria se hace a diario, desde la gente, y
su quehacer en los barrios. Y es en esta cuestión de difundir, de trabajar la
materia cultura en el cotidiano, donde me digo que faltan algunas vueltas de
tuerca para apuntalar ese posible laurel provinciano. Gualeguay y su historia destacada,
una ciudad y un río: la cuna para tanto creador, y la obligación hoy de dar a
conocer el legado. Y a su vez, la obligación, de dar a conocer a los hacedores
del presente, a aquellos que piensan, que descubren las otras sintonías del
paisaje y las criaturas, que las siguen descubriendo, porque ahí se mantienen a
través de los años: en la vida de todos los días. Sólo las almas sensibles las
pueden ver, para luego hacerlas visibles para los demás: de esto trata el
trabajo del artista.
En las cercanías del día de la madre encontré en las redes
sociales estas líneas al pie de una foto: “Madre amaba esta flor. Planta de
magnolia siempre floreciendo en diciembre en Finisterre. Ayer me invadió ese
perfume y sentí que ella andaba en la sonrisa del aire. Sincronías...”. Al día
siguiente encontré un nuevo texto: “Como una arriesgada teoría, como si el amor
o el aura de los seres entrañables permaneciera, ¿o retornara?, en lo que dejó
en otros reinos de este mundo... Esa es la chispa, el comienzo de la idea,
protoidea, diría Marechal, a ver cómo desarrollo ahora...
No estamos solos en el planeta azul, por más que ejerzamos desde
tiempos inmemoriales un dominio sobre los otros seres vivos, conocidos, que nos
acompañan en este cíclico tránsito de giros y más giros, sobre el eje del
planetita, y el planetita girando alrededor del sol; no claro, no estamos solos
tampoco en el cosmos.
No sabemos por qué, nos inclinamos a veces, y generalmente
acentuada por los años, a una preferencia por plantas o animales que pasan a
formar parte del domus, y viven en toda su entidad, casi como pares, como si
condescendiéramos al fin, a admitir, que ellos también forman parte importante
de la vida, del fugaz tránsito humano sobre la tierra.
He optado por saber que repito historias de estas relaciones,
historias familiares, tanto que hay rosales que llevan nombres de mis hermanas
muertas, porque a cada una de ellas las embelesaba tal o cual variedad, y en mi
jardín son ‘ellas’ las que abren, saludan, celebran, el renacer en cada
primavera. Lo mismo ocurre con algunos helechos, jazmines, y la magnolia,
claro, árbol del patio de la casa de mi infancia, debajo del cual se tendía la
mesa, la larga mesa navideña, y cuyo perfume nos envolvía entre risas y charlas
y canciones de esa gran familia pobre y luminosa que me trajo a este mundo.
Por ello, en mi chacra, cuando comencé el desmonte y empecé el
jardín y el parquecito alrededor de lo que sería la casa, mis hijas pequeñas,
creo que a instancias mías, me regalaron una joven planta de magnolia para el
día del padre, la que ahora, en octubre, el domingo que se celebra el día de la
madre, abrió su primera flor, temprana, para mi sorpresa y encanto, para
justificar la sincronía, la edípica sincronía que sonríe por el aire del campo,
y me acompaña...”.
El texto quedó en mi memoria porque es una composición hecha a
mano alzada, un garabato del alma parido como si fuera una miniatura de Cachete
González o de Maddonni. Es un texto que rompe con toda la parafernalia
edulcorada que despliega en esta fecha los brazos gastados del lugar común.
Posee una clara sintonía poética, en su escritura, y en la mirada del espíritu
que funda la escritura.
Pensaba en que sería merecido que Gualeguay recibiera el título
susodicho, porque además de aquella historia destacada hecha por Quirós,
Juanele, Chacho Manauta, la
Barrandéguy , Cachete, Derlis, Castro, y tantos otros que
hicieron ese ayer que siempre hay que tener a la mano: es memoria e identidad,
es este paisaje el lugar donde hacen la vida otros artistas. Y me digo que este
paisaje le debe llegar al alma a unos cuantos, y entre ellos, a uno, al autor
del texto citado: Daniel González Rebolledo.
Daniel González Rebolledo (foto Catalina Boccardo). |
Es para dar gracias que personas, artistas como él, permanezcan en
órbita alrededor de Gualeguay, en sintonía, buscándolas para luego regalarlas a
la mirada del otro. Su texto ilumina, emociona, maravilla. Anoté en algún lado
que la felicidad es un arte efímero, y por eso mismo hay que estar atento a sus
manifestaciones: me pasó cuando leí la poética jugada de Daniel, fui feliz por
un momento, y soy feliz cada vez que lo recuerdo, como ahora, que elijo
incluirlo en esta hoja para dar felicidad en un aniversario.
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