domingo, 15 de febrero de 2015

Gualeguay: Capital de la Cultura de Entre Ríos

Nosotros, habitantes del pueblito, del pueblo, de esta Gualeguay, ciudad y río, fuimos invitados a un riesgoso viaje a la Capital. Es decir, fuimos invitados, y casi sin darnos cuenta, que es la manera como se transforma el tiempo y los días, llegamos: ayer, hoy, ahora mismo.
Bienvenidos todos los gualeyos a la Capital que nos queda exactamente en nuestra ciudad.
El título fue otorgado: Gualeguay, Capital de la Cultura de la provincia de Entre Ríos. Pavada de distinción, si uno piensa en la cantidad de gualeyos notables que habitaron y habitan los tormentosos territorios del arte.
Esta historia comenzó con la presentación del diputado radical Antonio Rubio. Entre diciembre y enero se consensó la distinción. El cartel es lindo, pero será un desafío llevarlo hasta la luz. Algo a tener en cuenta por parte de todos: simples ciudadanos y autoridades municipales, el cementerio donde se entierran títulos y oropeles goza de buena salud. Cartón lleno, podría gritar un comedido, pero no, lamentablemente siempre hay lugar para un título más.
Consulté sobre la designación a quienes considero referentes culturales de la ciudad: la poeta Tuky Carboni, la historiadora Nidya Rampoldi, y el escritor Daniel González Rebolledo. Ellos: trabajadores, hacedores de cultura que piensan en su lugar en el mundo, en su gente, en la historia que nos trajo hasta esta orilla de Capital de la Cultura. La cultura, como se verá, se materializa, se practica, desde distintos puntos cardinales. Cultura no es sólo escribir y presentar un libro; no es dar el presente en actos a la carta.
Tuky Carboni
Tuky Carboni, su aporte: “Con respecto a la designación de Gualeguay Capital de la Cultura, aunque ayudé un poco en la confección de listas, lo considero sólo una cuestión nominal. Creo que nos involucra a todos, pero que se concientice la gente va a llevar tiempo. La nominación de Gualeguay, Capital de la Cultura nos concierne a todos los habitantes de este pueblo. Nos distingue y nos da una responsabilidad. No es exclusivo de los pintores, escritores, poetas, músicos, escultores, actores de teatro, cantores o cualquier otra forma de celebrar el arte; no es algo que sólo las autoridades tendrán que tener en cuenta a la hora de fijar un presupuesto para cultura; cada uno de nuestros creadores tratará de dar lo mejor de sí. Pero, por sobre todo, el ciudadano, el poblador, el ser humano que camina nuestras calles puede colaborar para honrar a Gualeguay, Capital de la Cultura. Si logramos entender esta premisa y actuamos todos como un equipo estaremos a la altura de la distinción. ¿Cómo podemos hacerlo? Cada uno, en su esfera, sintiendo que esta nominación es nuestra; los conductores, respetando las reglas de tránsito, sofrenando la lengua a la hora de que alguien las transgreda y evitando groserías que no solucionan el problema, pero predisponen al otro a replicarnos de la misma manera; en los negocios, en la calle, cuando tocan el timbre de nuestra casa, intentemos ser amables, considerados, gentiles, minucias que, reunidas, hacen el perfil cultural de un pueblo. Ya una vez tuvimos a Gualeguay, Capital de la Cordialidad y perdimos esa denominación. Nos alcanzó el mal llamado progreso; nos quitó la noción de gran familia que teníamos y nos convirtió  en algo totalmente opuesto a ‘cordial’, que es una palabra emparentada semánticamente con ‘corazón’. ¿Entonces debemos decir amén a todo lo que los otros propongan y renunciar a nuestro legítimo derecho de disentir? Claro que no; podemos disentir, por supuesto; pero, a la hora de defender nuestra posición, intentemos hacerlo con respeto, sin descalificar al otro, sin provocarlo, sin ponerlo en situación de desafío. Entiendo que no será fácil. Pero vale la pena intentarlo con toda la fuerza de nuestra humanidad, ¿no es cierto? Así mereceremos que nuestro pueblo sea llamado Gualeguay, Capital de la Cultura”.
Nidya Rampoldi
Nidya Rampoldi invita: “Me parece muy bueno que hayan designado la ciudad de esta manera. Gualeguay fue fundada por Rocamora, es la primera ciudad fundada en Entre Ríos. A la antigua Paraná se iba a comerciar, nada más, no era ciudad. Rocamora funda con intención de que sea capital, pero después, por esas cosas de la vida, se pierde esa intención en medio de peleas internas. Sin embargo, este lugar ha sido cuna de una cantidad de escritores fuera de serie, y no solo escritores, de pintores, presencias en todas las artes. El reconocimiento es bien merecido, y yo supongo que Gualeguay lo va a llevar con mucha dignidad. Porque hay que ver qué se hace, cómo se asume la designación. No se puede esperar todo del Municipio, que es nada más que nuestra representación. La cuestión es qué hacemos nosotros con este título. Es la única manera de hacer honor a la designación. No depende de uno, sino de todos. El pueblo debe asumirse. Pero cómo enfrentar el egoísmo, la mezquindad que siempre está presente. Un excelente profesor de arquitectura decía que todo lo que uno es, desde el nacimiento hasta el momento en que toma el lápiz, está en la punta del lápiz, es decir, si acá estamos viviendo así y no podemos cambiarlo en pos de un interés común, será imposible hacer honor a la designación. No es fácil construir, inventar, más fácil es la crítica vacía. Si tuviéramos cuatro o cinco Ernesto Hartkopf vivos, todo sería distinto. Habrá que ver qué hacemos, la fuerza está en nosotros. Los escritores, los pintores, las figuras de las que tanto nos enorgullecemos, nunca recibieron el apoyo de nadie, lo que hicieron lo hicieron porque tenían ganas de hacerlo”.
Daniel González Rebolledo (foto de Catalina Boccardo)
Daniel González Rebolledo reflexiona: “El tema de la designación no hace más que legitimar lo que uno encuentra en el andar, cuando decís ‘soy de Gualeguay... donde jodidos no hay’, agregaba Amaro Villanueva. Quiero decir que uno se daba cuenta afuera de cómo se consideraba a Gualeguay cuando se presentaba en una muestra de teatro o en un concurso literario, como que se esperaba el ‘a ver qué trae Gualeguay’. Desde ahí me parece bárbaro que se legitime, como dije antes, esa llamémosle Fama, acrecentada sin dudas por los valiosos nombres que se listan incluso en los considerandos, de lo cual, como dije en otro medio: ‘lo único que no me gusta es la palabra Ramillete’. Pero de ahí a saber qué cambios traerá en el ‘devenir cultural’ de esta comunidad, en la valoración sobre los hechos culturales producidos por sus creadores actuales, en una política de estado municipal, que postule y lleve la letra de la ley a conquistas legítimas, me parece que hay un abismo, o un laberinto para el cual ni el Hilo de Ariadna podrá guiarnos si queremos salvarlo con etiquetas y actitos de medio pelo. Quiero decir que soy bastante escéptico respecto de los alcances concretos y cambios concretos que puedan darse en el quehacer cultural del Pueblito, luego de la promulgación de la ley. Ojalá me equivoque y seré el primero en desdecirme si realmente la promulgación de la Ley, los alcances de su decreto reglamentario, que no conozco, modifican substancialmente el hacer cultural de Gualeguay. Se me ocurren preguntas: ¿Podrá ahora el Municipio comprar, conservar y poner en valor bienes culturales materiales como La Casa de Juanele, la Pinacoteca Gualeya permanente en un lugar a lograr, como sería por ejemplo una Casa del Bicentenario? ¿Podrán a partir de esta Ley tener otro rango de tratamiento respetuoso, al menos, los creadores que soliciten determinadas gestiones ante los organismos públicos? ¿Servirá de algo la promulgación de la ley para que un creador de bienes culturales, pueda lograr estímulos reales para acrecentar su obra? ¿Se podrá realizar una consensuada política cultural comunitaria, ahora que somos ‘Capital Cultural’? Se me ocurre mucho más para decir respecto al tema, pero me lo guardo para debatir en un foro que pueda invitarme en el futuro, en algún foro que pueda nuclearse para sacar a la Ley de la letra muerta y convertirla en instrumento de cambios y estímulos para la Cultura Local; en tal sentido y si se me considera merecedor de tal convite, me declaro públicamente disponible. Quiero decir también que las personas que se ocuparon de armar el texto para que la Ley sea sancionada y promulgada, tendrán, supongo, todo un ‘después qué sigue’ como para esperar que den señales del propósito seguido en la obtención de tal designación, veamos que aparece ahora desde allí”.
Un tema para seguir opinando, proponiendo. Habrá otras notas. La intención es que esta distinción no encuentre alegremente un lugar en el cementerio. Dar vida a la letra de la designación, lo dicen los autores consultados, es trabajo para todos: cada uno con su aporte. Pienso, ser Capital de la Cultura sería, por ejemplo, practicar la solidaridad y el respeto para con el otro; ser Capital de la Cultura sería interesarse por la memoria: de la ciudad, la provincia, el país, la región, el mundo, porque Gualeguay también pertenece al universo; ser Capital de la Cultura sería que todos podamos llegar a los libros de los autores gualeyos destacados. En esta Capital de la Cultura me gustaría encontrar los libros de la Barrandéguy en sus librerías, me gustaría encontrar también los libros de Marcelino Román en nuestra Biblioteca.

Hay que hacer la luz mientras se hace la vida: un trabajo de todos para hacer nuestra, a conciencia despierta, la recién amanecida capital.

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