miércoles, 2 de octubre de 2013

Vicente Cúneo, artista plástico de Gualeguay (2da. entrega)

Influjo (tinta)
Vicente Cúneo admira en el terreno de las artes plásticas, además de los pintores gualeyos, a Castagnino, Berni, Soldi, Carlos Alonso, Quinquela Martin, Spilimbergo, entre otros. Y guarda memoria de pintores amigos en Gualeguay: “Carlos Montilla, de Rosario, vino a la ciudad como directivo de una empresa, pero su pasión era el dibujo y la pintura. Después se fue a Paraná, recibió premios. Fue muy amigo de Derlis Maddonni, y Eise Osman. Nos hicimos amigos. Sufrió lo que sufrimos todos: la falta de momentos, desatarnos de otras cosas para meternos más en el arte. Quizá lo haya sufrido más que ninguno. Hizo exposiciones, fue reconocido”. La emoción gana cuando pregunto por Antonio Castro: “Castro fue una persona jovial, alegre, vital, muy comprometida con lo que sentía. Lo expresaba hasta en la conversación, ejercía la libertad de decirte lo que se le ocurriera. Vivió desatado del materialismo. Llegó a pescar para sobrevivir, con eso apenas si seguía en pie. Tenía una fuerza, un impulso de trabajo que es un ejemplo para nosotros. Castro era fiel todos los días de su vida a dibujar y pintar, con lo que tuviera. Los amigos le llevaban material cuando no tenía, hubo sí otros que se aprovecharon y se quedaron con su obra con modos cercanos al arrebato. Pero muchos se conmovieron y lo ayudaron. Tenía muchos trabajos, porque pintaba todos los días. El día era para la pintura. Derlis Maddonni decía que de todos los que andábamos en “eso”, él era el que dejaba traslucir su riqueza pictórica, lo que él intuía estaba en su arte. Sus cuadros eran riquísimos en imágenes, no es que pintaba un pescador, pintaba la casa, la canoa, el perro, las personas que lo rodeaban, en donde fuera él seguía metiendo elementos. Y en la mayoría de sus papeles encontrás pinturas de los dos lados. Qué bueno sería tenerlos dentro de dos vidrios y así ver ambos. Era su necesidad de pintar, tendría que haber tenido dos veces el papel que tuvo. Nydia Rampoldi, que fue profesora mía, y que ayudó mucho a Castro, me contaba que había llegado a pintar sábanas. Uno quisiera a veces tener ese impulso. Cuando pasan días sin tocar nada, se sufre”.
Derlis Maddonni se lleva un lugar en esta memoria: “Qué fino dibujante, admirable. Y admirable la extensión de la línea para decir un montón de cosas en el trayecto. Fijate una obra, una cara y una mano, vos seguís la línea, no se corta. Él lo practicaba, hay maestría, fuerza y convicción. Yo veía cuando lo hacía. Empezaba a dibujar con una línea que iba y venía sin levantar el lápiz, el pincel, y aparecían mágicamente las cosas que tenía dentro de su cabeza, de su corazón. Con qué soltura, con qué osadía trabajaba, era un misterio. Algo fantástico. Nos frecuentamos, como con Castro, yo iba y venía, porque anduve trabajando en el departamento Gualeguay como maestro y andaba con mi familia a cuestas. Por ahí en los años de bohemia los habría visto más tiempo, pero de todas maneras el contacto me enriqueció mucho”.
En la obra de Cúneo aparece una y otra vez la figura de su amigo, el caballo. Le pido que me explique: “El caballo, si lo llevo al terreno de la razón: quiero, amo a este animal; de chico significó mucho en mi vida. Lo sigo disfrutando. Tengo imágenes de él durante todo mi aprendizaje, dentro o fuera de la escuela. Siempre me pareció una forma admirable. Si lo llevo al terreno de los sentimientos, es inexplicable. Si lo llevo al terreno de la plástica, es una maravilla la armonía, lo que se pone en juego en líneas, en formas. El caballo fue puesto ahí para que lo gocemos como belleza. Me dicen que es difícil dibujar caballos, no sé si es así. Sí, es un desafío inmenso abordarlo. Significa tiempo, te lleva a andar mucho entre sus patas para dibujarlo, conocerlo, para saber que las manos son distintas a las patas, detalles que hay que conocer para tratar de reflejar la libertad. Ese bien tan valioso, es lo primero que te dicen los que no lo tienen. Tuve taller de dibujo en una cárcel. Ellos saben del significado de la libertad. Para mí no hay mejor imagen de libertad, de fuerza, de ganas, que ver pasar una tropilla. Pintarla es un desafío. Desde la enseñanza y la actividad rural trabajé siempre en el campo. Tener la posibilidad de ver los pelajes de los caballos es un disfrute, porque la forma es un mundo, pero otro es el color de los pelajes bajo la luz cambiante”.
Caballos
Cúneo afirma que hoy el interior sigue sufriendo el aislamiento de siempre, pero que gracias a los adelantos técnicos se cuenta con otras herramientas para estar más informado. Tiene una postura abierta frente al arte. Dice que la sensibilidad del pintor está también presente cuando se para frente a la obra de otro. Le brillan los ojos cuando recuerda la vez que estuvo, en Córdoba, frente a obras de Carlos Alonso: “Estar ahí, ver cómo mete el color, la forma, y vos decís: mirá este tipo, cómo pudo hacer esto”. Afirma que es bueno conocer todas las posibilidades del arte, y que le gustaría estar más en contacto con corrientes distintas a las que él cultiva.
Lo consulto por la actividad plástica en Gualeguay: “Se sigue trabajando a partir de las ganas de hacer, un trabajo un tanto disperso, pero en total libertad. La tradición cultural se vive con alegría, no como un peso. Se sabe que detrás de uno hay una historia muy importante y rica. El entusiasmo no decrece. Faltaría entender la creación artística desde el poder, creo que no se ha entendido nunca. Debería pasar por sostener espacios de apoyo y fomento que no desaparecieran al final de la gestión. Se puede nacer artista, supongamos la presencia de talento, pero importa más su desarrollo en el tiempo, y para ello hace falta una absoluta libertad creativa”.
Pregunto cómo ve estos tiempos de “revuelto gramajo”: arte, tecnología, sociedad: “La necesidad expresiva en el ser humano es de siempre, quizás hoy la posibilidad tecnológica lleva a muchos a pensar que esa es la columna vertebral de la sociedad. No debería ser así. Lo pienso en función de los chicos, y tomo mis herramientas. Fui maestro de grado treinta años, y vuelvo a las aulas donde, con humildad y modestia, trabajo con un papel y una fibra para decir a los chicos que no todo es tan mágico, mi hacer tiene que ver con el esfuerzo, el tesón y el trabajo, y es bueno saber que se puede querer el trabajo. Este mundo está armado para hacernos creer lo contrario, no vale la pena trabajar, ni juntarse para ver qué hacen los demás. La imagen es: hay gente, en otro momento hubieran hablado entre ellos, están juntos, pero comunicándose con gente que está lejos. Sí, hemos progresado, pero desperdiciamos el contacto con el que tenemos enfrente”.
Treinta años de maestro, ¿dónde, cuándo, cómo?: “Fui maestro de primaria. El 1º de septiembre cumple 40 años nuestra radio. Mi inicio en la docencia tiene que ver con la radio. Me recibí de maestro, pero no ejercía. Estaba indeciso, se ve que también con la pintura, si no hubiera seguido arte. Me casé, tenía dos hijos chiquitos y me fui a trabajar a un campo de la familia. Ahí andaba hasta que escuché la radio. Me enteré que se pedía un maestro para una zona difícil de islas. Era tan diferente aquel mundo de fines de los 70, hoy no existe que anden buscando un maestro, hay muchos. Éramos pocos, y menos los varones. La insistencia del periodista Mario Alarcón Muñiz me movilizó. Lo consulté con mi familia y me presenté. Fui el maestro que pedían en las islas de Las Lechiguanas. Ahí empecé, después anduve por otros departamentos de la provincia. Así que la vocación la debo haber tenido y después, al trabajar en el aula con los chicos, me di cuenta de que sí, que valía la pena. Me fue bien, es decir, no llené los bolsillos de plata, pero sí llené el corazón de vida. La prueba está en que vuelvo a las aulas cada vez que puedo. Me invitan y, junto a la otra pasión que es el arte, puedo estar cerca de los chicos. Sentir en algún lado que fuiste el gestor, que dejaste la semillita en un chico, y ver que te lo devuelve con la mirada, es tan maravilloso como pasar por el momento de la creación que hablábamos antes”.
Meses atrás presencié una clase magistral para los alumnos de la escuela Marcos Sastre, en el marco de la semana del libro. Hacía tiempo que no veía pibes interesados en la música, la poesía y el dibujo. Los responsables de la fiesta que se realiza, desde hace seis años en distintas escuelas de la provincia, son Roberto Romani, Secretario de Cultura de Entre Ríos, y Vicente Cúneo: “A Roberto lo conozco de la radio, cuando pasó que encontraron maestro a través del medio, fue muy importante para los que trabajaban en ella, y él era uno de ellos. Nos acercamos enseguida, teníamos mucho en común, y a Roberto le gusta el aula tanto como a mí. Él no fue maestro, pero sí comunicador, qué mejor que hacerlo donde comienza lo social: la escuela. Me invitaba a una exposición en una escuelita, y yo llevaba mis trabajos. Vimos cómo los chicos se iban interesando, y nos salía transmitir el amor por lo nuestro. Yo llevaba temas de la tradición, los animales, Roberto decía sus palabras, sus poesías, y un día, en Rosario del Tala, yo llevaba mis láminas y hojas en blanco, por si surgía dar alguna explicación. Le digo: ¿te molesta si yo dibujo algo de lo que vos cantás? Me miró con los ojos desorbitados, y me dijo: sí, dale. Fue una respuesta extraordinaria. En la escuela yo era el que dibujaba lo que fuera, lo que hacía falta. Siempre presté atención al silencio que se generaba mientras lo hacía, y no era porque dibujaba yo, si no por ese misterio que se produce mientras el dibujo avanza, esa necesidad de ver si el dibujo es igual al dibujo imaginado. Pensé que si lo podía hacer con los chicos, y además una canción, abordábamos dos manifestaciones del arte. De ahí en más lo hicimos así, lo llamamos: La canción dibujada. Después Roberto le pide a los chicos que nombren departamentos de la provincia, y de cada lugar, él recita un poema o canta una canción de un autor que haya vivido en el departamento indicado por el chico. Su memoria es impresionante”.
Cúneo y Romani en la escuela.
Una percepción de Cúneo sobre su paisaje y la utilización de la acuarela: “Sigo pintando con acuarela, los colores son suaves, hay que ser cuidadoso, muy sutil, ¿por qué lo hago? Miro y me doy cuenta de que nuestro paisaje es así. Lo comparás. En Misiones, el rojo de la tierra, esos cielos bien azules de Córdoba. Nosotros tenemos esas ondulaciones suaves, las cuchillas, un cielo claro que a veces cruza una bandada de garzas que vuelan suave, esa música se pinta con acuarela, los colores ya están diluidos en esta naturaleza”.
Este el cuadro terminado de Vicente Cúneo, artista plástico de Gualeguay. Él mismo dio carnadura al esqueleto que anoté. Diría que ha hecho un jugoso autorretrato.
Los tobianos (tinta).

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