Nosotros, habitantes del pueblito, del pueblo, de
esta Gualeguay, ciudad y río, fuimos invitados a un riesgoso viaje a la
Capital. Es decir, fuimos invitados, y casi sin darnos cuenta, que es la manera
como se transforma el tiempo y los días, llegamos: ayer, hoy, ahora mismo.
Bienvenidos todos los gualeyos a la Capital que nos
queda exactamente en nuestra ciudad.
El título fue otorgado: Gualeguay, Capital de la
Cultura de la provincia de Entre Ríos. Pavada de distinción, si uno piensa en
la cantidad de gualeyos notables que habitaron y habitan los tormentosos
territorios del arte.
Esta historia comenzó con la presentación del
diputado radical Antonio Rubio. Entre diciembre y enero se consensó la
distinción. El cartel es lindo, pero será un desafío llevarlo hasta la luz. Algo
a tener en cuenta por parte de todos: simples ciudadanos y autoridades
municipales, el cementerio donde se entierran títulos y oropeles goza de buena
salud. Cartón lleno, podría gritar un comedido, pero no, lamentablemente
siempre hay lugar para un título más.
Consulté sobre la designación a quienes considero
referentes culturales de la ciudad: la poeta Tuky Carboni, la historiadora
Nidya Rampoldi, y el escritor Daniel González Rebolledo. Ellos: trabajadores,
hacedores de cultura que piensan en su lugar en el mundo, en su gente, en la
historia que nos trajo hasta esta orilla de Capital de la Cultura. La cultura,
como se verá, se materializa, se practica, desde distintos puntos cardinales. Cultura
no es sólo escribir y presentar un libro; no es dar el presente en actos a la
carta.
Tuky Carboni |
Tuky Carboni, su aporte: “Con respecto a la
designación de Gualeguay Capital de la Cultura, aunque ayudé un poco en la
confección de listas, lo considero sólo una cuestión nominal. Creo que nos
involucra a todos, pero que se concientice la gente va a llevar tiempo. La
nominación de Gualeguay, Capital de la Cultura nos concierne a todos los
habitantes de este pueblo. Nos distingue y nos da una responsabilidad. No es
exclusivo de los pintores, escritores, poetas, músicos, escultores, actores de
teatro, cantores o cualquier otra forma de celebrar el arte; no es algo que
sólo las autoridades tendrán que tener en cuenta a la hora de fijar un
presupuesto para cultura; cada uno de nuestros creadores tratará de dar lo
mejor de sí. Pero, por sobre todo, el ciudadano, el poblador, el ser humano que
camina nuestras calles puede colaborar para honrar a Gualeguay, Capital de la Cultura.
Si logramos entender esta premisa y actuamos todos como un equipo estaremos a
la altura de la distinción. ¿Cómo podemos hacerlo? Cada uno, en su esfera,
sintiendo que esta nominación es nuestra; los conductores, respetando las
reglas de tránsito, sofrenando la lengua a la hora de que alguien las
transgreda y evitando groserías que no solucionan el problema, pero predisponen
al otro a replicarnos de la misma manera; en los negocios, en la calle, cuando
tocan el timbre de nuestra casa, intentemos ser amables, considerados, gentiles,
minucias que, reunidas, hacen el perfil cultural de un pueblo. Ya una vez
tuvimos a Gualeguay, Capital de la Cordialidad y perdimos esa denominación. Nos
alcanzó el mal llamado progreso; nos quitó la noción de gran familia que teníamos
y nos convirtió en algo totalmente
opuesto a ‘cordial’, que es una palabra emparentada semánticamente con ‘corazón’.
¿Entonces debemos decir amén a todo lo que los otros propongan y renunciar a
nuestro legítimo derecho de disentir? Claro que no; podemos disentir, por
supuesto; pero, a la hora de defender nuestra posición, intentemos hacerlo con
respeto, sin descalificar al otro, sin provocarlo, sin ponerlo en situación de
desafío. Entiendo que no será fácil. Pero vale la pena intentarlo con toda la fuerza
de nuestra humanidad, ¿no es cierto? Así mereceremos que nuestro pueblo sea
llamado Gualeguay, Capital de la Cultura”.
Nidya Rampoldi |
Nidya Rampoldi invita: “Me parece muy bueno que
hayan designado la ciudad de esta manera. Gualeguay fue fundada por Rocamora, es
la primera ciudad fundada en Entre Ríos. A la antigua Paraná se iba a
comerciar, nada más, no era ciudad. Rocamora funda con intención de que sea
capital, pero después, por esas cosas de la vida, se pierde esa intención en
medio de peleas internas. Sin embargo, este lugar ha sido cuna de una cantidad
de escritores fuera de serie, y no solo escritores, de pintores, presencias en
todas las artes. El reconocimiento es bien merecido, y yo supongo que Gualeguay
lo va a llevar con mucha dignidad. Porque hay que ver qué se hace, cómo se
asume la designación. No se puede esperar todo del Municipio, que es nada más
que nuestra representación. La cuestión es qué hacemos nosotros con este
título. Es la única manera de hacer honor a la designación. No depende de uno,
sino de todos. El pueblo debe asumirse. Pero cómo enfrentar el egoísmo, la
mezquindad que siempre está presente. Un excelente profesor de arquitectura
decía que todo lo que uno es, desde el nacimiento hasta el momento en que toma
el lápiz, está en la punta del lápiz, es decir, si acá estamos viviendo así y
no podemos cambiarlo en pos de un interés común, será imposible hacer honor a
la designación. No es fácil construir, inventar, más fácil es la crítica vacía.
Si tuviéramos cuatro o cinco Ernesto Hartkopf vivos, todo sería distinto. Habrá
que ver qué hacemos, la fuerza está en nosotros. Los escritores, los pintores,
las figuras de las que tanto nos enorgullecemos, nunca recibieron el apoyo de
nadie, lo que hicieron lo hicieron porque tenían ganas de hacerlo”.
Daniel González Rebolledo (foto de Catalina Boccardo) |
Daniel González Rebolledo reflexiona: “El tema de la
designación no hace más que legitimar lo que uno encuentra en el andar, cuando
decís ‘soy de Gualeguay... donde jodidos no hay’, agregaba Amaro Villanueva.
Quiero decir que uno se daba cuenta afuera de cómo se consideraba a Gualeguay
cuando se presentaba en una muestra de teatro o en un concurso literario, como
que se esperaba el ‘a ver qué trae Gualeguay’. Desde ahí me parece bárbaro que
se legitime, como dije antes, esa llamémosle Fama, acrecentada sin dudas por
los valiosos nombres que se listan incluso en los considerandos, de lo cual,
como dije en otro medio: ‘lo único que no me gusta es la palabra Ramillete’.
Pero de ahí a saber qué cambios traerá en el ‘devenir cultural’ de esta
comunidad, en la valoración sobre los hechos culturales producidos por sus
creadores actuales, en una política de estado municipal, que postule y lleve la
letra de la ley a conquistas legítimas, me parece que hay un abismo, o un
laberinto para el cual ni el Hilo de Ariadna podrá guiarnos si queremos
salvarlo con etiquetas y actitos de medio pelo. Quiero decir que soy bastante
escéptico respecto de los alcances concretos y cambios concretos que puedan
darse en el quehacer cultural del Pueblito, luego de la promulgación de la ley.
Ojalá me equivoque y seré el primero en desdecirme si realmente la promulgación
de la Ley, los alcances de su decreto reglamentario, que no conozco, modifican
substancialmente el hacer cultural de Gualeguay. Se me ocurren preguntas: ¿Podrá
ahora el Municipio comprar, conservar y poner en valor bienes culturales
materiales como La Casa de Juanele, la Pinacoteca Gualeya permanente en un
lugar a lograr, como sería por ejemplo una Casa del Bicentenario? ¿Podrán a
partir de esta Ley tener otro rango de tratamiento respetuoso, al menos, los
creadores que soliciten determinadas gestiones ante los organismos públicos?
¿Servirá de algo la promulgación de la ley para que un creador de bienes
culturales, pueda lograr estímulos reales para acrecentar su obra? ¿Se podrá
realizar una consensuada política cultural comunitaria, ahora que somos ‘Capital
Cultural’? Se me ocurre mucho más para decir respecto al tema, pero me lo
guardo para debatir en un foro que pueda invitarme en el futuro, en algún foro
que pueda nuclearse para sacar a la Ley de la letra muerta y convertirla en
instrumento de cambios y estímulos para la Cultura Local; en tal sentido y si
se me considera merecedor de tal convite, me declaro públicamente disponible. Quiero
decir también que las personas que se ocuparon de armar el texto para que la Ley
sea sancionada y promulgada, tendrán, supongo, todo un ‘después qué sigue’ como
para esperar que den señales del propósito seguido en la obtención de tal
designación, veamos que aparece ahora desde allí”.
Un tema para seguir opinando, proponiendo. Habrá
otras notas. La intención es que esta distinción no encuentre alegremente un
lugar en el cementerio. Dar vida a la letra de la designación, lo dicen los
autores consultados, es trabajo para todos: cada uno con su aporte. Pienso, ser
Capital de la Cultura sería, por ejemplo, practicar la solidaridad y el respeto
para con el otro; ser Capital de la Cultura sería interesarse por la memoria:
de la ciudad, la provincia, el país, la región, el mundo, porque Gualeguay
también pertenece al universo; ser Capital de la Cultura sería que todos
podamos llegar a los libros de los autores gualeyos destacados. En esta Capital
de la Cultura me gustaría encontrar los libros de la Barrandéguy en sus
librerías, me gustaría encontrar también los libros de Marcelino Román en
nuestra Biblioteca.
Hay que hacer la luz mientras se hace la vida: un
trabajo de todos para hacer nuestra, a conciencia despierta, la recién
amanecida capital.
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