La memoria teje el
paño verde donde se juega la vida del hombre presente y los recuerdos del
ausente, en conjugados destellos de la historia. Sobre dicho paño se escribe
una primera señal, y esa marca en el tiempo puede ser recogida por la palabra
de hombres que dedican parte de los días a la remembranza.
Ocurrió de esta manera
cuando hace unos días traje del pasado un fragmento de un texto, perteneciente
al libro “Prosas sin maquillaje” de Teresita Cardeza de Valiero, donde se
nombraba a la GAC (Gualeguay Agrupación Cultural). Como sucede de vez en
cuando, recibí un llamado de Aron Jajan, un lector fijo de mis notas. Él
mencionó el texto de Valiero, y ofreció sus recuerdos. Aron y su señora fueron
habitués de las reuniones de la GAC, y como siempre, Aron, el memorioso, dio
muestras de su capacidad para guardar historias. Una claridad envidiable, una
pasión por el recuerdo en este hombre nacido en 1924.
Su casa, en una tarde
de septiembre, fue el lugar para esta memoria.
Cuenta Aron que en los
conciertos o conferencias organizados por la GAC en el Club Social, no se
pagaba entrada, y que sólo se podía hacer una contribución. Los que manejaban
las actividades de la Agrupación eran: Roberto Beracochea, el doctor Manolo
Guerra, Francisco Crespo, el doctor Enrique Petre, Antonio Yañez, y Carlos Germano,
que era un colaborador muy activo.
Arón y su señora
guardan un tesoro: una cantidad de programas de los conciertos de la GAC. Los
tengo en mi mano, delicadas carpetas de los ’40 y ’50, delicadas en diseño y por
la elección del papel. En ellas el detalle de los conciertos, palabras sobre
vida y obra de los músicos. Y entonces el cronista se asombra, porque hay
muchos músicos extranjeros. Cómo fue que estas personas llegaron en esos años
hasta la lejana Gualeguay: “Yo no sé cuál era el contacto que tenía la gente de
la GAC en Buenos Aires, porque inclusive fue una época muy brillante para este
tipo de espectáculos. A Buenos Aires vino Toscanini, Stokowski, Arturo
Rubinstein. Pero no sé cuál era la mecánica para atraer tantas figuras a nuestra
ciudad”.
A Gualeguay solo se
llegaba por tren, luego de un buen puñado de horas. El ferrocarril está
representado en nuestra memoria a través de la partida desde una estación o la
llegada a la misma. Aron rememora la llegada de un tren a Gualeguay. Llegaba un
músico notable: el arpista Nicanor Zabaleta, y entre el grupo que lo recibía
había otro músico: el pianista Landazábal. Primero Aron hizo referencia al
músico que esperaba en la estación: “Landazábal era profesor de piano, hace
unos meses vinieron unos descendientes de España y anduvieron buscando la mayor
información posible. Les di mi testimonio, pero no sé si consiguieron algo más.
Yo lo conocí, lo traté poco, pero lo conocí a raíz de la Difusora Popular donde
fui speaker, una institución cultural muy importante para esa época, sobre todo
por la discoteca, era maravillosa, a la altura de Radio Nacional o LS1 Radio
Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. Recordé a Landazábal debido a que
Teresita Valiero en su escrito nombra a Nicanor Zabaleta. Yo no sé cómo llegó
Landazábal a Gualeguay, era de San Sebastián, España. Acá daba clases de piano.
Anteojitos, un toscanito en la boca, hablaba poco. Un día, un tiempito antes de
que yo entrara en la Difusora, media cuadra más allá de donde yo vivía, en Sarmiento
y 9 de Julio, vivía una familia Carbone. Ana María, una de las hijas, era un
poco mayor que yo. Una tarde, antes las tardes de Gualeguay no tenían tránsito,
cuando yo recién probaba los pantalones largos, escucho el piano: una maravilla
de ejecución. Si no me equivoco era la Rapsodia Húngara N° 2 de Liszt que no es
fácil para cualquier pianista. Entonces me senté en el cordón de la vereda
frente a la casa y escuché. Me fui. Después le dije a Ana María: ¿tocás tan
bien, vos? Me dice: ‘Mirá, yo no sé qué pasó, pero en la clase que me vino a
dar el maestro Landazábal agarró el piano por su cuenta, era él’. Landazábal,
tengo entendido que a pesar de su precaria situación económica, y en aquel
tiempo era muy común que hubiera un piano en todas las casas: a la nena se le
hacía estudiar piano, el maestro, si en las primeras clases no percibía que la
alumna tenía condiciones, repito, a pesar de sus severísimas necesidades
económicas, no continuaba con las clases”.
Luego recordó al que
llegaba en el tren: “Nicanor Zabaleta creo que vino tres veces a Gualeguay, tres
conciertos (17/09/1947, 07/10/1947 y 30/06/1948) a los que asistimos con mi
señora, estábamos recién casados. Zabaleta daba la impresión de que jugaba con
el arpa. Una destreza maravillosa. Cuando Zabaleta vino por primera vez, lo
recibió público en general, parte de la comisión directiva de la GAC y Carlos
Germano, que era dueño de la Difusora y además era, como se dice ahora, el
sponsor: Casa Germano o también la compañía de seguros Litoral. El tren ya casi
se detenía, Zabaleta estaba en la escalerilla para bajar, y dijo: ‘Maestro’.
Había visto a Landazábal entre la gente. Eso impresionó a los presentes.
Después Germano me contó que le preguntaron a Zabaleta por la expresión.
Zabaleta contó que cuando él tenía 13 años tocó el arpa en la sinfónica que
Landazábal dirigía. Zabaleta también contó que en San Sebastián se había hecho
un concurso de ópera, y Landazábal había participado, cuando el jurado se expidió,
Landazábal se sintió defraudado por el fallo. Al tiempo Landazábal desapareció
de San Sebastián. Por dónde anduvo, no se sabe, pero terminó recalando en
Gualeguay. Y acá murió. Apareció a finales de los ’30”.
Aron recuerda una
historia. Busca un programa. Lo encuentra: Acto 69, viernes 22 de abril de
1949, 21.15 hs., Club Social. El concierto era del pianista Francesco Marigo,
nacido en Padua, Italia, y luego radicado en la Argentina: falleció en Monte
Grande en el 2000, fue docente en el Conservatorio Nacional y en el Conservatorio
Provincial de Banfield. El concierto era el siguiente: 1ra. Parte: una obra de
compositor anónimo, obras de Scarlatti, Debussy, A. Girotto, H. Siccardi
(Estudio de un bajo obstinado (El cosaco ansioso)). 2da. Parte: Cuadros de una
exposición de Moussorgsky. Cuenta Aron: “En este concierto de piano, Francesco
Marigo interpreta un estudio sobre un bajo obstinado de un autor Honorio Siccardi.
Acá hay un muchacho Siccardi que es kinesiólogo. Nos atendíamos con él. Después
de un tiempo, y leyendo estos programas, haciendo un repaso, veo el apellido.
Le pregunto y me dice: ‘El autor era mi abuelo’. Y que Marigo, en alguna
oportunidad que vino a la Argentina, paró en la casa del abuelo, en Dolores,
provincia de Buenos Aires. Un día me visitó el padre del kinesiólogo Siccardi,
que es músico, pianista, y me preguntó algunas cosas de la GAC. Qué casualidad
que Marigo tocara una composición de Siccardi abuelo en Gualeguay, ciudad donde
viviría el nieto luego de haberse casado con una chica de acá. Le di una
fotocopia del programa. Es decir, cuando uno tiene muchos años, ha pasado
muchas cosas, ha conocido mucha gente, y nosotros hemos tenido la suerte de
vivir en esa época y gozado de estos espectáculos, porque a uno le interesa la
música, la lectura. La GAC también organizaba conferencias. Recuerdo una de
Juan L. Ortiz”. En una hoja suelta que guarda Aron, y que da cuenta de los
primeros dos años de la GAC, leo un dato que quedó en la sombra: el Acto 33, del
10 de junio de 1948, estuvo a cargo de Honorio Siccardi: Conferencia-concierto
sobre música argentina.
En el programa del
Acto 127 del sábado 19 de julio de 1952, 21.15 hs., Club Social, Concierto de
piano de Ramón R. Zentner, se anuncia como próximos actos: Julio 25:
conferencia de Jorge Luis Borges, y en Agosto: concierto de piano de Antonio De
Raco.
Hay una presencia
central en esta primera memoria sobre la GAC, y es el piano en la época, dice
Aron: “Ese piano del Club Social, que ya no se usa, es histórico, el solo hecho
de pensar en las manos que tocaron esas teclas, emociona, porque después siguió
también Flora Nudelman, Pía Sebastiani, Marta Argerich, en épocas más
recientes, y que también nos deleitaron. El piano del Club quedó mudo. Incluso
había dos hermanos, los Zarasola de Paraná, que afinaban los pianos de la
ciudad, acá se pasaban una semana. Las casas de familia tenían piano. Era una
costumbre, por ejemplo mi señora, nació en pleno campo de la zona de
Basavilbaso. El padre, un simple colono, de aquellos que recibieron las tierras
que le vendió la entidad que creó el barón Hirsch, que compró tierras y trajo
una fuerte inmigración judía a Entre Ríos, Santa Fe, y a muchos lugares de
Buenos Aires, en esa casa de mi señora había un piano. Ese piano lo tiene una
hermana que está por cumplir 100 años en Israel. Aquella gente que vino traía
cultura. Era otra época del mundo”.
Algunos de los músicos
invitados por la GAC: Antonio De Raco, piano, 02/08/1948; Michele Auclair,
violín, 31/08/1948; Raúl Spivak, piano, 21/09/1948; Flora Nudelman, piano,
20/05/1950; Peter Wallfish, piano, 22/06/1950; Eduardo Falú, guitarra,
27/04/1957.
Maravilla pensar en
aquella Gualeguay Agrupación Cultural, maravilla es revisitar su memoria,
maravilla es acercarnos a su sintonía para hacerla ejemplo y continuidad en
nuestros días.
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