Influjo (tinta) |
Vicente Cúneo
admira en el terreno de las artes plásticas, además de los pintores gualeyos, a
Castagnino, Berni, Soldi, Carlos Alonso, Quinquela Martin, Spilimbergo, entre
otros. Y guarda memoria de pintores amigos en Gualeguay: “Carlos Montilla, de
Rosario, vino a la ciudad como directivo de una empresa, pero su pasión era el
dibujo y la pintura. Después se fue a Paraná, recibió premios. Fue muy amigo de
Derlis Maddonni, y Eise Osman. Nos hicimos amigos. Sufrió lo que sufrimos todos:
la falta de momentos, desatarnos de otras cosas para meternos más en el arte. Quizá
lo haya sufrido más que ninguno. Hizo exposiciones, fue reconocido”. La emoción
gana cuando pregunto por Antonio Castro: “Castro fue una persona jovial,
alegre, vital, muy comprometida con lo que sentía. Lo expresaba hasta en la
conversación, ejercía la libertad de decirte lo que se le ocurriera. Vivió
desatado del materialismo. Llegó a pescar para sobrevivir, con eso apenas si
seguía en pie. Tenía una fuerza, un impulso de trabajo que es un ejemplo para
nosotros. Castro era fiel todos los días de su vida a dibujar y pintar, con lo
que tuviera. Los amigos le llevaban material cuando no tenía, hubo sí otros que
se aprovecharon y se quedaron con su obra con modos cercanos al arrebato. Pero
muchos se conmovieron y lo ayudaron. Tenía muchos trabajos, porque pintaba todos
los días. El día era para la pintura. Derlis Maddonni decía que de todos los que
andábamos en “eso”, él era el que dejaba traslucir su riqueza pictórica, lo que
él intuía estaba en su arte. Sus cuadros eran riquísimos en imágenes, no es que
pintaba un pescador, pintaba la casa, la canoa, el perro, las personas que lo
rodeaban, en donde fuera él seguía metiendo elementos. Y en la mayoría de sus
papeles encontrás pinturas de los dos lados. Qué bueno sería tenerlos dentro de
dos vidrios y así ver ambos. Era su necesidad de pintar, tendría que haber
tenido dos veces el papel que tuvo. Nydia Rampoldi, que fue profesora mía, y
que ayudó mucho a Castro, me contaba que había llegado a pintar sábanas. Uno
quisiera a veces tener ese impulso. Cuando pasan días sin tocar nada, se sufre”.
Derlis Maddonni
se lleva un lugar en esta memoria: “Qué fino dibujante, admirable. Y admirable
la extensión de la línea para decir un montón de cosas en el trayecto. Fijate
una obra, una cara y una mano, vos seguís la línea, no se corta. Él lo
practicaba, hay maestría, fuerza y convicción. Yo veía cuando lo hacía. Empezaba
a dibujar con una línea que iba y venía sin levantar el lápiz, el pincel, y
aparecían mágicamente las cosas que tenía dentro de su cabeza, de su corazón.
Con qué soltura, con qué osadía trabajaba, era un misterio. Algo fantástico.
Nos frecuentamos, como con Castro, yo iba y venía, porque anduve trabajando en
el departamento Gualeguay como maestro y andaba con mi familia a cuestas. Por
ahí en los años de bohemia los habría visto más tiempo, pero de todas maneras
el contacto me enriqueció mucho”.
En la obra de
Cúneo aparece una y otra vez la figura de su amigo, el caballo. Le pido que me
explique: “El caballo, si lo llevo al terreno de la razón: quiero, amo a este
animal; de chico significó mucho en mi vida. Lo sigo disfrutando. Tengo
imágenes de él durante todo mi aprendizaje, dentro o fuera de la escuela.
Siempre me pareció una forma admirable. Si lo llevo al terreno de los
sentimientos, es inexplicable. Si lo llevo al terreno de la plástica, es una
maravilla la armonía, lo que se pone en juego en líneas, en formas. El caballo
fue puesto ahí para que lo gocemos como belleza. Me dicen que es difícil
dibujar caballos, no sé si es así. Sí, es un desafío inmenso abordarlo.
Significa tiempo, te lleva a andar mucho entre sus patas para dibujarlo,
conocerlo, para saber que las manos son distintas a las patas, detalles que hay
que conocer para tratar de reflejar la libertad. Ese bien tan valioso, es lo
primero que te dicen los que no lo tienen. Tuve taller de dibujo en una cárcel.
Ellos saben del significado de la libertad. Para mí no hay mejor imagen de
libertad, de fuerza, de ganas, que ver pasar una tropilla. Pintarla es un
desafío. Desde la enseñanza y la actividad rural trabajé siempre en el campo.
Tener la posibilidad de ver los pelajes de los caballos es un disfrute, porque
la forma es un mundo, pero otro es el color de los pelajes bajo la luz
cambiante”.
Caballos |
Cúneo afirma que
hoy el interior sigue sufriendo el aislamiento de siempre, pero que gracias a
los adelantos técnicos se cuenta con otras herramientas para estar más
informado. Tiene una postura abierta frente al arte. Dice que la sensibilidad
del pintor está también presente cuando se para frente a la obra de otro. Le
brillan los ojos cuando recuerda la vez que estuvo, en Córdoba, frente a obras
de Carlos Alonso: “Estar ahí, ver cómo mete el color, la forma, y vos decís:
mirá este tipo, cómo pudo hacer esto”. Afirma que es bueno conocer todas las
posibilidades del arte, y que le gustaría estar más en contacto con corrientes
distintas a las que él cultiva.
Lo consulto por
la actividad plástica en Gualeguay: “Se sigue trabajando a partir de las ganas
de hacer, un trabajo un tanto disperso, pero en total libertad. La tradición
cultural se vive con alegría, no como un peso. Se sabe que detrás de uno hay
una historia muy importante y rica. El entusiasmo no decrece. Faltaría entender
la creación artística desde el poder, creo que no se ha entendido nunca.
Debería pasar por sostener espacios de apoyo y fomento que no desaparecieran al
final de la gestión. Se puede nacer artista, supongamos la presencia de
talento, pero importa más su desarrollo en el tiempo, y para ello hace falta
una absoluta libertad creativa”.
Pregunto cómo ve
estos tiempos de “revuelto gramajo”: arte, tecnología, sociedad: “La necesidad
expresiva en el ser humano es de siempre, quizás hoy la posibilidad tecnológica
lleva a muchos a pensar que esa es la columna vertebral de la sociedad. No
debería ser así. Lo pienso en función de los chicos, y tomo mis herramientas.
Fui maestro de grado treinta años, y vuelvo a las aulas donde, con humildad y
modestia, trabajo con un papel y una fibra para decir a los chicos que no todo
es tan mágico, mi hacer tiene que ver con el esfuerzo, el tesón y el trabajo, y
es bueno saber que se puede querer el trabajo. Este mundo está armado para
hacernos creer lo contrario, no vale la pena trabajar, ni juntarse para ver qué
hacen los demás. La imagen es: hay gente, en otro momento hubieran hablado
entre ellos, están juntos, pero comunicándose con gente que está lejos. Sí, hemos
progresado, pero desperdiciamos el contacto con el que tenemos enfrente”.
Treinta años de
maestro, ¿dónde, cuándo, cómo?: “Fui maestro de primaria. El 1º de septiembre
cumple 40 años nuestra radio. Mi inicio en la docencia tiene que ver con la
radio. Me recibí de maestro, pero no ejercía. Estaba indeciso, se ve que
también con la pintura, si no hubiera seguido arte. Me casé, tenía dos hijos
chiquitos y me fui a trabajar a un campo de la familia. Ahí andaba hasta que
escuché la radio. Me enteré que se pedía un maestro para una zona difícil de
islas. Era tan diferente aquel mundo de fines de los 70, hoy no existe que
anden buscando un maestro, hay muchos. Éramos pocos, y menos los varones. La
insistencia del periodista Mario Alarcón Muñiz me movilizó. Lo consulté con mi
familia y me presenté. Fui el maestro que pedían en las islas de Las
Lechiguanas. Ahí empecé, después anduve por otros departamentos de la
provincia. Así que la vocación la debo haber tenido y después, al trabajar en
el aula con los chicos, me di cuenta de que sí, que valía la pena. Me fue bien,
es decir, no llené los bolsillos de plata, pero sí llené el corazón de vida. La
prueba está en que vuelvo a las aulas cada vez que puedo. Me invitan y, junto a
la otra pasión que es el arte, puedo estar cerca de los chicos. Sentir en algún
lado que fuiste el gestor, que dejaste la semillita en un chico, y ver que te
lo devuelve con la mirada, es tan maravilloso como pasar por el momento de la
creación que hablábamos antes”.
Meses atrás
presencié una clase magistral para los alumnos de la escuela Marcos Sastre, en
el marco de la semana del libro. Hacía tiempo que no veía pibes interesados en
la música, la poesía y el dibujo. Los responsables de la fiesta que se realiza,
desde hace seis años en distintas escuelas de la provincia, son Roberto Romani,
Secretario de Cultura de Entre Ríos, y Vicente Cúneo: “A Roberto lo conozco de
la radio, cuando pasó que encontraron maestro a través del medio, fue muy
importante para los que trabajaban en ella, y él era uno de ellos. Nos
acercamos enseguida, teníamos mucho en común, y a Roberto le gusta el aula
tanto como a mí. Él no fue maestro, pero sí comunicador, qué mejor que hacerlo
donde comienza lo social: la escuela. Me invitaba a una exposición en una
escuelita, y yo llevaba mis trabajos. Vimos cómo los chicos se iban interesando,
y nos salía transmitir el amor por lo nuestro. Yo llevaba temas de la
tradición, los animales, Roberto decía sus palabras, sus poesías, y un día, en
Rosario del Tala, yo llevaba mis láminas y hojas en blanco, por si surgía dar alguna
explicación. Le digo: ¿te molesta si yo dibujo algo de lo que vos cantás? Me
miró con los ojos desorbitados, y me dijo: sí, dale. Fue una respuesta
extraordinaria. En la escuela yo era el que dibujaba lo que fuera, lo que hacía
falta. Siempre presté atención al silencio que se generaba mientras lo hacía, y
no era porque dibujaba yo, si no por ese misterio que se produce mientras el
dibujo avanza, esa necesidad de ver si el dibujo es igual al dibujo imaginado. Pensé
que si lo podía hacer con los chicos, y además una canción, abordábamos dos
manifestaciones del arte. De ahí en más lo hicimos así, lo llamamos: La canción
dibujada. Después Roberto le pide a los chicos que nombren departamentos de la
provincia, y de cada lugar, él recita un poema o canta una canción de un autor
que haya vivido en el departamento indicado por el chico. Su memoria es
impresionante”.
Cúneo y Romani en la escuela. |
Una percepción
de Cúneo sobre su paisaje y la utilización de la acuarela: “Sigo pintando con
acuarela, los colores son suaves, hay que ser cuidadoso, muy sutil, ¿por qué lo
hago? Miro y me doy cuenta de que nuestro paisaje es así. Lo comparás. En
Misiones, el rojo de la tierra, esos cielos bien azules de Córdoba. Nosotros
tenemos esas ondulaciones suaves, las cuchillas, un cielo claro que a veces cruza
una bandada de garzas que vuelan suave, esa música se pinta con acuarela, los
colores ya están diluidos en esta naturaleza”.
Este el cuadro terminado de Vicente Cúneo, artista
plástico de Gualeguay. Él mismo dio carnadura al esqueleto que anoté. Diría que
ha hecho un jugoso autorretrato.
Los tobianos (tinta). |
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