Fue un regalo de los días encontrarme con los
recuerdos de Oscar Daneri. Además de escuchar su palabra feliz, tuve la
oportunidad de conocer la libreta de Secundino Salinas, un verdadero tesoro.
Daneri la recibió de manos de Fernando Pérez Tost (1888-1974). Mientras
escribía la nota de la semana pasada, no podía dejar de pensar en el tiempo. En
la tapa de la libreta se consigna un año: 1901, y uno se abisma en el tiempo; y
también es el tiempo quien dice presente cuando uno repara en que Pérez Tost
falleció en 1974. Oscar Daneri: vaya si cumplió con el pedido: lleva sus buenos
años protegiendo el documento.
Recuerdo al lector la descripción de la libreta: “Una
libreta de 18 x 9 cm, de hojas de papel inglés (Whatman’s Paper), tipo canson,
en cuya tapa se consigna un año: 1901, y dentro una fecha: Mayo 12 de 1899
junto a la firma de Secundino Salinas. En su interior hay bocetos y dibujos del
artista, miniaturas”. Cada tanto en la escritura uno descubre un momento feliz,
y esto me sucedió cuando releí la manera de contar mi impresión sobre la
susodicha libreta: “Sobre mi escritorio de trabajo veo la libreta que generosamente
Daneri me dio en préstamo por unos días. Un objeto del pasado, una clara señal
de un artista de Gualeguay: un fragmento de su memoria, un saludo de otro buen
fantasma. No me canso de espiar, de tocar la libreta, una verdadera cápsula de
tiempo sobre mi escritorio: dentro de ella, joyas del dibujo: veo el retrato de
López Jordán, el coronel Pringles a caballo, un autorretrato de Salinas, queda
clara la destreza de Salinas para lograr el dibujo del caballo, hay escenas de
campo, un gaucho a caballo con una botella de ginebra en su mano derecha,
retratos de algunas mujeres, dibujos fechados en diciembre 12 de 1870, en 1899,
1901, 1902; detrás de los mismos el rastro de la escritura del artista da
cuenta de nombres y direcciones en Buenos Aires. Y hay un boceto: tiene
anotado: “en la Palma 1874”. Hace referencia a la estancia Las Palmas de su
amigo Gregorio Morán, y quizás ese sea el bosquejo que usó para componer ‘El
domador argentino’, obra que dio gran fama a su nombre: un jinete y su caballo
suspendidos en el aire. Se usó la imagen en algunas publicidades. Salinas nunca
percibió dinero por la obra”.
Nidya Rampoldi en su libro “Formas y colores de
Gualeguay” (2004) consigna una completa biografía de Salinas, y en su trabajo
ella llega al registro de un nombre: Lino Godoy.
¿Quién era o es este señor?, el domador que
Secundino Salinas vio sobre el caballo arqueado en el aire. Y otra vez todo
este universo recibido de manos de Daneri, me lleva a pensar en el tiempo.
Porque hoy, en 2015, estoy anotando un nombre: Lino Godoy, el mismo que fue
bocetado en 1874. Este tipo de maravilla es una de las tantas que permite el
ejercicio del arte. Secundino Salinas, su esencia de artista, su mirada atenta
a todo lo que lo rodeaba, su gesto creador es el que funda esta, llamémosla,
por qué no, eternidad del domador Lino Godoy. El domador nunca se imaginó
eterno sobre el caballo, en Las Palmas, eterno en la libreta de bocetos, eterno
en la publicidad que todavía cuelga de alguna pared (se la puede ver en el
Museo Ambrosetti). La única eternidad posible es la que amanece en el arte.
Autorretrato |
Puede observarse el registro de la escritura de
Salinas en la siguiente imagen que presenta a López Jordán y Carmelo Ocampo:
La historia vuelve a dar su presente: el coronel
Pringles:
Los trabajos que contiene la libreta de Salinas
testimonian la vida en el campo: su gente, sus costumbres:
Hombres de vida simple, hombres que hicieron historia,
paisajes distintos: todo el universo en la mirada del artista. La mirada es una
presencia fundamental. La mirada es la que alumbra la necesidad de expresarse a
través del arte. Sin ella no hay arte. Imagino a Secundino Salinas, libreta y
lápiz en mano, deteniéndose en cada rincón de la vida.
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