domingo, 19 de julio de 2015

"Voz Varia" de Ricardo Maldonado

El mundo libro aglutina diversos actores. Ante todo el hacedor: el autor, él y su historia, su mirada. Luego los amigos, los lectores privados con los que el escritor va armando un mapa de impresiones sobre la obra. Cuando se decide la publicación, y este no es un tema menor: porque hace falta una editorial, empiezan a jugar los actores del afuera: el editor y el lector del público. Se agrega además una preocupación, cómo hacer para que el libro esté a la vista, que su existencia tenga la oportunidad del registro: hablo de la presencia en librerías, otra de las figuritas difíciles en esta historia. Se estila, como festejo por el nacimiento, hacer una presentación de la obra en sociedad.
En el caso de la obra de Ricardo Maldonado, su condición de poeta y editor, dirige Ediciones del Clé y la revista “El tren zonal ‘Por la integración de los pueblos’”, le ha permitido tener el dominio de origen de muchos de sus libros. Destaco entre ellos “Voz Varia” de reciente aparición.
El 10 de julio Maldonado presentó el libro en el Museo Quirós. Me invitó a participar de la presentación. El libro tiene más de 700 páginas. A continuación las palabras que escribí luego de leer esta obra notable:
“Es la primera vez que un poeta me pide que sea parte de la presentación de su libro. Siempre hay una primera vez en los días de esta vida, y esta maravilla se acentuó cuando, en este caso, ante el pedido, no tuve dudas y respondí que sí, que aceptaba. Sentí que podía hacerlo, es más, sentí que estaba de alguna manera obligado a hacerlo. Porque sabía, luego de entrar a la poesía de Ricardo Maldonado por su libro “Mansa Tuca”, que me lo pedía un poeta verdadero, alguien distante del cartón pintado que circula en esta sociedad de tiempos veloces. La marca de lo superficial en la escritura, en estos tiempos que denomino “de la cáscara”, se nutre, en parte, de una omisión típica en el ámbito de ciertos talleres donde en teoría se enseña a escribir: ningún autotitulado maestro estará haciendo bien su trabajo si no le avisa al alumno que el riesgo, el viaje, la osadía que implica el intento de la escritura, le llevará toda una vida.
Escribir puede parecer un juego simple, para muchos no es más que armar cuentitos o poemas en cinco minutos. Escribir como pasatiempo: una terapia bien vista. Esto es parte de un malentendido, no es lo mismo hacer terapia, exhibir tarjeta personal de poeta y premio al tono, que escribir a conciencia. Practicar la escritura exige un trabajo de aprendizaje, y no hablo sólo de colocar bien comas y puntos, me refiero al ejercicio de la mirada para templar el pensamiento, para así poder asomarse a los mundos y los abismos: los de adentro y los de afuera.
Toda una vida le llevó a Ricardo Maldonado escribir los libros que forman parte de “Voz Varia”, y estoy seguro de que ha sido una decisión apasionada fundar esta revisita a toda esa vida. Sé que se corren riesgos cuando se viaja en el tiempo con el alma al frente. Por ello soy consciente del costo emocional que significó trabajar en el alumbramiento de esta obra.
“Voz Varia” es una memoria, una crónica sensitiva de los días de su autor.
En el 2000, tuve la suerte de compartir un primer encuentro con el escritor portugués José Saramago, premio Nobel de literatura en 1998. Saramago llegaba a la Argentina para presentar su novela “La caverna”. El destino quiso que yo terminara sentado a su lado. Antes de comenzar a hablar a las diez personas que lo escuchaban, tomó entre sus manos un ejemplar de su libro. El libro estaba a sus anchas entre manos acostumbradas a la caricia minuciosa del objeto. Dijo Saramago que la forma libro había que cuidarla, porque dentro de ella había un hombre: el autor. En esto pensaba mientras leía “Voz Varia”, me decía que: Sí, efectivamente, en este libro había un autor.
Para hablar de un escritor se estila citar a otros, una manera de marcar la sintonía que los une. Se cita a aquellos escritores que, por distintas razones, han sido destacados en su oficio. Elijo entonces no hacer referencia a otros escritores. Me digo que la poesía de Maldonado no precisa, por acertadas que puedan ser, de esas asociaciones. Obvio que su esencia se nutrió en lecturas, no existe escritor que no haya leído, y que no lea mientras se construye, es decir, todos los días. Se me ocurre pensar que a Maldonado tampoco le interesa un listado con referencias que acaricien más o menos el ego. Me digo que el poeta se las arregla solo.
En “Voz Varia” quedan a la vista los intereses sobre los cuales se funda su poesía: el paisaje: la patria primera, la tierra que tocó en suerte, y sus criaturas, todas, las aladas, las que fundan raíz y ramas, las que caminan las calles de la historia: los hacedores de los oficios, los eternos náufragos del amor. Todo un paisaje que tiende a unir la tierra y el cielo, pero a saber: el cielo de Maldonado es un cielo para los hombres, para esos hombres que buscan en vida la retribución para su esfuerzo: un cielo de justicia social plantado en el centro de los días.
Hay música propia en la poesía de Maldonado, que encara el oficio con tinta y guitarra, con una identidad parida en la contemplación de su aldea. En efecto: cuenta, pinta, fotografía, poetiza el mundo que lo rodea, es decir: su origen.
Maldonado, como poeta atento a la vida del paisaje todo, lleva sangre adentro una comunidad de almas. Puede escribir como escribe porque existe el diálogo entre esas almas, y porque además entendió, desde el principio de este oficio capaz de llevar al hombre hasta el misterio del arte, que nadie es poeta en cinco minutos, que enfrentarse, con placer o sufrimiento, a la página en blanco, es labor para toda una vida. Cuando todos estos conocimientos se reúnen en torno a las almas, ve la luz el poeta, y como maravillosa consecuencia, ve la luz un libro como “Voz Varia”.
El libro es el más sincero comentarista de la actitud del autor: cuenta del tiempo y el camino que el escritor lleva transitado, cuenta de la bondad alcanzada con su artesanía, deja a la vista los pliegues esenciales de la sustancia que lo funda. Digo entonces que “Voz Varia” es libro de un autor que ha llegado a buen puerto.
Ricardo Maldonado aceptó, corrió el riesgo que debe asumir cualquier persona que se asoma con interés genuino a la escritura, un universo donde dos más dos nunca da cuatro, nada es exacto entre los ropajes de esta damisela fantasma. Porque nada en nosotros mismos nos asegura que, luego de una vida de trabajo, lleguemos a buen puerto. Me refiero al puerto que nos deje conformes con lo realizado. Sí hay, en el afuera, un elemento, y no hablo del gran reconocimiento que puede dispensar la industria del libro, que es una historia que nada tiene que ver con la creación. Hablo de las palabras que podrá decir o no, el lector, que es quien en definitiva completa la escritura. Sin el lector que completa, hay un escritor que espera en la sombra de su propio trabajo. Como lector, entonces, completo así, mi mirada sobre Ricardo Maldonado, poeta verdadero. Prueba de ello es su “Voz Varia”, un paseo por las altas cumbres de la vida, que ahora recomiendo.
Cada uno de los libros que componen el libro es individualidad y parte del cielo de la voz propia del autor. Cada libro es pandorga o barrilete tomando altura mientras despliega su propio aroma. Elijo entonces no entrar en señalamientos explícitos, podría hacerlo, mi lectura anotada está en las páginas de mi ejemplar, pero sinceramente quiero invitar al lector a que inicie su propio viaje sobre la totalidad, para que le dé su final de escritura, como si fuera una especie de coautor.
La presencia de escritores como Maldonado siempre me ha servido como aliento para mi escritura, mi búsqueda, el apasionado oficio que me lleva y que me llevará la vida. Vengo de Buenos Aires. En todos los paisajes tuve la suerte de encontrarme con obras de vida que significan estímulo, porque hablan de un compromiso ético/ideológico abrazado por una elección estética propia, que es el trazo que abre las puertas del oficio. Destaco a mis maestros: Gabriel Montergous, novelista, y Hugo Ditaranto, poeta, con ellos hice el taller de la charla en incontables mesas de café. Destaco la suerte que tuve al llegar hasta la obra de Rubén Derlis, poeta, Marcos Silber, poeta, Nira Etchenique, poeta y novelista, Pedro Orgambide, novelista, por nombrar algunos amigos notables. En Gualeguay destaco la obra de tres hacedores que representan ese compromiso creativo: ético, ideológico, estético, tres nombres que me impulsan a seguir, respetando siempre mis patrias internas, siempre tratando de mejorar en este oficio de palabrero, me refiero a: Tuky Carboni, Daniel González Rebolledo y Ricardo Maldonado.

A todos ellos: a los de la gran ciudad, a los que andan de ronda en esta misteriosa Gualeguay, les doy las gracias por la palabra y el ejemplo: haber tenido la valentía de escribir durante toda la vida.

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