Todavía vivía en
Buenos Aires cuando supe de un hombre: Derlis Maddonni, artista plástico. Yo venía
a vivir en Gualeguay, y mi papá creyó oportuno que trajera entre mis cuadros,
uno de Maddonni. En una visita a la ciudad llegué hasta la biblioteca Carlos
Mastronardi y ahí obtuve información sobre varios artistas plásticos gualeyos,
entre ellos: el citado Derlis. El libro consultado fue: “Formas y colores de
Gualeguay” de Nidya Rampoldi, Patricia Míguez Iñarra y Daniel Gabriel.
Derlis Oscar
Maddonni nació en Chivilcoy en 1938. En 1946 llegó a Gualeguay. En 1957 comenzó
a estudiar arquitectura en La
Plata , pero dejó la carrera atrapado por el dibujo y la
pintura. Tuvo dos maestros de excepción: Roberto “Cachete” González y Juan
Carlos Castagnino. Hubo una primera exposición colectiva y una primera muestra
individual: ambas realizadas en el Rincón Kopf de la librería de don Ernesto
Hartkopf de Gualeguay. En 1966 expuso junto a Antonio Castro en la galería
Nice, en Buenos Aires, que funcionaba en el local que, desde el año 1971, ocupa
la sede de la
Sociedad Argentina de Artistas Plásticos (SAAP). El artista y
su obra han viajado a muchos lugares, desde Río de Janeiro a Europa. Hacer
radio en Gualeguay fue otro de los quehaceres culturales de Maddonni. El
escritor y pensador gualeyo Eise Osman dijo sobre la obra del artista: “El arte
de Derlis Maddonni fluye desde el ‘yo’ profundo de la creación, para socavar el
yo superficial de las relaciones sociales, con el objeto de dar salida a una
realidad angustiante que nos habita y amenaza ahogarnos”.
Y hubo una
información que me tentó especialmente, Derlis era además autor de un libro: “Algunos
apuntes del taller y 10 dibujos”. Hace ocho meses que vivo en Gualeguay, y
podría decir que busco este libro desde que supe de él en Buenos Aires. Recién
pude dar con una copia del mismo hace unos días, y gracias a la iniciativa del
artista plástico Raúl Gastaldi. Nos habíamos encontrado para charlar. Al pasar
hice mención del título, y él me dijo que lo había leído. Pese a la información
que yo tenía, él me aseguró que en la biblioteca había un ejemplar. Un día
después, Raúl volvía a mi casa con la copia del libro: Ediciones del Clé, “Casa
de la Cultura ”,
General Galarza, año 1991, una tirada de doscientos ejemplares.
Su lectura
revela la mirada a conciencia con la que sin duda se manejaba Derlis Maddonni
en los amplios territorios del arte. Un arte de compromiso con su esencia de
hombre que de manera sincera intenta expresarse a través de un oficio que lo
puede llevar hasta el arte. Y él lo logra con la libertad de su línea y con la
filosofía enredada en la tinta, en la sangre. El libro se construye a través de
pensamientos cortos que abren el paisaje de lo artístico, donde se analiza al
artista y su obra, donde se escarba entre las ideas que deberían regir la vida
de un artista verdadero. El libro se divide en cuatro partes:
I Líneas a fondo
“He tomado algo
de cada uno de los dibujantes que me antecedieron, pero tengo la certeza (y el
orgullo) de saber que la síntesis de lo robado, es mía”.
“El dibujo de
línea es tan misterioso como la poesía”.
“Un dibujante
debería ser algo así como un sismógrafo y expresar con su pluma hasta los más
mínimos temblores del alma, que su sensibilidad capta de la realidad”.
“La línea
matemática es una sucesión de puntos. La línea artística es una sucesión de
partículas emotivas”.
“Creo que existe
tanto parentesco entre la poesía y el dibujo, como entre la novela y la
pintura”.
“Una hoja de
papel en blanco siempre me produce una sensación contradictoria, por un lado el
temor a ensuciarla, y por otro la necesidad de hacerlo”.
“Un dibujo es
siempre inconcluso, podría aceptar algo más. Pero entonces correríamos el
riesgo de arruinarlo, de quitarle esa magia de lo que se sugiere, de dejarle
una puerta abierta al observador”.
II El artista,
ese cara de fuego
“No se elige ser
artista de una vez y para siempre, es necesario elegir a cada instante, y no
solo eso, es necesario elegir qué clase de artista se desea ser”.
“Creo que el
artista elige más un camino que un objetivo preciso”.
“El artista no
ve solo porque puede, ve porque quiere”.
“Se puede ser un
gran artista y un mal maestro. O un gran maestro y un artista mediocre. Pero lo
deseable es un gran artista y un gran maestro a la vez”.
“Un artista no
‘es’, se está haciendo permanentemente como algo en ebullición. Eligiéndose.
Forjándose.
A artista no se
llega nunca como a un puerto muerto. Se existe como artista. Se vive como
artista. Se sufre, se goza, pero siempre como algo en movimiento. En marcha
hacia algo desconocido, ignoto”.
“Me levanto y me
paro frente al espejo para peinarme. Yo no me lavo la cara. Entonces compruebo
que estoy vivo, pero no por verme en el espejo, hay tantos que se ven y están
muertos. Lo compruebo porque pienso que a pesar de todo, todavía, tengo
principios en vez de pragmatismo, porque creo que la creación es una tarea
indispensable del hombre, porque sueño y tengo fantasías, porque pienso que un
hombre sin utopía es un medio hombre… No seré un dinosaurio, ¿verdad?”.
“Frente a la
obra, no le es necesario al observador poseer un gran bagaje técnico; le
bastará abrir el corazón, liberar los sentidos y empujar la imaginación. En
última instancia, ganarse la libertad de crear”.
“Toda obra es
una improvisación no absoluta, y está basada en una larga experiencia y
sedimentación de conocimientos adquiridos previamente, y que se enriquecen con
lo nuevo y creador de esa improvisación”.
“Es imposible
transmitir con palabras la sustancia, la densidad de la obra plástica. Solo se
puede apreciar a través de la frecuentación. De la misma manera que se aprende
a nadar o a amar”.
IV Derecho de
autor
“Para crear un
mundo, un universo, solo hacen falta tu mano, una pluma y un trozo de papel”.
“Tal vez todo lo
que hago sea para humillar a la muerte”.
“Se es ingenuo
como se es original. No se lo puede aprender”.
“La creación es
una borrachera lúcida”.
“Siento la
felicidad y la desdicha de crear, fantasma que me acosa todo el tiempo”.
Los pensamientos
citados son apenas una muestra pequeña de los pareceres que Derlis Maddonni
tenía sobre el arte y sus alrededores. Con algunos se podrá estar de acuerdo,
con otros no tanto, pero esta manera de “filosofar” sobre un oficio, de parte
de un hacedor de toda la vida, tiene como primer mérito el abrir el camino a
las ideas para que a partir de ellas podamos detenernos en distintas
consideraciones. Y entre ellas, por ejemplo, puede ocurrir que la memoria se
descorche y aparezcan nexos, puentes, coincidencias entre aquello que Maddonni
anota y lo que dice nuestra experiencia. Leo: “El dibujo de línea es tan
misterioso como la poesía”, y a la memoria vienen charlas con los poetas Rubén
Derlis, Marcos Silber, Rafael Vásquez, todos ellos tratando de dibujar ese
sentimiento, esa región de maravilla que pinta esta palabra de musicalidad
notoria: “misterio”. Leo: “Creo que existe tanto parentesco entre la poesía y
el dibujo, como entre la novela y la pintura”, y es este un pensamiento que me
toca bien de cerca. Mi padre, Rolando, es artista plástico. Puedo afirmar que
en casi toda su vida pintó cuadros utilizando el óleo, pero que allá por el
2000 y monedas, comenzó a hacer pequeñas incursiones con el acrílico. Digo
pequeñas, porque pintaba miniaturas, algunas de ellas, plastificadas, las
utilizo como señaladores de lectura: señalo mi mirada con obras originales de
Rolando. Cuando me enseñó estas obras en pequeño formato, comentó que las
empezó a hacer porque no tenía ganas de esperar el tiempo de secado que
necesita el óleo. Para retocar el óleo tenía que esperar, en cambio, el
acrílico secaba rápido. Al escucharlo comprendí las distintas maneras que yo
tenía de trabajar la escritura. Al leer a Maddonni volví a pensar en aquel
descubrimiento. Escribir una novela es como pintar al óleo. Se escribe un
capítulo y hay que esperar que seque para poder seguir con el siguiente o para
hacer el retoque necesario. Una novela puede (es más, debe) llevar años de
trabajo, es una suma de pinceladas en días distintos, y en cada día la
posibilidad de la irrupción de la vida. Comprendí además que mis notas
periodísticas, por lo general, están escritas/pintadas al acrílico, porque
secan rápido, porque es posible empezarlas y terminarlas de una sola sentada, y
este tipo de pintura es muy funcional para las urgencias propias del
periodismo. En él no hay tiempo para el reposo que exige la búsqueda de la
literatura.
Punto aparte
anoto algo que marca Maddonni y que por cierto es una gran verdad: “Un artista
no ‘es’, se está haciendo permanentemente como algo en ebullición. (…)”. Nada
queda establecido en el quehacer de un oficio que intenta morder la sustancia
del arte, se suma experiencia, pero el misterio está siempre. Si se escribió,
no quiere decir que se vuelva a escribir, no hay garantía aun cuando la emoción
haya pegado felizmente bien adentro de la sangre. Lo único seguro es el trabajo
a conciencia, y esto es válido para cada día. Si hay una magia, como creo que
la hay en el arte y en la vida, esta puede aparecer después del trabajo arduo y
hecho en profundidad. Hablo de arte, Derlis Maddonni hablaba de arte, que nada
tiene que ver con habilitar una fábrica de chorizos, que ahí sí, es casi seguro
que salga uno después de otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario