domingo, 4 de octubre de 2015

Gualeguay Agrupación Cultural

La memoria teje el paño verde donde se juega la vida del hombre presente y los recuerdos del ausente, en conjugados destellos de la historia. Sobre dicho paño se escribe una primera señal, y esa marca en el tiempo puede ser recogida por la palabra de hombres que dedican parte de los días a la remembranza.
Ocurrió de esta manera cuando hace unos días traje del pasado un fragmento de un texto, perteneciente al libro “Prosas sin maquillaje” de Teresita Cardeza de Valiero, donde se nombraba a la GAC (Gualeguay Agrupación Cultural). Como sucede de vez en cuando, recibí un llamado de Aron Jajan, un lector fijo de mis notas. Él mencionó el texto de Valiero, y ofreció sus recuerdos. Aron y su señora fueron habitués de las reuniones de la GAC, y como siempre, Aron, el memorioso, dio muestras de su capacidad para guardar historias. Una claridad envidiable, una pasión por el recuerdo en este hombre nacido en 1924.
Su casa, en una tarde de septiembre, fue el lugar para esta memoria.
Cuenta Aron que en los conciertos o conferencias organizados por la GAC en el Club Social, no se pagaba entrada, y que sólo se podía hacer una contribución. Los que manejaban las actividades de la Agrupación eran: Roberto Beracochea, el doctor Manolo Guerra, Francisco Crespo, el doctor Enrique Petre, Antonio Yañez, y Carlos Germano, que era un colaborador muy activo.
Arón y su señora guardan un tesoro: una cantidad de programas de los conciertos de la GAC. Los tengo en mi mano, delicadas carpetas de los ’40 y ’50, delicadas en diseño y por la elección del papel. En ellas el detalle de los conciertos, palabras sobre vida y obra de los músicos. Y entonces el cronista se asombra, porque hay muchos músicos extranjeros. Cómo fue que estas personas llegaron en esos años hasta la lejana Gualeguay: “Yo no sé cuál era el contacto que tenía la gente de la GAC en Buenos Aires, porque inclusive fue una época muy brillante para este tipo de espectáculos. A Buenos Aires vino Toscanini, Stokowski, Arturo Rubinstein. Pero no sé cuál era la mecánica para atraer tantas figuras a nuestra ciudad”.
A Gualeguay solo se llegaba por tren, luego de un buen puñado de horas. El ferrocarril está representado en nuestra memoria a través de la partida desde una estación o la llegada a la misma. Aron rememora la llegada de un tren a Gualeguay. Llegaba un músico notable: el arpista Nicanor Zabaleta, y entre el grupo que lo recibía había otro músico: el pianista Landazábal. Primero Aron hizo referencia al músico que esperaba en la estación: “Landazábal era profesor de piano, hace unos meses vinieron unos descendientes de España y anduvieron buscando la mayor información posible. Les di mi testimonio, pero no sé si consiguieron algo más. Yo lo conocí, lo traté poco, pero lo conocí a raíz de la Difusora Popular donde fui speaker, una institución cultural muy importante para esa época, sobre todo por la discoteca, era maravillosa, a la altura de Radio Nacional o LS1 Radio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. Recordé a Landazábal debido a que Teresita Valiero en su escrito nombra a Nicanor Zabaleta. Yo no sé cómo llegó Landazábal a Gualeguay, era de San Sebastián, España. Acá daba clases de piano. Anteojitos, un toscanito en la boca, hablaba poco. Un día, un tiempito antes de que yo entrara en la Difusora, media cuadra más allá de donde yo vivía, en Sarmiento y 9 de Julio, vivía una familia Carbone. Ana María, una de las hijas, era un poco mayor que yo. Una tarde, antes las tardes de Gualeguay no tenían tránsito, cuando yo recién probaba los pantalones largos, escucho el piano: una maravilla de ejecución. Si no me equivoco era la Rapsodia Húngara N° 2 de Liszt que no es fácil para cualquier pianista. Entonces me senté en el cordón de la vereda frente a la casa y escuché. Me fui. Después le dije a Ana María: ¿tocás tan bien, vos? Me dice: ‘Mirá, yo no sé qué pasó, pero en la clase que me vino a dar el maestro Landazábal agarró el piano por su cuenta, era él’. Landazábal, tengo entendido que a pesar de su precaria situación económica, y en aquel tiempo era muy común que hubiera un piano en todas las casas: a la nena se le hacía estudiar piano, el maestro, si en las primeras clases no percibía que la alumna tenía condiciones, repito, a pesar de sus severísimas necesidades económicas, no continuaba con las clases”.
Luego recordó al que llegaba en el tren: “Nicanor Zabaleta creo que vino tres veces a Gualeguay, tres conciertos (17/09/1947, 07/10/1947 y 30/06/1948) a los que asistimos con mi señora, estábamos recién casados. Zabaleta daba la impresión de que jugaba con el arpa. Una destreza maravillosa. Cuando Zabaleta vino por primera vez, lo recibió público en general, parte de la comisión directiva de la GAC y Carlos Germano, que era dueño de la Difusora y además era, como se dice ahora, el sponsor: Casa Germano o también la compañía de seguros Litoral. El tren ya casi se detenía, Zabaleta estaba en la escalerilla para bajar, y dijo: ‘Maestro’. Había visto a Landazábal entre la gente. Eso impresionó a los presentes. Después Germano me contó que le preguntaron a Zabaleta por la expresión. Zabaleta contó que cuando él tenía 13 años tocó el arpa en la sinfónica que Landazábal dirigía. Zabaleta también contó que en San Sebastián se había hecho un concurso de ópera, y Landazábal había participado, cuando el jurado se expidió, Landazábal se sintió defraudado por el fallo. Al tiempo Landazábal desapareció de San Sebastián. Por dónde anduvo, no se sabe, pero terminó recalando en Gualeguay. Y acá murió. Apareció a finales de los ’30”.
Aron recuerda una historia. Busca un programa. Lo encuentra: Acto 69, viernes 22 de abril de 1949, 21.15 hs., Club Social. El concierto era del pianista Francesco Marigo, nacido en Padua, Italia, y luego radicado en la Argentina: falleció en Monte Grande en el 2000, fue docente en el Conservatorio Nacional y en el Conservatorio Provincial de Banfield. El concierto era el siguiente: 1ra. Parte: una obra de compositor anónimo, obras de Scarlatti, Debussy, A. Girotto, H. Siccardi (Estudio de un bajo obstinado (El cosaco ansioso)). 2da. Parte: Cuadros de una exposición de Moussorgsky. Cuenta Aron: “En este concierto de piano, Francesco Marigo interpreta un estudio sobre un bajo obstinado de un autor Honorio Siccardi. Acá hay un muchacho Siccardi que es kinesiólogo. Nos atendíamos con él. Después de un tiempo, y leyendo estos programas, haciendo un repaso, veo el apellido. Le pregunto y me dice: ‘El autor era mi abuelo’. Y que Marigo, en alguna oportunidad que vino a la Argentina, paró en la casa del abuelo, en Dolores, provincia de Buenos Aires. Un día me visitó el padre del kinesiólogo Siccardi, que es músico, pianista, y me preguntó algunas cosas de la GAC. Qué casualidad que Marigo tocara una composición de Siccardi abuelo en Gualeguay, ciudad donde viviría el nieto luego de haberse casado con una chica de acá. Le di una fotocopia del programa. Es decir, cuando uno tiene muchos años, ha pasado muchas cosas, ha conocido mucha gente, y nosotros hemos tenido la suerte de vivir en esa época y gozado de estos espectáculos, porque a uno le interesa la música, la lectura. La GAC también organizaba conferencias. Recuerdo una de Juan L. Ortiz”. En una hoja suelta que guarda Aron, y que da cuenta de los primeros dos años de la GAC, leo un dato que quedó en la sombra: el Acto 33, del 10 de junio de 1948, estuvo a cargo de Honorio Siccardi: Conferencia-concierto sobre música argentina.
En el programa del Acto 127 del sábado 19 de julio de 1952, 21.15 hs., Club Social, Concierto de piano de Ramón R. Zentner, se anuncia como próximos actos: Julio 25: conferencia de Jorge Luis Borges, y en Agosto: concierto de piano de Antonio De Raco.
Hay una presencia central en esta primera memoria sobre la GAC, y es el piano en la época, dice Aron: “Ese piano del Club Social, que ya no se usa, es histórico, el solo hecho de pensar en las manos que tocaron esas teclas, emociona, porque después siguió también Flora Nudelman, Pía Sebastiani, Marta Argerich, en épocas más recientes, y que también nos deleitaron. El piano del Club quedó mudo. Incluso había dos hermanos, los Zarasola de Paraná, que afinaban los pianos de la ciudad, acá se pasaban una semana. Las casas de familia tenían piano. Era una costumbre, por ejemplo mi señora, nació en pleno campo de la zona de Basavilbaso. El padre, un simple colono, de aquellos que recibieron las tierras que le vendió la entidad que creó el barón Hirsch, que compró tierras y trajo una fuerte inmigración judía a Entre Ríos, Santa Fe, y a muchos lugares de Buenos Aires, en esa casa de mi señora había un piano. Ese piano lo tiene una hermana que está por cumplir 100 años en Israel. Aquella gente que vino traía cultura. Era otra época del mundo”.
Algunos de los músicos invitados por la GAC: Antonio De Raco, piano, 02/08/1948; Michele Auclair, violín, 31/08/1948; Raúl Spivak, piano, 21/09/1948; Flora Nudelman, piano, 20/05/1950; Peter Wallfish, piano, 22/06/1950; Eduardo Falú, guitarra, 27/04/1957.
Maravilla pensar en aquella Gualeguay Agrupación Cultural, maravilla es revisitar su memoria, maravilla es acercarnos a su sintonía para hacerla ejemplo y continuidad en nuestros días.

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